El siglo XX ha sido llamado, entre otros calificativos, como el siglo de la liberación femenina. No hay la menor duda de los niveles alcanzados por la mujer en estas últimas décadas. Logros que no han sido ninguna concesión gratuita, sino el producto de luchas permanentes. De un ser casi invisible a principio del siglo XX, cuya naturaleza parecía solo estar destinada a la procreación, la satisfacción sexual del hombre y a las tareas domesticas, han pasado a tener papel protagónico en los niveles educativos y en el trabajo. De no tener derecho al voto y por lo tanto no ser consideradas "ciudadano", hoy tenemos ya algunas mujeres jefes de estados y directoras de organismo internacionales.
Sin embargo, a pesar de todos los logros alcanzados aún estamos en una sociedad altamente machista que se denota no solo en la injusta distribución de responsabilidades en el hogar y la formación de los hijos, donde la mujer es predominante y sobre todo en los países subdesarrollados en donde en más de la mitad de los hogares no existe la figura paterna. Sino que, además, a pesar de los crecimientos cualitativos en la formación y los espacios ocupados en términos cuantitativos en el área laboral, aún los altos cargos siguen en su mayoría en poder de los hombres. Aún más de la mitad de los hambrientos del mundo, las victimas de los abusos sexuales, casos de xenofobias y racismo son contra las mujeres.
Por el hecho de haber nacido mujer en este planeta, millones de personas no tienen derecho a vivir porque al nacer son asesinadas; o torturadas, violadas, agredidas, insultadas o están exentas de los derechos humanos más fundamentales. En una palabra y según define la ONU, "son tratadas de una u otra manera como una propiedad". Las leyes de los gobiernos, la economía y sus objetivos, junto con la educación, o mejor dicho, la falta de educación, han conseguido mantener en silencio y seguir "produciendo" a estas rentables esclavas.
Explotación sexual, trabajo doméstico servil, matrimonios forzados, compra y venta... Las cifras son impresionantes, más en estos momentos donde muchas mujeres, cabeza de familia, toman la decisión de abandonar el país para buscar un futuro para los suyos y acaban inmersas en redes de prostitución o similar. De 1.100 millones de personas que pasan hambre, más del 60 por ciento son mujeres. Las mujeres representan más de la mitad de la población mundial y realizan dos tercios del trabajo, pero sólo consiguen por él el 10% del ingreso total. Dos de cada tres pobres son mujeres. El 20% de la población femenina ha sufrido violencia sexual o física. La prostitución femenina puede llegar a representar el 14% del Producto Interior Bruto en algunos países. Millones de mujeres en todo el mundo no tienen ningún control sobre sus propias vidas -son posesión del padre, de los hermanos, de los tíos, de los maridos o de los hijos.Unas 140 millones de mujeres y niñas sufren en la actualidad son victimas de mutilación genital femenina.
El acceso inadecuado al agua y la electricidad, además de los riesgos de salud, refuerza la desigualdad de género, dado que son las mujeres y las niñas quienes tienen que dedicar 2 o 3 horas por día a la recolección, transporte de agua y leña, con las consiguientes pérdidas educativas, de ingresos y de tiempo libre. En la mayoría de países pobres, en más de la mitad de las familias no existe la figura paterna.
Entre el 10% y el 69% de las mujeres señalan haber sido agredidas físicamente por una pareja masculina en algún momento de sus vidas. Aproximadamente el 20% de las mujeres han sufrido abusos sexuales durante la infancia. Cientos de miles más se ven obligadas a prostituirse o son víctimas de actos violentos en otros ámbitos, como escuelas, lugares de trabajo y centros de atención de salud.
En los últimos veinte años, la proporción de mujeres analfabetas se ha mantenido inalterada. En el año 2008, las mujeres todavía representaban dos tercios de los 759 millones de analfabetos del mundo. A pesar del número creciente de población femenina en la educación superior y que el número de mujeres graduadas supera el número de hombres en la mayoría de los países del mundo - desde 1970, el número de mujeres matriculadas en establecimientos terciarios ha crecido prácticamente dos veces más rápido que el número de hombres- aún no se traduce en una representación proporcional en el mercado laboral, o en el acceso a cargos de liderazgo y toma de decisiones. (Unesco, 2011). En cuanto a la relación de ingresos entre mujeres y hombres resultaba estar en un rango que esta por sobre el 60% en algunos países desarrollados hasta alrededor del 30% en países musulmanes, latinoamericanos, la India (PNUD, 2005: 327)
Igual discriminación ocurre en lo político, sólo 28 países podían afirmar que la representación parlamentaria de mujeres había alcanzado una masa crítica del 30 por ciento o superior. En el 2010, de unos 200 estados que existen en el mundo, sólo 19 mujeres dirigían el destino de sus países como jefas electas de estado o gobierno.
Desde violaciones masivas hasta desplazamientos masivos, la guerra daña a las mujeres de múltiples maneras. En el periodo que sigue a los conflictos, pese a los horrores a los que hayan sobrevivido, las mujeres vuelven a reunir a la familia, el hogar y la comunidad y asumen el trabajo y sustentación ante la falta del hombre. No obstante, sus roles y derechos, y a pesar de ser los hombres los principales responsables en los conflictos mundiales, las mujeres siguen al margen de las conversaciones de paz. Desde 1992, menos del 10 por ciento de los negociadores de paz han sido mujeres. (Informe anual 2010-2011 de ONU mujeres. http://www.unwomen.org/wp-content/uploads/2011/06/UNwomen-Annual-Report_2010-2011_sp.pdf)
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