El pasado domingo 8 de marzo el periodista Eleazar Díaz Rangel, en un interesante artículo titulado "Los golpes de estado" (http://www.aporrea.org/tiburon/a203918.html), diferenció el intento de golpe planificado recientemente y develado por el gobierno de Nicolás Maduro con los anteriores golpes típicos y atípicos sucedidos en Venezuela y América Latina.
EDR establece como ejemplos de "Golpes típicos" a los ejecutados para derrocar a Rómulo Gallegos en 1948 y a Salvador Allende en 1973. Ambos fueron golpes dados por el alto mando militar, aupados por el gobierno de los Estados Unidos. Luego menciona otros dos golpes, a los que denomina "Atípicos", los ejecutados para derrocar a Manuel Zelaya en 2009 y a Fernando Lugo en 2012.
Díaz Rangel pasa entonces a calificar al golpe del "tucano" como una conspiración que no se parece a las anteriores conspiraciones que los Estados Unidos han desarrollado en Latinoamérica para derrocar gobiernos que no le sirven a sus intereses imperialistas. El bombardeo por el Tucano del acto que se celebraría en La Victoria el 12 de febrero, y la eventual muerte del presidente Maduro, generaría situaciones impredecibles. Dice Díaz Rangel que ese golpe sería mucho más atípico que los anteriores golpes mencionados.
Dice a continuación que "en esas condiciones... seguramente surgiría un equipo dispuesto a anunciar que asumirían el poder". Esta última idea no la sigue desarrollando Díaz Rangel. Pero es precisamente esa idea la que nos permite inferir varias "etapas" del golpe imperialista.
Si la primera etapa del golpe consiste en el asesinato del Presidente Nicolás Maduro, y tal vez de otros dirigentes de la revolución, es de suponer que ese hecho generaría no sólo el repudio inmediato del pueblo venezolano y el rechazo de todos los países de la comunidad internacional, sino que daría paso también a una reacción violentísima de las fuerzas militares y civiles que respaldan al proceso bolivariano. Probablemente serían duramente atacados no sólo los ejecutores directos del atentado, sino también los sectores políticos identificados con el golpismo imperial.
Sería difícil pensar en ese escenario que el poder fuera asumido por la extrema derecha venezolana. Esa primera etapa del plan imperialista culminaría con la derrota militar de los golpistas, y acto seguido habría que resolver el posible "vacío de poder". Recordemos aquí que nuestra constitución contempla los pasos a seguir en caso de ausencia absoluta del presidente de la república, pero podemos suponer que el imperio buscaría, en medio de la confusión, saltarse los preceptos constitucionales y aplicar su propia receta golpista, la cual vendría convenientemente camuflajeada.
Vendría entonces una segunda etapa del plan imperial. Surgiría el "equipo dispuesto a anunciar que asumirían el poder", como afirma Díaz Rangel. Este sería un "equipo" que provendría del propio chavismo, y muy probablemente de los militares originarios del "4 de febrero", pues se supone que tendrían el currículum político suficiente para exigir ahora que se deje en manos de ellos la conducción del país en un momento de tan graves dificultades. Esto explicaría las declaraciones raras y confusas de gente como Heinz Dieterich o Pepe Mujica, quienes han hablado recientemente de un posible golpe de "militares de izquierda" o "bolivarianos".
Lo que no sabría el pueblo, es que ese "equipo" de militares supuestamente "chavistas", vendría ya comprometido con el plan imperial para desmontar desde el poder todo lo que se entiende por revolución bolivariana. De la misma manera como Rómulo Betancourt venía desde Nueva York en 1958 ya entregado totalmente ante el imperio yanqui, dispuesto a promover el Pacto de Punto Fijo para traicionar los anhelos revolucionarios del pueblo que derrocó al dictador Pérez Jiménez.
Esta segunda etapa llevaría entonces al poder a unos fieles peones del imperio, los cuales se apoderarían del gobierno haciéndose pasar como fieles seguidores de Chávez y del proyecto socialista que nos legara el comandante. Sin embargo, no sería tan fácil la gobernabilidad de este segundo grupo de conspiradores, y es probable que el imperio tenga entonces planificada una tercera etapa.
La segunda etapa implicaría una fuerte represión contra el movimiento popular chavista, el cual sería desmantelado en sus cuadros principales, para evitar que existan protestas cuando el nuevo gobierno de militares "chavistas" comience a desmontar las políticas sociales bolivarianas y aplique recetas económicas neoliberales como salida a la crisis económica del país. Esta confrontación entre gobierno militar "de izquierda" y pueblo chavista que exige seguir con el proceso revolucionario, sería de difícil pronóstico, y pudiera aumentar el caos político y económico en la sociedad venezolana.
En ese marco, la tercera etapa del plan imperial pudiera consistir en la promoción de un "pacto" entre "chavismo" y "oposición" para "pacificar" al país. De esa forma, asumiría el poder un gobierno de coalición, con figuras provenientes del chavismo (por supuesto, de la derecha chavista siempre oculta pero que ahora se rebelaría públicamente) y de los partidos de oposición (de los sectores supuestamente "no golpistas" como AD, UNT, Falcón, etc). En la calle, se continuaría con la más dura represión contra los revolucionarios y contra el pueblo chavista, buscando acabar con cualquier posibilidad de regreso al poder de los verdaderos bolivarianos.
Tanto en la segunda como en la tercera etapa, estaría la posibilidad de intervención de fuerzas militares extranjeras, con la excusa de ayudar a poner orden en un país "dislocado". De producirse esto, la participación de fuerzas paramilitares provenientes de Colombia serían usadas con toda seguridad.
También habría que decir que en las distintas etapas del plan golpista imperialista, sus artífices no están conscientes que son una simple marioneta al servicio de intereses foráneos. Creen verdaderamente que podrán apoderarse del poder y gobernar un régimen de "transición". No se dan cuenta que son desechables para el imperio, y que su papel es sólo de servir de peldaño para que el capital occidental se apodere nuevamente de Venezuela.
Esta reflexión es simplemente un ejercicio de los escenarios previstos por el plan golpista imperial, los cuales podemos estar seguros que las agencias estadounidenses deben tener una docena más de posibles escenarios en los cuales se preparan para acabar por diversas vías con el proceso revolucionario bolivariano.
El gobierno de los Estados Unidos se ha lanzado nuevamente, tal como lo hizo en 2001-2004, al intento real de derrocamiento y aniquilación de la revolución bolivariana. De la forma que reaccione el gobierno de Nicolás Maduro dependerá de que estos nuevos planes golpistas sean efectivamente derrotados.
Ya hemos agotado tinta y saliva en propuestas múltiples para afrontar esta crisis, y a través de las páginas de aporrea centenares de revolucionarios escriben todos los días infinidad de propuestas y reflexiones sobre el rumbo que debe tomar el gobierno para salir de esta crisis.
Sólo enfatizamos ahora que es imprescindible cambiar radicalmente el modelo dirigencial que el presidente Maduro ha ejecutado en estos dos años de gobierno. Ampliar democráticamente la alianza política revolucionaria para gobernar en pro del plan de la patria, el estado comunal y el proyecto socialista, es un paso necesario y urgente para consolidar la base de apoyo del gobierno y proceder al Golpe de Timón propuesto por Chávez como última orden destinada a solventar las deficiencias del proceso y retomar el camino revolucionario.
Sin combatir con fuerza las desviaciones hacia la derecha que se observan dentro del proceso, no se podrá evitar que la conspiración yanqui encuentre aliados dentro de las fuerzas chavistas. Sin golpe de timón urgente, el plan golpista yanqui puede terminar victorioso.
En términos históricos, el capitalismo mundial puede triunfar no sólo porque derroque al gobierno bolivariano, sino que el triunfo también podría concretarse si logra su desvío del plan revolucionario original y termina aplicando las políticas económicas y sociales que le convienen al capital financiero representado en el gobierno de USA y sus aliados. Parece que el objetivo actual del imperio es el primero, derrocar a Nicolás Maduro, pero de no lograr eso se propondría el segundo, presionar su desvío hacia políticas socialdemócratas.
Nuevamente dependerá de la política que asuma Nicolás Maduro, que se puedan derrotar las intenciones imperiales y se preserve el programa socialista de la revolución bolivariana.