El tiempo de los relojes convencionales no marca los ritmos de los procesos sociales ni naturales en general. El movimiento de la materia es el tiempo mismo y por tanto todo proceso, y las revoluciones así lo hacen, se rigen por sus propios relojes. Cuando medimos el tiempo de gestación de alguna semilla, tomamos ese tiempo y con él adecuamos los relojes que hemos diseñado, porque es el proceso de gestación el que adecua dichos relojes y no lo contrario .
¿Quiénes creen ustedes que han movido a las empresas que hoy caracterizan a las grandes potencias industriales que ofrecen gigantescos Productos Territoriales Brutos?, ¿acaso en verdad siguen creyendo que es o ha sido obra de empresarios superdotados con facultades e intuiciones u olfato agudo para los buenos negocios, tal como así lo afirmó tan irresponsablemente el afamado J. Schumpeter?
¿Acaso el cambio de un modo como el longevo capitalismo, hasta hoy entrelazado con EE UU y otras potencias burguesas, puede ser cuestión de meses o de pocos años, según los calendarios que nos regalan los comerciantes en cada Navidad? Ni la Rusia Soviética pudo consolidarse en muchas décadas. Creemos que en estos casos no hay cronómetro para medirlos. En Rusia el cambio fue de país rural a país socialista y por eso las expropiaciones no resultaron traumáticas. La oposición a los soviets fue más bien ideológica que económica. Este no es ni sería nuestro caso. Los progresos socialistas en Venezuela hasta ahora han caminado con pasos cortos pero firmes, a tenor de las dificultades que le han presentado los grandes empresarios burgueses.
Valgámonos del dinero o circulante monetario para ejemplarizar la dinámica “temporal” de cada bolívar volcado en la circulación.
Aclaremos antes que los monetaristas[1] sólo han visto la parte negativa del circulante porque han pretendido endilgarle al mercado la fuente de los beneficios y de los males de la economía nacional. Consideran que la causa de las inflaciones es el exceso de dinero en circulación, pero acallan la cuestión de la baja productividad y la no correspondencia entre demanda y oferta. O sea, se sacuden en cuanto al proceso productivo.
En la sociedad burguesa no sólo circulan las mercancías y el dinero, sino que lo hace el capital en sus diferentes presentaciones productivas y distributivas: circulan el dinero, los medios de producción, la mano de obra y las mercancías derivadas de ese proceso. Es que en el capitalismo la circulación involucra la producción y la distribución; por cierto, esta última es la que entra en los análisis de los economistas vulgares que han abordado la producción nacional porque los ingenieros industriales, los contadores y muchos otros piratas se han ocupado de la organización, armadura y puesta en marcha de los procesos productivos, de las fábricas y comercios en general.
Esta es la idea: cada bolívar empleado en la compra de fuerzas productivas pone a trabajar a estas, y en paralelo el bolívar involucrado realizará otro tanto en manos de los vendedores, o sea, de proveedores de medios de producción y de mano de obra.
En teoría y en la práctica, salvo pérdidas o destrucción de maquinarias y equipos por omisión en sus renovaciones, o por perecibilidad ocurrida cuando faltan medidas de prevención y mantenimiento, tales procesos se perpetuarán en el tiempo de cualquier sociedad; responderían a una suerte de inercia económica. Este es el encanto de la circulación, y no se necesita mayores dosis de cientificidad para que una economía funcione tal como la hemos explicado. De allí que hasta el más ignorante puede coparticipar en el circuito económico.
Esos procesos se reproducirán en su misma escala en el supuesto de que todo el plusvalor o excedente de producción sea consumido en cada período económico. Se conocieron procesos productivos egiptanos y medioevales que duraron cientos de años sin cambios revolucionarios. Es como aplicar la cuerda del reloj para darse cuerda a sí mismo.
Si tomamos en cuenta las llamadas fugas de capitales que se han convertido en dólares depositados en países extranjeros, cada bolívar petrolero, agrícola y minero que han ingresado al país, y descontados los ingentes despilfarros cometidos por las malas administraciones propias de los gobiernos irresponsables que hemos tenido, la riqueza nacional que aun así exhibe Venezuela es el resultado acumulativo de todo el trabajo productivo emprendido con esos bolívares.
La razón es que, arrancada la producción, ésta es resultado y causa de la economía en una comunidad, en un país, en una región. Por supuesto, se da entonces un proceso expansivo e intensivo cuando cada empresa por pequeña que sea produce más valor que el capital inicial y que el monto de los salarios cancelados; todo es cuestión de ir abarcando mercados vírgenes y movilizar fuerzas productivas ociosas para ir solventando clientes potenciales para que finalmente la magnitud de la oferta crezca tanto con su posible industrialización que el país termine convirtiéndose en potencia económica, y llegado a este estadio, prosperaría, en el caso capitalista, la vida de la clase burguesa y de una pequeña porción del proletariado, pero también crecería la ruina de la clase trabajadora ociosa u ocupada-lo hemos visto-, sin embargo, en el caso socialista, el progreso sería general y la fase de potenciación superaría con creces cualquier tamaño económico hasta ahora conocido en las economías imperiales burguesas.
Observemos que, ajustada la nómina burocrática que podría ser costeada por los impuestos empresariales, la ausencia de los dólares petroleros podría no ser tan catastrófico como nos los han vendido aquellos apologistas de la industrialización burguesa cuando han enfatizado, magnificado y convertido la exportación petrolera en un irremediable vicio económico. Si esto fuera verdad, no podríamos explicarnos la economía de países no petroleros. El dólar petrolero debe ser usado sólo para crecer y crecer .
Desde luego, hemos tenido una economía supergastiva, y sufrido un saqueo de dólares y ganancias nacionales que han emigrado, y hemos despilfarrado ingentes recursos, pero una sabia y disciplinada administración pública podría perfectamente garantizar un economía, si no en crecimiento, sí estacionaria y sin necesidad de desempleo de recurso alguno porque, por el contrario, mientras más empelo demos más se incrementará la circulación; tal es el secreto de la potenciación económica. O sea, la economía tiene motor y tiempos propios.
13/03/2015 03:58:04 p.m.
[1] Se trata de panegiristas tarifados de la burguesía.