Parece mentira que unos dos mil años después de aquel decreto firmado por el imperio romano, calificando al Nazareno libertario, llamado Jesús y conocido como el hijo del carpintero José, como "amenaza inusual y extraordinaria" para los intereses del poder de los ricos extorsionadores de siempre, se produzca hoy uno nuevo y de similar estilo, contra el pueblo de Venezuela.
La distancia de los hechos históricos pone en común la esencia de la lucha de clases, de los pobres irredentos contra los ricos asentados en el poder erigido sobre la esclavización y explotación de los sin nada. Entre el Nazareno, crucificado por el imperio, luego de comprobar el carácter insurreccional de sus actos de amor, de sanación, de consuelo, de perdón y de paz y el arañero de Sabaneta, media una distancia muy corta. La que está determinada por la convicción de que un nuevo mundo es necesario y posible.
Las campañas mediáticas desatadas por el imperio romano en contra de la figura del revolucionario Jesús, el Nazareno (por su lugar de origen: Nazareth), hasta satanizarlo y considerarlo "amenaza inusual y extraordinaria" del poderoso imperio romano, produjeron la captura del "indiciado", su presentación ante viciados tribunales, la manipulación de "testigos", su prisión, el sometimiento a las más bárbaras torturas -reservadas entonces para los prisioneros políticos o reos contra el estado imperial- y asesinado en aquel caballete de martirio y desangramiento que era la cruz.
La muerte es siempre el recurso del poder imperial en contra de quienes le cuestionan, de quienes luchan por la igualdad y la redención del género humano. El caso de Jesús, el crucificado, es uno, durante toda la historia bimilenaria de intentos por silenciar al pueblo, a su memoria, a sus procesos de liberación y a sus líderes más emblemáticos. Chávez es el más nuestro de los nazarenos contemporáneos. Por eso, cuando el imperio de nuevo tipo, el imperio del capital, con su expresión política y militar en el poderío estadounidense, califica a Venezuela de amenaza inusual y extraordinaria contra ellos, más que provocar risa, genera la preocupación por un nuevo intento de crucifixión masiva de un pueblo valiente, soberano, independentista y que construye su Patria socialista siguiendo el liderazgo del inmortal Comandante Supremo Hugo Chávez.
Hasta tanto la humanidad toda no consiga acabar con el pensamiento único, guerrerista, discriminatorio y genocida del imperio mundial estadounidense, no habrá paz y seguirán pendiendo amenazas contra las inmensas mayorías ninguneadas. Basta ya de que la minoría imperial nos siga viendo como su amenaza, cuando la real amenaza y acción depredadora es la de ellos y de sus títeres, como Barack Obama. Somos pueblo de amor, de lucha y esperanza, como el Nazareno, como Bolívar, como Gandhi, como Che, como Chávez y como miles de seres de paz e igualdad en la justicia.