Salarios, patronos y fuerza de trabajo

Los salarios revelan que el patrono paga según el trabajo recibido y no sg. el precio de la fuerza de trabajo. Como eso hace, a cada trabajador explota con diferentes tasas de plusvalía, y a mayor preparación técnica, mayor grado de explotación le practica[1]

Cuando el empresario afirma que no explota a sus trabajadores porque les paga según lo que ellos aportan a la empresa, y de allí que clasifique técnicamente a sus trabajadores para pagarles salarios tan diferentes entre sí como diferentes sean las cualidades de su formación tecnoacadémica y experimental, cuando eso afirma, decimos, dice una verdad a medias.

Por supuesto, de esa manera, los salarios se hallan en función de la calidad de la mano de obra recibida, según su simpleza o complejidad, y ello hace pensar que se está pagando por su trabajo realizado. Lo que no termina de aceptar ese patrono es el planteamiento de Karl Marx.

Marx no dice que el salario sólo pague la fuerza de trabajo simple, no sólo que el valor de cambio de esta fuerza se corresponda con el valor de cambio de la cesta necesaria para la conservación diaria del trabajador y de su familia en términos sociales o promediales.

Marx se limita a decir que el patrono paga un salario, bajo, mediano o alto, por un monto salarial que es equivalente al valor creado por el trabajador durante sólo unas horas de la jornada diaria. Estas horas dependerían, pues, de la calidad de la fuerza de trabajo o de su productividad.

Desde luego, Marx deja bien claro que ese salario representa el valor de la fuerza de trabajo y esta fuerza sería diferente según la calidad y preparación técnica del vendedor de dicha fuerza.

Digamos que habría tantos tipos de fuerzas de trabajo y tantos tipos de salarios como tipos de trabajadores calificados contrate la empresa. Habrán tantas cestas básicas como grados de educación presente la plantilla de la empresa.

En consecuencia, a los trabajador con diferentes fuerzas de trabajo, unos más complejos o calificados que otros, el patrono les paga diferentes cestas básicas, diferentes valores de cambio por la utilización de las respectivas fuerzas de trabajo, pero, al mismo tiempo, a cada trabajador con diferente fuerza de trabajo le está explotando con una tasa diferente de plusvalía.


[1] De aquí se infiere que mientras más ilustrados resulten los asalariados más serviles se muestran, más ignoran que son explotados, porque al recibir mejor paga que otros, a no pensar nada, piensan que sólo explotan a otros o que esos ganan menos es porque menos merecen.



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Manuel C. Martínez


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