Cuando empezamos a vivir y a apreciar en directo, frente a nuestro propios ojos y en nuestra propia piel, lo que acontece diariamente en las calles y en las instituciones de América Latina, con las rebeliones cada vez más intensas y decididas de los pobres, con la pauperización económica de las grandes mayorías galopando a ritmos agigantados y con la irrupción “como por arte de magia” de nuevos liderazgos políticos centrados en la lucha indígena (México y Bolivia), militar nacionalista y bolivariana (Venezuela y Ecuador), económica alternativa (Argentina y Chile) y de los nuevos movimientos sociales (Brasil), nos quedamos atónitos al descubrir que es muy poco lo que pueden hacer los organismos internacionales como la ONU y la OEA.
El concepto y las aplicaciones del significado mismo de Democracia, ya no se reduce exclusivamente a la realización de unas elecciones, ni a la delegación de mandatos en representantes, sino que trasciende a las exigencias populares de Democracia Económica, de participación y protagonismo social, de justicia y de igualdad.
Pareciera que estuviésemos acudiendo al final de un orden económico, político y social (por lo menos en nuestra propia tierra), para trazar nuevos rumbos, que sin ser socialistas no quieren parecerse en lo más mínimo a los modelos clásicos del Capitalismo y sus expresiones recientes más salvajes, corruptas, antiecológicas y fracasadas como El Keynesianismo, El Capitalismo Dependiente Periférico y El Neoliberalismo.
La pretendida Globalización Económica Integral (que pretende uniformar al mundo hasta en sus gustos gastronómicos, creencias religiosas y manifestaciones culturales), pese a que ha contado con una plataforma tecnológica y mediática poderosa, junto al aval militar permanente, no menos poderoso, de los ejércitos aliados de la OTAN encabezados por EEUU y los cascos azules de la ONU, no ha sido sino el caldo de cultivo para que surjan en contraposición unos movimientos sociales antiglobalización de carácter alternativo que reivindican, promueven y resaltan la memoria histórica de los pueblos, la ecología, las cosas sencillas, la democracia directa, la micro planificación, el retorno del sentir nacional (disfrutando una especie de unidad histórica en medio de la diversidad cultural de todos los pueblos del mundo) y la nociones de solidaridad, libertad y comunidad.
Surge a la par con estos movimientos antiglobalización la idea y la concreción de ir organizando y articulando a los pueblos y a los gobernantes que no comulgan con el Orden Global del Capitalismo con factura gringa u occidentalista, en foros mundiales igualmente alternativos como el Foro Social Mundial, que apuntan claramente hacia nuevos modelos de participación política de los ciudadanos y, sobre todo, de nuevos modelos de Economía, de producción, de distribución y de organización justa de la sociedad.
En Venezuela, estos nuevos modelos tienen su expresión más definida en las tesis que viene construyendo el Ministerio de Planificación y Desarrollo, a través en lo que han dado en denominar como Economía Social.
Estas propuestas de Economía Social plantean que lo que produce y tiene La Casa – Hábitat – Planeta – País, pertenece por igual a todos los ciudadanos y todas las ciudadanas, estando todos y todas igualitariamente en el derecho a su disfrute y en la obligación ecológica de administrar, desde lo micro, lo cotidiano y lo local, los ingresos y las riquezas con sentido de justicia, honestidad y sustentabilidad para preservar el mundo, de tal manera que lo que hagamos y disfrutemos social y económicamente en el presente garantice mejores condiciones de vida a las generaciones del futuro.
Ante estas tesis, caen (o van a caer inevitablemente) por el suelo las instituciones. ¡Llámense como se llamen!: Un ministerio, una gobernación, una alcaldía y hasta la misma ONU.
Los planes económicos, las fórmulas y los estudios de la CEPAL, de la ONU y de la OEA, por ejemplo, no han impedido la proliferación de niños de la calle y de la prostitución en todo el mundo, no han detenido el auge de la pobreza, ni han democratizado los bienes naturales y sociales que pertenecen a todos por igual.
Prevalecen en el mundo y sus instituciones de poder, el darwinismo social (sálvese quien pueda o, para decirlo en términos más literarios, la sobrevivencia de los más aptos) y la competencia desmedida por la conquista y preservación de dinero, status y bienes materiales, sin importar qué o a quiénes se destruye.
Las conferencias de la ONU, que son muy serias, científicamente fundamentadas, altamente sociales y muy buenas para orientar la gestión pública en todo el mundo, como las de EDUCACIÓN (1990), MEDIO AMBIENTE Y DESARROLLO (1992), DERECHOS HUMANOS (1993), POBLACIÓN, DESARROLLO Y REDUCCIÓN DE DESASTRES NATURALES (1994), DESARROLLO SOCIAL (1995), ADELANTO DE LA MUJER (1995), ASENTAMIENTOS HUMANOS (1996) Y SEGURIDAD ALIMENTARIA (1996), no son, en el caso específico de países africanos y latinoamericanos como el nuestro sino eso: Conferencias. Conferencias incluso que no son del dominio, ni del más mínimo conocimiento de los arquitectos, académicos y ejecutantes del poder. De todas maneras, valga advertir que las teorías y las conferencias, por muy buenas y convincentes que parezcan, chocan con la práctica de sus pregonantes y sólo pueden ser corroboradas, inutilizadas, validadas o negadas en el marco de su interacción con la realidad (más aún cuando se tiene a mano lo que sienten, piensan y también escriben los dolientes y vivientes de esa realidad).
Estando así de rebasada la credibilidad y utilidad de organismos como la ONU y de la OEA (por lo que dicen y lo que hacen, y sobre todo por lo que gastan) muchos dirigentes comunitarios y de gobierno del mal llamado tercer mundo han optado por buscar orientaciones más radicales, más reales, más parecidas a nosotros y más comprometidas, desde el punto de vista de los intereses y la vida de los pobres, como las que encuentran en los movimientos antiglobalización y en el Foro Social Mundial. Sobre todo en este último.
Lo más atractivo para quienes andan buscando estas orientaciones, que parecen de una izquierda sesentosa o de un marxismo romántico y trasnochado, pero no lo son estrictamente porque aquí y hoy convergen por una cuestión de pura conciencia y superando cualquier barrera, ecologistas y hippies, alcaldes y estudiantes, ex guerrilleros y policías, indígenas y ministros, antidogmáticos y dogmáticos, filósofos y bebedores de acera, artesanos y militares bolivarianos, postmodernos y marxistas críticos, afro descendientes y sacerdotes, buhoneros y campesinos, y todos juntos a la vez, viene siendo la importancia del debate popular, sincero, libre y abierto, el conocimiento sencillo y verdaderamente útil del pueblo mismo para sobrevivir y avanzar en sus avatares cotidianos desde que comenzó a ser pueblo, el legado de los hierbateros, los curanderos y los chamanes, la valoración del conuco y de las huertas, la producción autogestionaria de base y la noción de que por encima de todas las cosas somos hermanos. En pocas palabras: Todo lo que de libertades y de una extraña, bonita y nueva revolución que se sustenta en la paz, la democracia, el diálogo de saberes, la justicia y la alegría, tiene lo que empezamos a conocer como Economía Social.