El 22 julio se cumplirán nueve meses de la partida física de una mujer portugueseña que demostró en vida el coraje, la convicción y los principios de la mujer revolucionaria de los nuevos tiempos. Doña Carmen Amalia, sostuvo en su ideario socialista que la mujer tenía que ser el instrumento detonante de las transformaciones sociales. Como expusiera Teófilo Santaella, en su artículo Perfil de un revolucionario, el camino está plegado de obstáculos y sacrificios, y uno de ellos, quizás el más importante, se encuentra anidado dentro de nosotros mismos; ese demonio, destaca Santaella, “… hay que vencerlo para mantenerse parado, como un milenario roble”. Y eso fue doña Carmen Amalia, un roble que orientó en sus reuniones de familia y amigos, a tomar una conciencia transformadora, que nos acercara a lo que el escritor Eduardo Galeano, recientemente fallecido, llamara la “vocación idealista de las voces libres del pasado”.
La periodista Marbelys Mavárez Laguna, en su ensayo titulado también “Perfil de un Revolucionario”, escrito en el 2008, describe, a grandes rasgos, parte de ese sentido transformador e integracionista de doña Carmen Amalia, al decir que: “…un revolucionario es alguien desprendido de lo material…Lo material, debo explicarlo en esta ocasión, no debe ser asumido en su concepción tradicional. Las cosas, objetos materiales, bienes, etc., no deben considerase como un fin en sí mismo. Deben ser asumidos como consecuencia o producto de esfuerzos. Deben venir por añadidura cuando las acciones transformadoras de mujeres y hombres son impregnadas de esfuerzos…” Y de ese tipo de materialismo histórico abogaba doña Carmen Amalia, para ella el revolucionario debía ser recompensado según su esfuerzo y su dedicación; no ser subutilizado, o manipulado por grupos extremistas, debía ser parte visceral de la existencia en comunidad, compartir, cooperar, ser extensión invisible de ese Estado que lo visibiliza a través de las obras sociales y los aportes fundamentales a los sectores menos favorecidos de la sociedad. Ella nunca dudó del esfuerzo del Comandante Supremo Hugo Chávez por buscar un camino que garantizara la felicidad plena de todos los ciudadanos, pero también fue crítica al exponer, abiertamente y sin tapujos, dada su edad y experiencia, de que la revolución no se podía hacer desde las trincheras del miedo y de la indolencia, y que era necesario erradicar la corrupción y la impunidad. Debe caer el peso de la ley sobre aquellos que conspiran contra la Patria y contra la nueva independencia nacional: “No debemos depender de nadie ni de nada que no sea nuestro propio esfuerzo y talento”.
Si en algo es importante destacar es que doña Carmen Amalia se sitúa como una mujer de hogar venezolana con convicciones políticas propias, con responsabilidad social definida y con un espíritu inquebrantable de lucha que la sitúa al lado de las proezas de mujeres como Teresa Carreño, que impactó al mundo con su destreza y talento en el piano en el siglo XIX; con Luisa Cáceres de Arismendi, quien en la gesta de independencia fue detenida para darle presión a su esposo y éste se rindiera, pero ella soportó estoicamente; con Josefa Camejo considerada por los historiadores y conocedores del tema como una heroína nacional, por ser pionera en hacer renacer el sentimiento luchador y revolucionario que la impulsaría a librar batalla en pro de la libertad de diversas regiones; con Concepción Mariño, mujer muy valiente del siglo XVIII, que se unió a sus hermanos y a otros patriotas en las luchas, en sus propiedades en el islote de Chacachacare se reunían los patriotas para discutir las estrategias; con Juana Ramírez, quien en el siglo XIX, de quien se cuenta que apertrechó cañones para defender sus líneas de combate, auxilió a los heridos y enfrentó valientemente al enemigo, en los duros momentos de la primera República en el proceso de independencia…En fin, doña Carmen Amalia, entra en el calendario patriótico de las mujeres que con sus acciones heroicas demostraron que la mujer revolucionaria no solamente estaba hecha para alimentar la tropa o cuidar de los infantes, sino para intervenir con la fuerza más descomunal conocida en la transformación hacia una sociedad más justa, solidaria, libre de la esclavitud y de los sin sabores de un pueblo que se quiso hacer imagen y semejanza a una Europa marchita que estaba en franca decadencia social y moral. Hoy es el imperio norteamericano que acecha la paz mundial, y ante esa batalla, que por la temprana partida de doña Carmen Amalia quizás no podamos oír sus consejos hoy día, seguro su voz sería “¡seguid luchando Carajo!”.
Doña Carmen Amalia ha partido, eso ya es inevitable no entenderlo. Pero en el legado de su hijo Manuel Herrera ha quedo esa voz que caracterizó a su madre como la mujer revolucionaria, bolivariana y en extremo comprometida con la causa nacional del Movimiento Social, articulado por el Gran Polo Patriótico (GPP) del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), donde Anahí Arismendi, expresó que somos “…el gran muro de contención que significamos en la defensa de esta Revolución, mayoría no solo en el Partido sino en los movimientos sociales, consejos comunales, en los distintos espacios de comunicación…” Doña Carmen Amalia era una mujer dura con sus palabras, y su acción como militante de la verdad y del socialismo, la hizo comprender la Revolución Bolivariana como un solo frente contra el imperialismo en cualquier terreno que se plantee; era necesario, llegó a decir, garantizar la victoria electoral de las fuerzas revolucionarias y derrotar toda la guerra económica que pretende doblegar la revolución. La revolución, dijo en vida doña Carmen Amalia, es “un acto de fe en el pueblo”, y esas sabias palabras hoy nos deben llegar al corazón y esgrimir hacia ella una oración de agradecimiento por los años que compartió con nosotros y por la fuerza moral y ética conque se fue físicamente. Siempre con la templanza de la mujer luchadora, aguerrida, verdadera, auténtica. Mujer de manos fuertes y corazón sensible por todos los que vivimos a diario la lucha por desterrar a los destructores de nuestro planeta. Mi abrazo y amistad eterna a la familia Herrera y que viva por siempre el legado de doña Carmen Amalia.
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