Progresión geométrica del bachaquero, y progresión aritmética del “asalariero”

La delincuencia comercial hoy exhibe su rostro de hambreadora.

Robert Malthus[1], el clérigo inglés, se quedó corto con su hambruna en perspectiva cuando habló de población en abstracto porque ahora resulta que no toda la población ha crecido demográficamente en progresión geométrica.

Efectivamente, la población de los bachaqueros está creciendo bajo esa misma progresión calculada por Malthus, pero a la población de los asalariados sus salarios le siguen una progresión meramente aritmética.

¿Qué está ocurriendo y cómo podemos conjeturar las  causas de esas actuales y disímiles progresiones dentro de la población consumidora y comercial?

Este fenómeno no es muy difícil de explicarlo:  los excesivos, desatados, desgobernados  y explosivos incrementos de precios cuya formación, por ahora,  está  gozando de   absoluta libertad porque hasta los precios justos[2] están siendo borrados y remarcados con la mayor desfachatez por parte de ese comerciante que siempre ha tenido inclinaciones propias de pillos, pero quienes, si antes sabían guardar las apariencias, hoy poco le importa su actuación especulativa abierta y desafiante, ya que por ahora no hay una manera eficaz, eficiente y oportuna de ponerle freno a su inmoral conducta.  

Mientras tanto, el asalariado ve cómo se le achica la cesta básica y opta por matar unos tigritos extras,  y lo más expedito e impune que puede hacer es meterse también a bachaquero o a bachaquera.

 Y así, pues,  vecinos y vecinas, amigos y amigas, amiguitos, compadres y comadres, niños, ancianos y jóvenes se han anotado en esa pomada,  con lo cual el número de bachaqueros aumenta explosivamente en la medida que los salarios son viciosamente constreñidos por las mismas subas de precios que más reimpulsan la especulación por parte de los especulados.

 O sea, tenemos un cuadro de víctimas convertidas en victimarios de nuevas víctimas que terminarían asimiladas a nuevos contingentes de bachaqueros, mientras las  leyes, instituciones y gobernantes sigan asumiendo posturas tan blandengues e inarmónicas con la dinámica de la delincuencia comercial actual.   Eso nos recuerda el procaz proverbio, según el cual, “A quien no lo agarra, se lo agarran”.

03/06/2015 01:58:46 p.m.



[1] Siglo XVIII.

[2] A precios justos o regulados sólo compra una parte de la población consumidora; el grueso de las mercancías con precios justos camina a través de auténticas cadenas de intermediarios ilegales, y en complicidad descarada de muchos burócratas de los expendios oficiales , y de empleados de las empresas privadas quienes también hacen reservaciones a consumidores a precios de bachaqueros.



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Manuel C. Martínez


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