Es difícil y prematuro limpiar 100% la Administración Pública de tantos cultivos enfermos dejados por la IV República.
Las ganancias del empresario burgués venezolano siempre estuvieron sujetas a los vaivenes de la oferta y la demanda, a la buena o mala gerencia financiera y al albur de todos los tiempos, máxime con la inclusión de las provenientes de la parasitaria Renta Petrolera, ganancias que estuvieron garantizadas por la Política bipartidista que conocimos durante esas 4 décadas puntofijistas, primero como siembra de antivalores, y ahora como su legado contrarrevolucionario.
Hoy, el modo de vida burgués asoma su fin. Todo comenzó con la pérdida del Poder Político; dejaron de ser los inquilinos regulares de Miraflores y con ello de Pdvsa, y por consiguiente perdieron competencia para la designación arbitraria de Ministros, magistrados y legisladores, embajadores, gobernadores, jefes civiles, alcaldes y derivados.
Posteriormente comenzaron a perder una ínfima parte de sus propiedades inmobiliarias, las descaradamente ociosas o subutilizadas. También han tenido que vender por vía de expropiación algunas empresas que han usado para boicotear la economía y así mal poner la Administración gubernamental actual.
Por supuesto, tales inmuebles y medios de producción expropiados no pueden considerarse amenazas para su modo de vida ya que sus propietarios en su mayoría han seguido gozando de la Renta Petrolera a través de un CADIVI montado a su medida con el torcido mecanismo del subsidio para los pobres y con la subvención a capitalistas que es tanto como poner zamuros a cuidar carne. De todos son conocidos sus nefastos resultados mostrados hasta ahora, no sólo para enriquecerse, sino como estrategia trazada para volver al poder político perdido en los términos convencionales o democraticoelectorales.
Los subsidios al consumidor sólo llegan a este cuando la fabricación y el mercadeo de los productos básicos corren a cargo directo de funcionarios públicos, y entre estos los ha habido tan corruptos como los empresarios salientes. Es difícil y prematuro limpiar la Administración Pública de tantos cultivos dejados por la IV República. En cuanto a las subvenciones al empresario venezolano privado, cuando este no es proclive a un cambio de vida, del modo burgués al socialista, ayudarlo es tanto como tirar dinero en saco roto ya que él suele ver en tales ayudas una forma de tomar parte del petróleo que es de todos.
Pero, en resumen, lo que perdería el capitalista con un cambio de vida al socialismo consolidado es la pérdida de las rentas que ha venido disfrutando, usando y disponiendo a su antojo, tanto las jugosas de la renta petrolera, como las pocas provenientes de plusvalía.