La posibilidad cierta de tomar el cielo por asalto y alcanzar la utopía del socialismo, no está basada en la economía sino en el ser humano. Es la persona el centro de toda verdadera revolución. No se lucha para transformar la sociedad presente, capitalista y explotadora, con el objetivo de establecer una nueva economía a la que los individuos continúen sujetos.
Construir la sociedad socialista pasa, sin dudas, por la crítica de la economía política, tal como lo hiciera Carlos Marx cuando descubre que es la alienación la que ata de ideología -es decir, de falsa conciencia-, a los seres humanos, quienes, cosificados por el capital, no tienen otra manera de relacionarse en la sociedad de explotación.
No nos cansaremos de insistir en esto. E insistir también en que, aunque tenemos toda la voluntad de alcanzar, cuanto antes, la sociedad de las y los iguales, todavía no vivimos en socialismo. Nuestra Revolución Bolivariana y Chavista se define socialista, no porque hayamos alcanzado ese nivel de relaciones entre los seres humanos para producir, distribuir y consumir los bienes materiales, sino porque así la queremos. Queremos el socialismo y por él luchamos.
Por esta enorme contradicción, que a nuestro Comandante Supremo Hugo Chávez le gustaba resaltar innumerables veces, entre el pasado-presente y el porvenir (igualmente) presente y que el filósofo y revolucionario comunista Antonio Gramsci caracterizó en un momento histórico de transición entre lo que muere y lo que nace, es que resulta difícil comprender, aprehender, lo real concreto.
En Venezuela, el Gobierno Bolivariano y Chavista que preside el camarada Nicolás Maduro y que antes presidió el camarada Hugo Chávez, no es un gobierno socialista, sino un gobierno que quiere el socialismo, que contribuye deliberadamente a luchar por esa sociedad de las y los iguales, que construye, junto al pueblo proletario, la Patria socialista.
Esto es algo muy importante de tener claro. El enemigo de clase, el capitalismo, los burgueses, los explotadores, lo tienen suficientemente claro. Nosotros no. Y es así porque nuestro pensamiento, nuestras ideas, son el pensamiento y las ideas dominantes. Es decir, pensamos como capitalistas, como burgueses, como explotadores, sin tener ni el menor asomo de serlo. Las ideas dominantes son siempre las ideas de la clase dominante.
Claro que si hay ideas de la clase dominante, también hay ideas de la clase dominada. Pero las ideas, el pensamiento del proletariado, solo serán completamente visibles cuando los explotados alcancen su liberación, es decir cuando se comience a producir sin explotación, sin apropiación, en pocas manos, del capital y de los medios con los que se produce, incluyendo la fuerza de trabajo.
Es por eso que hoy, cuando en Venezuela se hacen más patentes las contradicciones entre el capital y el trabajo, el desespero de los sectores intermedios, de los pequeñoburgueses, de las autonombradas "clases medias", les lleva a entramparse en un aparente callejón sin salida porque "esta inflación es incontrolable", "todo está carísimo", "no me alcanza el salario", "el dólar volvió a subir" o "Maduro no sirve". Son todas quejas que los dominadores quieren escuchar, quejas que esconden la verdad, quejas que expresan la sujeción al pensamiento dominante y, por tanto, a la desesperanza que lleva a concluir que "el capitalismo es fatalmente necesario".
En fin, el pensamiento economicista de los de a pie es el mismo pensamiento economicista y dolarizado de los apoltronados burgueses. Sólo cuando entendamos que la revolución por el socialismo está fundamentada en el ser humano y no en la economía ni los economicismos, empezaremos a ser libres. Y ésta no es una tarea de gobierno, sino de los de a pie, que, afortunadamente, nos hemos dado este gobierno.