La fitoterapia en Mérida. Breve escrito sobre su origen y trascendencia

A propósito del Día Mundial contra la Hepatitis, considérese pertinente este artículo, referido al empleo medicinal de plantas en el pasado y presente merideño.

Es indudable que la fitoterapia, o uso de plantas para el tratamiento de enfermedades y síntomas, es de larga data en el mundo entero, y en los Andes merideños ampliamente practicada desde el mismo periodo prehispánico, cuando los aborígenes, mediante el empirismo, llegaron a conocer de forma profunda el medio vegetal que les rodeaba, y a aprovechar las propiedades de numerosas plantas. Contando con la naturaleza como gigantesco laboratorio-farmacia, los indígenas utilizaban diversas partes de las plantas como analgésicas, antipiréticas, antiparasitarias, antiinflamatorias, antiespasmódicas, laxantes y pare de contar. Mucho antes de que surgiera la medicina académica en Mérida, los naturales sabían tratar muy bien a los enfermos, y la fitoterapia fue ubicada incluso en un plano simbólico, de manera que los antiguos pobladores ya concebían al ser humano y su salud de forma integral (mente sana, cuerpo sano).

Hoy día, a pesar de los avances en la medicina científico-ortodoxa-alopática, la fitoterapia sigue formando parte de la cotidianidad de los merideños, en especial de los campesinos, fieles continuadores de la medicina empírico-naturista. En este sentido es común que en lugares del valle alto del rio Chama, por ejemplo, haya quienes prefieran tomar infusiones de hojas de frailejón para aliviar ciertas molestias respiratorias, o ‘bebedizos’ de flores de verbena para bajar la temperatura corporal en casos de fiebre.

Tristemente las propiedades medicinales de numerosas plantas continúan siendo menospreciadas por el grueso de la comunidad médica internacional, aún cuando tales propiedades han sido comprobadas a nivel botánico y farmacéutico, y los principios activos de algunas especies son básicos en diversos fármacos. Incluso se ha intentado prohibir a escala global, bajo presión de la gran industria farmacéutica, el expendio libre de hojas, raíces, flores y otras partes de árboles, arbustos e hierbas, y así limitar cada vez más una práctica tan antigua como la misma humanidad: el uso interno y externo (al menos de forma directa) de la manzanilla, del anís, de la salvia, del frailejón, de la verbena, del romero, del ajenjo, del sen, del pino, de la ruda y de otros vegetales generosamente aportados por la Madre Tierra para el beneficio de la salud del hombre y de otros seres vivos.

A continuación el extracto de un texto del sociólogo Julio César Salas, publicado en la obra Etnografía de Venezuela (Mérida, ULA, 1997, pp. 88-90), en el que se hace referencia al uso de plantas medicinales en Mérida, tanto por los antiguos pobladores como por los campesinos de la época en la que Salas sacó a la luz su escrito (primeros años del siglo XX). Destaca en dicho texto, el llamado de atención del sociólogo respecto al menosprecio científico de las propiedades medicinales del reino vegetal, situación que persiste en buena medida.

"(…) conocían los indios multitud de plantas útiles para curar algunas enfermedades (…)

Los médicos rústicos, campesinos y yerbateros de los Andes merideños, quienes han sustituido a los mohanes y piaches indígenas, tienen crédito muchas veces entre personas civilizadas, en virtud de que realmente, cuando conocen las yerbas, realizan buenas curaciones (…)

Lamentable error es no estudiar científicamente la multitud de plantas medicinales y yerbajos que emplean los indios para curarse, pues sabe más el loco en su casa que el cuerdo en la ajena y la farmacopea podría enriquecerse, no despreciando orgullosamente ese conocimiento profundo que sobre las propiedades de las plantas ha acumulado durante siglos la experiencia en los indios y hombres que están en contacto diario con la naturaleza (…): Tacamahaca, caraña, caricari, anime, cabima, estoraque (…), guácimo (…), cocuiza (…), cebadilla, barbasco, pepeo, borrachera, pomarrosa, vira-vira (…), orumaco (…), maitin, tampaco, sai-sai (…) y tantas otras plantas, clasificadas botánicamente las menos, cuyas propiedades benéficas fueron conocidas por los aborígenes de la Cordillera de los Andes y de otras partes de Venezuela y que por tradición remota emplean empíricos y campesinos".



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Rubén Alexis Hernández

Licenciado en Historia, Magíster en Historia de Venezuela. Antiimperialista, izquierdista y ateo

 ruhergeohist@yahoo.com

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