Arriba el Libertador al año 232° de una existencia destinada a la infinitud. No puede morir porque es un hombre-pueblo, residente en corazones y conciencias y presente en cada acción colectiva en pro de la libertad y la justicia.
Pero cuán difícil decir algo nuevo sobre él. Por lo cual tomaré de un texto que escribí en su año bicentenario, en el cual contrasté sus grandes ideas con la realidad nuestramericana de la época.
"¿Dónde están los gobiernos que han instaurado la mayor suma de felicidad, seguridad y estabilidad para sus pueblos? ¿Dónde la nación de repúblicas que asegura, por su libertad y gloria, la intangibilidad soberana frente a quienes, pareciera que destinados por la Providencia, plagan la América de miserias en nombre de la libertad? Moral y luces siguen siendo nuestras primeras necesidades. La independencia, el único bien ganado a costa de todos los demás, se halla mediatizada por la coyunda de codiciosos e implacables intereses extranjeros (el imperialismo vislumbrado) clavados sobre el cuerpo de nuestras patrias. Ni felicidad, ni igualdad, ni unidad, ni justicia, ni independencia, ni libertad, ni gloria a la altura de las demandas de Bolívar. Sólo Cuba está hoy levantando su estandarte".
Para gloria bolivariana de Venezuela, Cuba ya no está sola y nuestra Patria asume de nuevo el rol que jugó en las primeras décadas del siglo XIX. A Bolívar le nació un hijo amasado en carne de pueblo, y ese hijo tomó la idea maestra y la espada del padre y las puso a caminar por los senderos de América y el mundo.
El huracán de la revolución otra vez sopla y estremece a "nuestra extensa latitud", ya no silenciosa como en el poema de Neruda, sino vibrante de cantos libertarios. Acosada y atosigada de problemas, pero rumbo imparable hacia la victoria definitiva.
¡Viva el Libertador! ¡Viva su hijo líder de la Revolución Bolivariana! ¡Viva Nicolás Maduro Moros, el Continuador!