Desalambrar es un acto de violencia, no lo dudo. Toda revolución es una acto de violencia, total, ésta es la partera de la historia. Es Daniel Vigllieti, el trovador uruguayo, quien ha paseado su canto de unidad del campesinado, por todos los países de Nuestramérica y del mundo, invitándonos a recuperar la tierra que "es tuya y mía, de Pedro, María, de Juan y José".
Pero antes que el vital y vigente canto de Vigllieti, está la proclama de Pancho Villa y de Emiliano Zapata en el despliegue de la revolución mexicana y de nuestro Ezequiel Zamora, alzando su grito de "¡Tierra y hombres libres!".
Hugo Chávez, el libertador de este siglo 21, asume todas esas voces y muchas más, cuando vuelca su mirada de campesino genuino hacia nuestras tierras, esas que su propia familia nuca tuvo ni pudo disfrutar y emprende las luchas liberadoras e independentistas del pueblo venezolano, bajo la orientación programática del "árbol de las tres raíces" que siempre nos mostró integrado por las ideas de Simón Bolívar, de Simón Rodríguez y de Ezequiel Zamora.
Todos estos violentos, son y han sido capaces de usar la misma para girar la realidad social en su conjunto en 360 grados, es decir, en una revolución. Sólo que nuestros violentos desalambradores, no están recurriendo a la misma violencia, cruenta y bestial propia al burgués, al capitalista, que llegó con saña a nuestra tierra, para arrebatárnosla, al paso que nos arrebataba la conciencia, la cosmovisión, las creencias, la vida y nuestra identidad plena con la naturaleza.
Nuestro pueblo, Bolivariano y Chavista, recurre a la violencia del amor, a la convicción de ideas y raíces, para descolonizarnos, volvernos definitivamente independientes, hacernos dueños auténticos de las tierras que nos arrebataron y destruir todas las fronteras, todas las alambradas, las de de las tierras, pero también con las que escinden nuestra conciencia, de clase, de campesinado, de trabajadoras y trabajadores, de proletarios.
No tengo ninguna duda que la violencia desmedida con la que el imperio del capital y sus aparatos represivos e ideológicos de Estado, asentados simbólicamente en los Estados Unidos de Norteamérica, se arrecia y arreciará con proporción a la resistencia y combate que le den nuestros pueblos en sus pretensiones por arrebatarnos la soberanía y frenar el avance liberador e independentista de nuestra Revolución Bolivariana.
Hoy lo hacen a través de la guerra económica, con el acaparamiento, la desaparición y el encarecimiento de productos alimenticios y básicos en general además del fomento del bachaqueo y la proliferación de rumores, como parte de una misma violencia de clase, fundamentada, principalmente, en la explotación del proletariado y de todos los sectores empobrecidos o que deben vender su fuerza de trabajo para sobrevivir.
Pero la eficiencia del terrorismo económico desatado contra el pueblo venezolano, cuenta, entre sus elementos de poder y éxito, el latifundio sobre nuestras tierras, que siguen manejando a su antojo, al antojo de las grandes transnacionales del capital y al de las oligarquías venezolanas, que no ha sido despojadas de nuestras tierras, violentamente arrebatadas desde hace muchos años.
Por eso, hoy más que nunca, la Revolución Bolivariana está urgida de una zamorización de sus principios y sus luchas, para desalambrar, para recuperar nuestras tierras, para hacerlas productivas. Es la única forma de la hacer la Patria libre, de hacer a sus hombres y mujeres libres, de alcanzar la definitiva independencia y distribuir en verdadera equidad y justicia todas nuestras riquezas.
Es la hora de expropiar las tierras en manos de los poderosos, que con violencia nos las quitaron. Es la hora de desalambrar. Es la hora de derrotar la guerra y el terrorismo económico al que se nos somete.
