Tuve oportunidad de ver el programa de Mario Silva el sábado pasado, mientras visitaba a mi hermano en Caracas. Realmente nunca veo ese programa, ni antes ni ahora, pues su mensaje siempre me ha parecido poco conveniente para la revolución.
En dicho programa Mario Silva se dedicó a criticar a la clase media venezolana, recurriendo incluso a un profesor merideño que entrevistó en 2009. Tanto las posiciones de ese profesor como las de Mario Silva sobre la clase media venezolana son propias de una pequeña burguesía radicalizada que expone ideas ultraizquierdistas que en nada benefician al proceso revolucionario.
Silva y su entrevistado catalogan a la clase media de una forma sumamente despectiva. Hablan de "los médicos que ganan lo mismo que un trabajador calificado, pero el médico se cree clase media". Realmente en su discurso enredado y confuso, Mario Silva no sabe definir un criterio coherente para diferenciar a las clases sociales, y va soltando ideas disparatadas que al final no dejan un mensaje claro, salvo de un profundo resentimiento social que carga encima.
Los profesionales universitarios es cierto que en Venezuela se consideran clase media, pero los trabajadores en general también se consideran clase media. En la época de la constituyente (1999-2000) estuvimos organizados con centenares de trabajadores petroleros en Maracaibo y la Costa Oriental, y realmente todos ellos se ven a sí mismos como parte de una clase media.
En la universidad, mi sitio de trabajo por más de dos décadas, todo el personal administrativo se considera clase media, y muchos del personal obrero también. Hay urbanizaciones populares donde habitan trabajadores que si tú llamas barrio obrero a ese sector sus habitantes lo consideran un insulto.
En cierta forma, toda la elite política chavista proviene de la clase media, incluyendo a los oficiales de las fuerzas armadas que se consideran a sí mismos clase media y tienen condiciones de vida similares al resto de la llamada clase media venezolana.
Lenin definía a las clases sociales por su relación con los medios de producción. De acuerdo con ello, los profesionales son tan trabajadores asalariados como los obreros industriales. Ni los médicos, ingenieros o profesores universitarios poseen medios de producción (tierras, fábricas), y tienen que vender su fuerza de trabajo para poder subsistir (salvo excepciones).
En el caso de los pequeños empresarios, contra los cuales Mario Silva también arremetió fuertemente en su programa, sin que pudiéramos descubrir cuál era su objetivo al hacer esa crítica tan destructiva, las más recientes definiciones de marxistas sobre las clases sociales en el siglo XXI ubican a estos pequeños empresarios en el mismo bando de los que sufren la opresión del gran capital multinacional. Al respecto han escrito autores como Toni Negri (quien vino a Venezuela y conversó varias veces con Chávez), Werner Bonefeld, Richard Gunn, y aquí en Venezuela mi camarada de luchas estudiantiles de los 70-80, el ya fallecido Rubén Alayón.
Todos ellos coinciden en afirmar que se ha configurado un grupo de sectores sociales que sufren de diversas maneras la explotación capitalista en este siglo XXI, y que vienen convergiendo en las luchas de los diversos movimientos sociales que en América Latina y el resto del mundo han comenzado a insurgir desde hace más de una década.
En las protestas en Argentina en 2001-2002, que dieron paso a todo este proceso político que ha sido encabezado por los Kirchner, participaron tanto sectores de trabajadores como de las clases medias que sufrían los efectos de los paquetazos neoliberales aplicados en los 90 por Menem y De la Rúa. Igual convergencia de distintos grupos sociales se puede apreciar en los indignados españoles, en las protestas en Grecia, en las rebeliones de los países árabes, y en las manifestaciones que se han extendido por el territorio de los Estados Unidos, Inglaterra y Francia en años recientes.
La llamada clase media venezolana, incluyendo a los profesionales universitarios y los pequeños y medianos empresarios, son aliados en sentido programático de cualquier proyecto de cambio revolucionario anticapitalista que se intente desarrollar en este país. Por ello es inaudito que un personaje como Mario Silva, que se considera a sí mismo como el oráculo de la revolución bolivariana, termine generando una falsa y absurda división de clases entre el supuesto e idealizado "pueblo chavista" y la malvada e individualista clase media del este de Caracas.
Sus expresiones no son más que panfletos ultraizquierdistas propios de una pequeña burguesía radicalizada que nunca ha estado comprometida en la verdadera lucha de clases que se ha librado en Venezuela contra los representantes del capital en los últimos 50 años.
Pequeña burguesía ultraizquierdista que se refiere al pueblo como algo separado de ellos mismos (basta con revisar numerosas declaraciones de "líderes" del proceso, recomiendo para ello detenerse en las afirmaciones de la llamada "primera combatiente"). Una elite ultraizquierdista que se considera predestinada, los "hijos de Chávez", capacitados no se sabe por quién ni dónde para dirigir el proceso bolivariano de acuerdo al legado del comandante.
Pequeña burguesía que se odia a sí misma. Que intenta asimilarse a las llamadas clases populares, pero que no logra desprenderse de sus resentimientos y sus prejuicios como buenos pequeños burgueses. Que no tienen idea de lo colectivo, como sí lo tienen quienes provienen de familias genuinamente obreras y campesinas cuya forma de trabajo y de vida depende precisamente de la perspectiva colectiva, comunitaria, que se tenga.
Pequeña burguesía que a nombre de la revolución impone un modelo de conducción unipersonal combinado con una fragmentación del poder a cada uno de los "hijos de Chávez", pero que ni por casualidad les pasa por la mente ejecutar un modelo de dirección política basado en la democracia participativa y protagónica.
Un atajo de ultraizquierdistas que le tienen miedo a las formas democráticas propias de la clase trabajadora. Que impiden y niegan asambleas obreras en las grandes empresas del Estado como PDVSA. Que suspenden elecciones sindicales en otras grandes empresas como Sidor. Que recurren a métodos fascistas para contener y suprimir las justas críticas que desde la base popular se realizan todos los días contra la conducción desastrosa que se observa en el gobierno bolivariano.
Yo estuve 11 años militando en una organización alzada en armas, en las décadas del 70 y 80. Trabajé como obrero textil en una fábrica en Caracas. Fui miembro del Frente Guerrillero Américo Silva en el oriente del país, y estuve luego durante seis años en la más estricta clandestinidad que me llevó a recorrer buena parte de Venezuela. En todo ese tiempo, quienes sostuvimos la lucha revolucionaria proveníamos casi todos, digamos que en un 95 %, de la clase media. Esa fue la realidad de todas las organizaciones revolucionarias venezolanas que durante tres décadas mantuvimos una lucha armada en procura del socialismo.
Una clase media revolucionaria que encontró poco respaldo en los obreros y campesinos, los cuales seguían principalmente al partido Acción Democrática. Las razones de esto habría que analizarlo en otro escrito. Nos interesa aquí es resaltar que durante treinta años la palabra revolución socialista en Venezuela estuvo asociada a la clase media universitaria, esa misma clase media que tanto odian Mario Silva y otros dirigentes del proceso.
Por supuesto, no se puede negar que esta clase media venezolana desde el 2001-2002 se ha hecho eco del discurso fascista promovido por los agentes del imperialismo, y se movilizó fuertemente tanto en abril 2002 como en el paro petrolero del 2002-2003, la guarimba del 2004, el revocatorio de ese mismo año, en las protestas estudiantiles del 2007 y ahora con la nueva guarimba del 2014.
Pero esta misma clase media se ve agotada y derrotada por los fracasos de las fuerzas proimperialistas (partidos de derecha), y su importante número dentro de la población venezolana obliga a establecer mecanismos de participación política para atraerlos hacia el proceso revolucionario. No me refiero a "puentes" de "conciliación" y "acuerdos secretos" entre gobierno y partidos de derecha, como los que se vienen haciendo tras bastidores y contra los cuales estoy totalmente en contra.
Me refiero a espacios políticos de participación y discursos de integración que permitan fortalecer un bloque histórico de clases oprimidas por el capital (ver el artículo "Bloque Histórico, Sujeto Revolucionario y Revolución Bolivariana: http://www.aporrea.org/ideologia/a208941.html). En esa dirección habría que definir una política hacia los colegios profesionales y gremios universitarios, y también hacia las organizaciones de pequeños y medianos empresarios. Otro espacio de relación hacia las clase medias es la política de investigación en ciencia y tecnología, cuya ausencia absoluta hasta ahora está generando una fuga de cerebros que influirá negativamente en el futuro de nuestro aparato productivo.
El proceso revolucionario bolivariano es multifacético. En él no existen fuertes y sólidas organizaciones obreras ni campesinas. El llamado poder popular tampoco representa una fuerza política con autonomía y es más bien una red clientelar del partido y el Estado. El chavismo de base es un torrente desordenado de procesos de participación en donde los ciudadanos se integran de múltiples formas.
No tiene sentido alguno el discurso resentido y ultraizquierdista que aleja a la clase media de la revolución bolivariana. Personajes como Mario Silva le harían un gran favor a la revolución si se quedan en su casa y se dedican a otra cosa, o por lo menos reflexionan y cambian su programa político. Por cierto, este señor que cuando estaba defenestrado por los hijos de Chávez se atrevió a acercarse a Marea Socialista y participó incluso en un evento nacional de nuestra organización, ahora resulta que despotrica de quienes le tendimos la mano cuando era un paria. La miseria humana de algunos siempre nos depara sorpresas desagradables.
En Maracaibo, Tierra del Sol Amada. agosto de 2015.