Aunque antes de la Revolución Bolivariana nos decían que Venezuela era una república soberana, la soberanía consistía en regalar el petróleo, ceder nuestras tierras, entregar la conciencia al mejor postor.
Esa visión de soberanía se reflejaba en aquel mapa chocante con rayas verticales en la zona de Guayana Esequiba, en tiempos en los que la defensa de nuestro territorio era tan distante como el reconocimiento de una identidad propia, lo que nos define como venezolanos, aquello que se manifiesta en aspectos como la manera de hablar, concretamente en el léxico.
En el presente, la disputa del Esequibo tiene otro sabor y olor, cuando la Exxon Mobil, empresa estratégica para la seguridad energética de EEUU, aparece en el escenario para sumarse a la conspiración propiciada por el eje Miami, Bogotá y Madrid, utilizando como instrumento al mandatario guyanés David Grange.
Para analizar el terreno donde pisamos es necesario referir que desde la época de conquistadores, como Alonso de Ojeda y Américo Vespucio, y después con la Capitanía General de Venezuela en 1810, se valida que el Esequibo es nuestro. Por ello los límites de aquella época deberían ser los mismos que los de la actualidad.
Esa disputa evoluciona satisfactoriamente con el Acuerdo de Ginebra de 1966, cuando, mediante la vía de la negociación, Venezuela y Guyana se comprometen a encontrar una solución justa, una vez que se considera nulo el Laudo Arbitral de Paris de 1897, decisión en la que, en un contexto obsceno, se nos mutila la Guayana Esequiba.
La injerencia encuentra su vía de escape con la exploración de la Exxon en el Esequibo. Esto, más que un acto de ilegalidad, por tratarse de una zona en reclamación, es otra táctica imperial del Pentágono y de la Casa Blanca, una vez que se nos califica de amenaza desde donde sabemos.
Con esta acción de provocación, el gobierno de Granger pone en evidencia su libreto entreguista. Asunto ratificado en la reciente entrevista de este presidente con el Departamento de Seguridad estadounidense para recibir lineamientos desde allá, después de sus insultos al Gobierno de Venezuela y al presidente Maduro.
Asunto doblemente ratificado en la pronunciación del inglés estadounidense del gobernante guyanés para entenderse mejor con quien pacta, rechazando negociar porque, como la oposición venezolana, su estrategia es la negación, el llamado a la invasión y a la neocolonización, la vuelta a un pasado de dominación y asalto.