"Creo que estamos sufriendo de impotencia política.
Necesitamos un viagra político"
HUGO CHÁVEZ
(Ante la II Cumbre Sudamericana de Naciones en Bolivia, 2006).
La situación que se ha presentado en la frontera con Colombia, especialmente en los límites del estado Táchira, es una política de Estado de "resguardo y prevención", no una actitud impositiva de un Gobierno "autoritario". Pero el asunto es oportuno para evaluar algunas opciones que bien pueden venir a contribuir en el diseño de una política de frontera que parta del principio de la "frontera viviente" como opción de control y seguridad de los intereses nacionales en cualquiera que sea la frontera en la cual se edifique.
En un trabajo de Ricard Zapata-Barrero, titulado "Teoría Política de las Fronteras" (2012, Barcelona, Ediciones Bellaterra), el autor define la "Frontera" en el marco de un concepto multidimensional, que engloba muchos significados desde muchos enfoques. Derivado de frente en el sentido de "tierra que está en frente de otra" y de ahí "límite entre dos territorios", etimológicamente, su origen es básicamente militar. La frontera es el "frente militar". Luego aparece su sentido más de fortificación para hacer frente al enemigo, antes de designar propiamente el límite territorial y físico entre dos Estados; existen unos vínculos básicos en torno a la noción que ayudan a formar su núcleo conceptual. La frontera está muy vinculada a Estado, territorio y población. Esto es, no puede haber Estado sin frontera, ni frontera sin Estado; y se necesita al menos de un territorio y de una población para dar sentido a una frontera. Conceptualmente, la idea de "frontera" tiene una función analítica clara: separar al menos dos unidades. Justificar la existencia de fronteras está, por lo tanto, íntimamente vinculado con la justificación de la pluralidad de unidades políticas o Estados. Existe un "sentido físico y territorial" de frontera, y un "sentido simbólico", que usa la idea de límite y de marcador en todos los contextos posibles.
El término de frontera estudia las diferentes funciones de los territorios como resultado de la polarización entre los procesos de valorización, relacionados con unos sectores de la sociedad, y los procesos de reproducción social. Es por ello necesario que se ausculque en la capacidad de adaptación y revitalización de las identidades locales frente a factores externos que influyen en los límites de frontera, buscando repensar los procesos comunitarios en la regeneración de identidades territoriales, aun cuando los limites geográficos para las prácticas sociales se hubieran expandido y generaran ciertos desequilibrios en la zona.
En este aspecto, como una propuesta a la postura de Venezuela y Colombia, se sugiere, en esa apertura diplomática de un diálogo transparente y sincero, que la idea sustentada por las fuerzas del poder sobre las fronteras en común, de carácter de región estática, interestatal, influenciada bajo el impulso del mercado (y las acciones de especulación), alcance definir una vision hegemónica que le dé dinámica al territorio fronterizo y permita generar en él nuevas reproducciones culturales, propias de una espacialidad regional más diversa, polarizada y no contingente. El dominio cultural del espacio regional crea la idea de una entidad combinada de sociedades nacionales, caracterizada por el contraste por las evidencias sobre la diversidad de los territorios socioculturales, tanto ancestrales como emergentes en los nuevos contextos sociales.
Las migraciones y acciones en la frontera colombo-venezolana, deben ser colocadas como nuevas prácticas espaciales de producción cultural en parte porque tienen la posibilidad que tienen sus protagonistas de transitar no solo entre territorios nacionales diversos, marcando diferentes cosmovisiones socioculturales, donde la economía, el comercio y los servicios, sean asumidos por ambos países sin perjuicio de alguno de los lados. La idea es modelar en la frontera, una región que coadyuve en el fortalecimiento de los recursos productivos disponibles y de calidad; generación de unidades de producción y características de los productores; e ingresos y estructuras que ayuden a fortalecer las fuentes de ingresos de las familias, al punto de convertir a la frontera en un territorio de interés para el crecimiento de grupos familiares que hagan vida en estos espacios.
En otro aspecto, es necesario confrontar dos condiciones que afectan el desarrollo de las capacidades productivas y de los recursos físicos y humanos en la región: por un lado la poca producción y generación de empleos, que influye en el bienestar de la población que descansan sobre el esfuerzo que las familias realizaban individual colectivamente; y por otro, la poca inversión de los Estados limítrofes, en la infraestructura de servicios y creación de empresas de carácter socio-productivo.
Un aspecto fundamental a considerar en las reuniones de conciliación en este problema de frontera entre Colombia y Venezuela, son las malas condiciones de la
Infraestructura vial desincentivaban a los productores y eran un severo obstáculo para la circulación comercial entre los municipios y los principales centros económicos de la región; la incomunicación no se reduce solamente a las condiciones de la infraestructura vial, pues otras formas de contacto con el exterior como las comunicaciones tecnológicas y demás beneficios de contacto de la era digital, están limitados en esta región. La frontera colombo-venezolana, no es una simple línea divisoria en la dimension política de los Estados nacionales de Colombia y Venezuela, sino un dominio más amplio que posibilita una serie de intercambios económicos, sociales, culturales, demográficos, entre otros. Tal multiplicidad de funciones está supeditada a un conjunto de relaciones de poder, en las que se muestran fuerzas capaces de fijar un orden e imponer sus lógicas, Esas relaciones de poder se manifiestan también en una escala diferente, entre las localidades y los centros de decisión política y económica, entre el capital y el trabajo, entre los Estados colindantes entre sí, y de estos frente a otros centros de poder. La frontera, como otros tantos territorios, según expresa Ricard Zapata-Barrero, son la arena de las contradicciones domesticas combinadas con las contradicciones propias de la globalización; la importancia que tienen para los grupos subordinados tanto económica como políticamente, contrasta con la cultura de una frontera entremezclada con sus raíces culturales y vivivenciales. En la frontera y región fronteriza, entre Colombia y Venezuela, se produce el desbordamiento de las causas y de las manifestaciones de las contradicciones estructurales, desde los contextos locales y nacionales, hacia contextos regionales, binacionales y transnacionales. El espacio fronterizo ha de convertirse es un lugar en el que se comienzan a observar las tendencias que asume la inserción de las unidades territoriales dominadas por el Estado-Nación dentro de procesos de producción y de acumulación más amplios.
A todas estas, no hay que olvidar que la fronterologia valora la realidad de los conflictos de intereses y territorios, desde dos percepciones sobre la frontera: la del límite y la de la región. Es decir, una transición desde el espacio fijo a la concepción del espacio dinámico; la frontera colombo-venezolana debe internalizarse como una entidad territorial, en donde se presentan las siguientes manifestaciones: el limite determinado por la línea de separación entre los territorios de dos Estados; la zona fronteriza como ámbito más amplio de desarrollo de un conjunto de actividades al interior de cada Estado; y que tienen a la frontera como un centro vital de referencia, donde la región transfronteriza se asume como el espacio que traspasa las líneas de separación y origina una integración entre ambos lados de la frontera.
Es necesario que los operadores políticos de ambos países, valoren la región transfronteriza como una entidad dentro de la geografía política que al carecer de un estatuto formal, e inclusive de una categoría conceptual legitimadora dentro de la ciencia formal, se hace necesario normarla, pero desde la base de un consenso cooperativo e integracionista; como entidad, se debe empezar a ser entendida en un escenario en el que se encuentren las fuerzas sociales y relaciones de producción y de poder que funcionan con una relativa autonomía frente a los centros de decisión locales, e inclusive nacionales; pero que, debido a la fuerza convergente que impone el límite, se diferencia de otros espacios nacionales e inclusive transnacionales. Se debe estructurar un escenario que funcione como límite, como zona económica y cultural, y como espacio transversal. Allí, la frontera se aparecerá revelada como línea de separación, pero también de contacto y de cruce.
Es posible que mis argumentos, extraídos de estructuras de pensamiento muy teóricas y abstractas, tiendan a ser valoradas como simples comentarios, pero no está de más que se tome en serio (a pesar de no tener altos cargos burocráticos, soy un simple divulgador de ideas pertinentes), que la base de la región transfronteriza, como expresión territorial emergente en la globalización subyace, por un lado, la región natural como una unidad ambiental en tanto es un espacio de cohesión territorial y un habitat ecosocial integrado, como escenario que cumplen una importante función en el mantenimiento de la biodiversidad de cada uno de los territorios colindantes, de la región supranacional y del ambiente global. El subsiste la región eco-cultural y la región histórica que corresponde a una comunidad étnica e histórica, delinea la importancia global de la región y se debe integrar a un plano de sustentabilidad activo, donde sus recursos y su trascendencia ambiental, vaya más allá del medio local; además, es prioridad constituir un habitat social donde sobresalgan las identidades compartidas entre grupos de población divididos por el límite y caracterizado por la convergencia de dos dinámicas ancladas en procesos de naturaleza transnacional: las actividades económicas ligadas a la agro-exportación y el turismo; y la migración laboral. Estas dos dinámicas corresponden un proceso en el que se hacen evidencia las manifestaciones territoriales específicas de la desigualdad social y de la exclusión. Las contradicciones deben coincidir en un espacio que transforme la fragilidad ambiental del territorio y la precariedad institucional, en polos de desarrollo estratégico-humanos donde la frontera viviente sea una realidad.
Desde una perspectiva nacionalista estoy a favor del cierre fronterizo, dado que se estaba tejiendo un sinfín de situaciones al margen del respeto a la libre competencia y se estaba dando condiciones para un contrabando indiscriminado de los productos alimenticios de primera necesidad (sin contar los otros productos que colateralmente son indispensable para la calidad de vida de los venezolanos); pero desde el punto de vista de la fronterologia, como disciplina que estudia estos temas y sus conflictos, no estoy de acuerdo, dado que no puede haber una política de Estado particular en razón de un territorio en el cual hay corresponsabilidad de intereses. La línea divisoria tiene un margen de influencia de un lado y del otro de la frontera, romper esa influencia perjudica a una de las partes, o a las dos partes, y donde hay perjuicio a alguna de las partes en un problema de conflicto fronterizo, prevalece la desigualdad y la violación a los derechos humanos. Deportar a colombianos del territorio nacional no es una acción de aplaudir (así existan legislaciones que lo amparen), porque ninguna Ley está por encima de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Debe haber respeto a la dignidad de toda persona (en ambos territorios), no asumirse posturas radicales que dificultan el proceso de diálogo y de integración que deberían ser las banderas de un proceso de transformación de las políticas públicas en nuestros territorios fronterizos.
La frontera humana, la frontera viviente, con empleo, empresas, intercambio comercial y actividad económica floreciente, debe ser el interés mayor de las mesas de negociación y aclaración del conflicto colombo-venezolano; posturas de incondicionalidad y de perjuicio a los principios fundamentales de los derechos del hombre, no hacen más que crear condiciones en las cuales las contradicciones terminan por obstaculizar el verdadero camino de una convivencia humana en paz y respeto mutuo. *.-azocarramon1968@gmail.com