El Almirante Padilla
La obra musical de Rafael Escalona sintetiza con calidez y gracia el universo humano de la Colombia rural, así como modos y costumbres asociados al trabajo y a las vicisitudes diarias de la gente. Nada humano le era ajeno.
Una canción del gran compositor nos permite ver el gran salto que existe entre un contrabando folklórico, marginal desde el punto de vista económico, ejecutado por aventureros y perseguido diligentemente por el gobierno colombiano durante las décadas de mitad del siglo pasado y la acción conspirativa y desestabilizadora adelantada en nuestros días por mafias poderosas que utilizan sofisticados mecanismos financieros y se las ingenian para incorporar en sus prácticas ilegales a masas humanas de caleteros, bajo la mirada tolerante, cuando no abiertamente de estímulo, de los gobiernos colombianos del siglo XXI.
La canción describe la operación realizada en 1953 por el buque de la armada colombiana "Almirante Padilla", específicamente en Puerto López, en La Guajira, mediante la cual se hizo el decomiso tanto de mercancías de las embarcaciones que llegaban al puerto como en los sitios de almacén en tierra. La acción fue ordenada por la Dirección General de Aduanas interesada en poner orden en los impuestos de importación y trajo la ruina de los contrabandistas, entre ellos, Tite Socarrás, amigo del compositor, lo que motiva a Escalona a crear la canción.
La fragata "Almirante Padilla" era, en ese momento, la prestigiosa insignia de la armada colombiana que había participado con éxito en la Guerra de Corea –esa es otra historia- cazando submarinos. La operación de este buque -que bien podían realizar embarcaciones más pequeñas- era una muestra palpable de la importancia que le atribuía el gobierno al combate del contrabando. El buque formó parte de la flota norteamericana en la Segunda Guerra Mundial, luego fue el barco escuela de la armada colombiana y recién había regresado de una participación en la Guerra de Corea, exitosa desde el punto de vista militar.
Queda claro en la canción que el delito no paga, que, en ese momento, las autoridades colombianas lo perseguían y quienes se dedicaban a esa práctica ilegal terminaban pagando las consecuencia de su audacia con la ruina y la incertidumbre. La situación en el siglo XXI es otra.
Un maridaje obsceno
Situación muy lejos de la que hoy confrontamos. El gobierno colombiano no reprime esta actividad ilegal y de consecuencias tan perniciosas para ambos países, pues el contrabando de extracción afecta a ambos países, llevando Venezuela la peor parte.
Sin duda, del lado colombiano, es afectada la actividad económica al volcar la energía de numerosas personas a la obtención de la fácil ganancia del contrabando, abandonando actividades productivas como la fabricación de mercaderías o el cultivo de la tierra o la cría. Concentra en la región las organizaciones delictivas de todo tipo que incrementan la inseguridad y el crimen. Amén de los efectos de evasión fiscal, congestionamiento de servicios, corrupción, narcotráfico, paramilitarismo, etc.
En Venezuela los efectos son devastadores. Productos básicos de alimentación, subsidiados por el gobierno venezolano, fluyen incontenibles por las fronteras. La gasolina, por debajo del precio internacional y por debajo de sus costos de producción y de distribución, es sacada del país de mil maneras distintas y en volúmenes incalculables. Sólo por el Táchira se estima que se va un millón de litros diarios. El manejo de la divisa venezolana por parte de los operadores cambiarios, autorizados por el gobierno colombiano, gracias a combinaciones financieras concertadas, inflan artificialmente el valor del peso en detrimento del bolívar, ocasionando escaladas de incrementos. Agréguese las secuelas terribles de secuestros, robos, narcotráfico, extorsiones, etc.
Las responsabilidades son desiguales. En este caso, la mayor parte corresponde al gobierno colombiano, no sólo por tolerancia e indiferencia, sino también porque en la práctica ha estimulado esa situación con la Resolución 8 del Banco de la República (2000) que autoriza el irresponsable ejercicio de intermediarios de divisas y con una laxa concepción del contrabando contenido en el Art. 4 de la Ley Anticontrabando (julio, 2015) que deja libre de sanciones penales al contrabando por debajo de ¡50 salarios mínimos!
Por supuesto, del lado venezolano hay también responsabilidad tanto en los controles fronterizos como en cuanto a los funcionarios incursos en la protección o autorización de irregularidades, cuestiones ambas que deben ser resueltas con celeridad y sin contemplaciones hacia los corruptos.
Por una frontera productiva
La canción de Escalona, además de reseñar el efecto devastador sobre el patrimonio de los contrabandistas, tiene la virtud de apuntar lo que debería ser la salida alternativa a esta práctica ilegal de comercio y es precisamente el título del presente articulo: Ganarse la vida sin contrabandear. El presidente Nicolás Maduro lo ha reiterado en la expresión "hacer productiva la frontera". El Presidente ha dicho: "Tenemos que restituir, reconstruir una nueva frontera que sea productiva, que sea en base al trabajo, la honestidad, a un comercio justo, a un comercio sano, donde, como pueblos hermanos, nos ayudemos, con solidaridad".
Para ello es necesario la voluntad y la acción de ambos gobiernos y de ambos pueblos. Los estragos que ha provocado esta situación en la economía venezolana han sido terribles y Colombia no puede pretender que persista este derrame empobrecedor. Incluso, la posibilidad de que Venezuela pueda ser una ayuda para otros países, pasa por la posibilidad de tener una economía sana.
Producir, asumir en conjunto problemas en común, fomentar el intercambio comercial justo, establecer leyes que estimulen la responsabilidad y castiguen al delito, sanear la burocracia y las prácticas públicas, etc., son caminos por los cuales se fortalecerán lazos de hermandad y progreso. Se lo debemos por igual a Bolívar y a Ricaurte, a nuestros libertadores, escritores, poetas, cultores populares y a infinidad de personajes que forman parte de nuestra identidad compartida.
El Almirante Padilla
AUTOR: Rafael Escalona
Allá en la Guajira arriba
donde nace el contrabando
el Almirante Padilla barrió a
Puerto Lopez y lo dejó arruinao.
Pobre Tite, pobre Tite...
Pobre Tite Socarrás...
ahora se encuentra muy triste,
lo ha perdido todo por contrabandeá.
Y ahora, ¿pa´donde irá
a ganarse la vida el Tite Socarrás?
Y ahora, ¿pa´donde irá
a ganarse la vida sin contrabandeá?
Barco, pirata, bandido,
que Santo Tomas me crea.
Una fiesta le he ofrecido
cuando un submarino lo volteé en Corea.
Pobre Tite, pobre Tite...
La armada le salió lista
Hombe! que ahora esta muy triste
Lo ha perdido todo por contrabandista.
El que tiene es el que pierde,
eso dice Socarrás,
ese dicho, no es mi dicho
porque yo Escalona
No he perdido ná.
Unos pierden porque juegan,
Escalona, enamorando.
Pero el Tite, pobrecito
Lo ha perdido todo por el contrabando.