"El tiempo y el destino me han golpeado sin cesar
Mas yo sigo adelante, sin dejarme doblegar
Pues no vale llorar, tampoco suplicar,
hay que pensar que todo va a pasar…
Al final la vida sigue igual ¡je!, al final la vida sigue igual ¡je!"…
Sandro de América
Al menos que ocurra un milagro y por encima del riesgo del calificativo de "pájaros de mal agüero"; la verdad es que no nos hacemos muchas ilusiones con el encuentro de los presidentes Nicolás Maduro de Venezuela y Juan Manuel Santos de Colombia, el próximo lunes en la ciudad de Quito, Ecuador.
Lo más importante es reconocer, "antes de que el cántaro se rompa", el gran esfuerzo realizado por los colegas de Ecuador, presidente pro tempore de la CELAC, Rafael Correa y de Uruguay, presidente pro tempore de UNASUR, Tabaré Ramón Vázquez para hacer realidad esta cita.
Es un hecho dentro del campo de la diplomacia latinoamericana que las relaciones y los mecanismos cambiaron y que escenarios como la OEA - a pesar de la tradicional manipulación de los Estados Unidos - sus decisiones quedaron para la oscura historia y el pasado de los países de América Latina, desde la llegada a la escena política del fallecido Comandante Supremo Hugo Rafael Chávez Frías.
Muchas veces oímos al líder de la Revolución Bolivariana criticar la diplomacia del micrófono y sus malos ejemplos; sobretodo en el periodo del ex mandatario colombiano, Álvaro Uribe Vélez, donde incluso quedaron rotas las relaciones diplomáticas entre los dos países.
La historia interrumpida de la Gran Colombia, desde 1830 con la muerte del Libertador Simón Bolívar en Santa Marta, abrió sus compuertas a la separación encubada por el odio de Francisco de Paula Santander (lo cual parece una maldición) y refrendada por el héroe de los lanceros del Llano, "el centauro" José Antonio Páez, quienes sellaron la nueva historia de los dos países gracias a su claudicación ante el imperio, el mismo que hoy nos acecha.
Hay ríos que se desbordan y desde luego no vuelven a su cauce o si no, algunos buscan otros senderos como en el caso de los dos países hermanos, nacidos de un mismo padre pero separados por diversas razones y ahora condenados a vivir juntos.
Detrás de la nueva etapa de las fronteras cerradas desde Venezuela hacia Colombia, se esconden muchas historias. Unas pertenecen a la época donde los contrabandistas venían del lado neogranadino y encontraban el peaje de la GN en este lado de los ríos. Eran tiempos donde el contrabando era el buen café colombiano, textiles, cueros y productos de excelente calidad para vestir.
Ahora, los papeles se invirtieron y ya no es tan sólo café venezolano, harina, arroz, aceite y otros productos de aseo personal, los que pasan por los peajes en la frontera. Son miles y miles de litros de combustibles (gasolina y diesel) a través de redes de los pimpineros y de gandolas invisibles, las cuales transitan por órdenes de algún sol o de algún enchufado, porque ambos gobiernos son cómplices silenciosos; el uno por dejar pasar y el otro por dejar entrar.
Las verdades saldrán a relucir en el encuentro de Quito. No es "concha de ajo" como acostumbra decir el Presidente Maduro, lo que estará en la ronda de conversaciones entre los dos mandatarios con suficiente y acumulada información.
"No tiene la culpa el ciego, sino quien le da el garrote". Por años esta situación - que no es nueva - se había mantenido escondida (aunque era un secreto a voces) y la producción había dado para subsidiar y mantener las mafias y al pueblo colombiano en sus fronteras, quedando también hasta para mantener la aparente normalidad de la frágil economía importadora del mercado venezolano.
El cántaro llegó al agua y la necesidad de encontrar una solución está en puertas para ambos pueblos, quienes deben encontrar solución y salir fortalecidos.
En el caso colombiano, un sistema impulsado por un régimen capitalista y una oligarquía rancia y parasitaria (similar a la venezolana), la cual se desnuda ante un pueblo que desde hace muchos años, cuando Gaitán, había tratado de desahogar sus penas las cuales hoy son reactivadas en las conversaciones de La Habana con la guerrilla, para acabar con la violencia de más de 60 años y con un nudo gordiano, al cual se le quitó la máscara con el cierre de la frontera, ordenado por el gobierno bolivariano del Presidente Nicolás Maduro.
Lo que estará en juego en la reunión de Quito y a la cual de antemano le deseamos éxito, debe estar motorizado por la buena fe y el perdón por los errores cometidos; los cuales en la mayoría de los casos, han sido heredados como resultado del "dejar pasar y dejar hacer" de ambos gobiernos.
No estamos impulsados por el odio, la revancha y la xenofobia para con el país hermano. Existen sobradas pruebas irrefutables de valor y caballerosidad por parte de los hijos de Bolívar y las cuales arrastra nuestra historia.
Así como en Venezuela conviven y se han integrado más de cinco millones y medio de compatriotas y han encontrado solidaridad; así en Colombia, los que son víctimas de la violencia y han sido excluidos por una clase oligárquica deben encontrar reivindicaciones y justicia social.
La violencia colombiana y la carencia de un Estado social justo no son cosas nuevas, son de vieja data. Análisis y planteamientos para una solución definitiva transitan hoy en los debates de La Habana, entre representantes de la guerrilla FARC-EP y representantes del gobierno del Presidente Santos.
Venezuela ha dado un paso definitivo para poner el punto sobre las ices con el caso del cierre de las fronteras. El cierre sabemos no debe ser permanente o definitivo, pero si esperamos debe estar condicionado y controlado por ambos gobiernos; de lo contrario, habremos arado en el mar.
En este sentido el gobierno de Juan Manuel Santos debe sincerarse y deslastrarse de los viejos procedimientos del contrabando, paramilitarismo, sicariato y de la violencia permanente heredada del artífice de los "falsos positivos", a quien conoció de cerca el actual mandatario colombiano.
En Venezuela con la mano obrera y férrea del Presidente Nicolás Maduro también deben desaparecer las mafias e ir a la cárcel, los contrabandistas del diesel y la gasolina (muchos presos y otros huyendo del bunker de Pdvsa) porque no son simples pimpineros o bachaqueros; sino operadores de flotas de gandolas con Logotipo visible y grandes tanqueros, los cuales transitan por ríos, el Mar Caribe y también por el delta del Orinoco.
Como buenos defensores de la nueva Misión de Paz en las fronteras, deseamos que la buena intención del Presidente Nicolás Maduro llegue a feliz término. Igualmente esperamos que en la reunión de Quito, la sensatez del Presidente Santos reconozca las debilidades de su gobierno para con su pueblo y vuelva por el carril, para que mañana no nos lamentemos y digamos como Sandro de América: "Al final… (¡Je!) la vida sigue igual… (¡je!), al final, la vida sigue igual…
¡Amanecerá y veremos!