A medida que transcurren los días, resulta más evidente que el cierre fronterizo de Venezuela con Colombia, iniciado por Cúcuta, continuado en Zulia, y extendido recientemente a Apure, era y es una medida necesaria por las muchas plagas exportadas, como contrabando de extracción, mafia con la moneda venezolana, paramilitarismo y narcotráfico.
Se evidencia asimismo que el Gobierno colombiano, respaldado por sus medios de derecha que siguen un libreto de desestabilización desde el Departamento de Estado norteamericano, ha dado a la crisis con Venezuela un pésimo manejo, empleando como estrategia desviar la atención, para no reconocer la situación fronteriza, además de evadir su incapacidad de garantizar el bienestar socioeconómico de sus habitantes.
Lo anterior es equiparable al ardid utilizado por la oposición en Venezuela de negar lo que no le conviene, como la victoria del chavismo en los muchos procesos electorales; sus maniobras desestabilizadoras como las guarimbas y las víctimas de estos actos vandálicos; y su responsabilidad en la muerte de la opositora Liana Hergueta.
Asimismo, la estrategia del primer mandatario y medios neogranadinos ha sido, en primer lugar, crear una imagen criminal del Gobierno de Venezuela, una vez que manipula con el número de deportados colombianos, sumándole los que decidieron abandonar la frontera por voluntad propia, además esconder que las viviendas demolidas eran recintos para la prostitución y el secuestro.
En segunda instancia, culpar el contrabando al subsidio que da el Gobierno venezolano a sus productos y combustible. Esto recuerda el conocido refrán de "echarle la culpa al otro", para esconder tanto su incapacidad de atender las necesidades básicas de sus ciudadanos como de controlar sus tantos males.