Alquimia Política

El hipercapitalismo y el Socialismo Salvaje

Cuando el sociólogo peruano Sinecio López, en el 2009, argumentó que la medida del gobierno de su país que autorizaba el uso de las fuerzas policiales y sus armas de fuego contra cualquier protesta popular, era un asunto característico del tipo de desarrollo capitalista que rige Latinoamérica, al que calificó de "salvaje" y estableciendo así una identidad intrínseca con el modelo neoliberal; días después el antropólogo Jaime de Althaus, en respuesta a la postura de López, menciona una serie de evidencias mediante indicadores de crecimiento, con los cuales quiso rebatir la existencia de algún capitalismo salvaje, sino la prevalecencia de un capitalismo en crecimiento, entiéndase un "hipercapitalismo global".

En este sentido, uno de los más destacados estudiosos de la teoría del capitalismo salvaje, el economista francés Thomas Piketty, en su más reciente libro, "Capital en el siglo XXI", centrar la atención sobre el crecimiento de la desigualdad en las últimas tres décadas y advertir sobre el potencial riesgo de que aumentará aún más en los próximos años sino se hace algo para frenar esta situación que amenaza con hacer retroceder al mundo al siglo XIX. El autor, aborda un punto importante que es cuando la tasa de retorno sobre el patrimonio (r) es mayor que la tasa de crecimiento (g), produciendo que se acelera la concentración de la riqueza; esto es, destaca Piketty, lo que ha ocurrido en los últimos treinta años con la implantación a gran escala de los postulados del libre mercado y la desregulación financiera. El error ha sido en el uso inadecuado de los modelos de competencia que ocultan asimetrías y mercados imperfectos, y crean un primer mundo en la periferia del tercer mundo y un tercer mundo en lo más profundo de las entrañas del primer mundo.

El aporte de Piketty y su equipo, se enmarca en visualizar la desigualdad como el producto más destacado del capitalismo global, dado que en la medida que hay más desigualdad, mayor obtención de ganancia tiene el dueño del capital. Así mismo la desigualdad dispara en todos los países desarrollados una ola de confrontación y violencia, donde el uno por ciento de la población es cada día más rico, y que el cero coma uno por ciento es aún más rico, y que el cero, coma cero uno por ciento es aún más rico todavía. Esto demuestra que los beneficios reales del capitalismo quedan en muy pocas manos, y que si no se realizan intervenciones extraordinarias, la tendencia continuará en ascenso haciendo que el siglo XXI, recalca Piketty, se parezca al siglo XIX, donde las élites económicas vivían de la riqueza heredada en lugar de trabajar por ello. La solución a todo esto, expresa Piketty, sería un esfuerzo coordinado a nivel mundial para aplicar impuestos a la riqueza y dar un giro a esta tendencia socialmente destructiva.

El propio Papa Francisco, Jorge Mario Bergoglio (Buenos Aires, 1936), en su reciente visita a los Estados Unidos de Norteamérica, ha dicho: "Todas las personas tienen el derecho otorgado por Dios a un trabajo, a la posesión de tierra y a una vivienda… El capitalismo no controlado es una dictadura sutil y estiércol del diablo, la ambición desenfrenada de dinero y el servicio para el bien común queda relegado, son la causa de las desigualdades… La distribución justa de los frutos de la tierra y el trabajo humano no es mera filantropía. Es un deber moral. Para los cristianos, la carga es aún más fuerte: es un mandamiento. Se trata de devolverles a los pobres y a los pueblos lo que les pertenece…"

En una palabra, la tesis de Piketty indica que la desigualdad es intrínseca al capitalismo y, de no combatirse enérgicamente, es probable que aumente a niveles que amenazan la democracia y dejan de sostener el crecimiento económico. El análisis de Piketty coincide con la percepción científica de Karl Marx, acerca de la sociedad capitalista, donde la desigualdad y la lucha de clases marcan el colapso del capitalismo.

No hay que olvidar que Marx fue un crítico de la economía clásica, que apuntaba que la desigualdad era un proceso que disminuiría con el tiempo. El capitalismo tiene misterios que la razón desconoce, pero que Karl Marx anticipó en 1848, en su Manifiesto del Partido Comunista, escrito también por Friedrich Engels, donde destaca que el capitalismo descontrolado propaga la desigualdad.

Esta desigualdad, en la escenografía social del siglo XXI, representa la vida cotidiana, y está dominada por lo que denomina Gilles Lipovetsky, el hipercapitalismo que es la auto representación indefinida en la que el capital ha transcendido su inicial misión de producir nuevas mercancías: se ha especializado en la producción de imágenes y signos; destacando que las sociedades hipercapitalistas producen un escenario de simulación que enmascara la carencia de una realidad profunda, donde la desigualdad es el común denominador en todo el contexto de la sociedad.

Esta realidad lleva a un plano de acción absoluta al Socialismo, sobre todo en la experiencia latinoamericana. No ese socialismo salvaje que describiera en un artículo Juan Carlos Varela (El Universal, 06/05/2015), y del cual dice: "Desde que tengo uso de razón Venezuela ha estado mal, pero nunca como ahora. Siempre ha habido delincuencia y corrupción, pero no al nivel que existe en este momento. La verdad es que desde que el socialismo salvaje se instaló en nuestro país la cosa ha ido de mal en peor…" Porque se refiere a un síntoma del proceso y no al proceso en sí mismo. El socialismo en Venezuela no es el que ha dispuesto altos índices delictivos ni cajas de negras de corrupción y vicios, ha sido y es, una alternativa de orientación de las políticas públicas hacia niveles de masificación de los beneficios económicos y sociales. Al calificarlo de "salvaje" no hace peyorativamente, sino en la necesidad de ser más agresivos con las políticas públicas, a efecto de contrarrestar la guerra económica y comunicacional, en la cual los sectores de ultraderecha han estado moviendo los tentáculos en el plano internacional. No se discuten los síntomas de un Sistema Político democrático y participativo que implica dinámica, contradicción y confrontación de clases; se discute los obstáculos y la mala voluntad de un sector político que no ha sabido ganarse a las mayorías y que pretende doblegar la dignidad y los alcances sociales de un Gobierno que no tiene todas las verdades, pero si busca equilibrar esas desigualdades y brindar a la sociedad una mejor calidad de vida.



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Ramón Eduardo Azócar Añez

Doctor en Ciencias de la Educación/Politólogo/ Planificador. Docente Universitario, Conferencista y Asesor en Políticas Públicas y Planificación (Consejo Legislativo del Estado Portuguesa, Alcaldías de Guanare, Ospino y San Genaro de Boconoito).

 azocarramon1968@gmail.com

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