La monarquía bananera

La descomposición y caída del imperio español dio paso a una época convulsa que terminó con el golpe de estado nazi-fascista que supuso la eliminación física de los demócratas, cuyos cadáveres aún se pudren por decenas de miles en las cunetas, y la reinstauración del régimen monárquico bajo la apariencia de una "ejemplar" transición democrática.

De esta manera, los grandes grupos de poder del Ancien régime –económico, político, judicial, militar, eclesiástico, mediático– pasaron intactos de la dictadura fascista a la monarquía "democrática", sin siquiera despeinarse.

En los últimos doscientos años, la monarquía entregó el país a Napoleón, acabó a sangre y fuego con la primera (y tímida) constitución democrática, salió por patas de todos sus dominios tras terribles guerras coloniales –inventando los campos de contratación e iniciando los bombardeos químicos sobre población civil–, y sostuvo y se sostuvo en las dictaduras de Primo de Rivera y Franco, y todo ello para garantizar el poder omnímodo de la oligarquía constituida por la alianza de la aristocracia terrateniente y el capitalismo financiero.

En este periodo, la monarquía borbónica ha mantenido al país en un atraso aherrojado en la sobreexplotación y el semifeudalismo, con un control absoluto sobre todos los poderes del Estado, empezando por el militar, con el mando supremo del ejército. Por eso, cualquier avance democrático en España se vincula inexorablemente con la república.

Pero ese atraso y esa barbarie ideológica, adornada con nostalgias imperiales y coloniales, sigue impregnando la "democracia" tardofranquista que padecemos, con exagerados niveles de represión, corrupción y manipulación. Ha bastado la colusión de una familia real sui géneris (borbónica, o sea), una crisis internacional del capitalismo y un partido fascista en el gobierno, para ver de nuevo a la policía dando palos, a fiscales y jueces encarcelando huelguistas y activistas sociales, al gobierno del régimen aplicando la "ley mordaza" y a los medios de comunicación de masas haciendo, un día sí y otro también, una apología desenfrenada de la "razón de Régimen".

Todo ello imprescindible para imponer por la fuerza un espectacular incremento de la sobreexplotación de las y los asalariados, con abaratamiento de salarios, despidos masivos a precio de saldo, precarización extrema del empleo, disminución de las pensiones futuras y recortes brutales en sanidad y educación.

Pero lo que parece una demostración de poderío del régimen, ha sido, en realidad, una manifestación de debilidad. El poder de la oligarquía monopolista financiera española y de su monarquía está cogido por los pelos. Y prueba de ello es como le temblaban las piernas mientras movilizaciones masivas, plagadas cada vez más de banderas republicanas, iban en crescendo en todo el Estado. Y entonces apareció –o se televisó– Podemos, y se acabó lo que se daba.

Más que fortaleza del régimen español, lo que le permite sostenerse es la inexistencia de una izquierda dispuesta, en serio, a acabar con él y con los poderes que lo sustentan. Desde la rendición en la "transición", estamos "cautivos y desarmados". Pero nada es eterno, nada permanece. Y mucho menos esta casposa y patética monarquía bananera.



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Teodoro Santana Hernández


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