Hay un cuadro muy rico en imágenes del pintor Jean-Simon Berthélemy (1743–1811), que muestra a Alejandro Magno cortando con su espada el nudo gordiano del Imperio Frigia, hoy Anatolia, en Turquía. Eso ha hecho revisar un poco la historia y tratar de entender en significado de una expresión que hoy día toma cuerpo de los procesos de investigación en el ámbito universitario. ¿Estamos preocupándonos por los métodos o nos preocupa más el contenido y por ende el resultado? La expresión nudo gordiano, se refiere a una dificultad que no se puede resolver; en especial cuando esa situación difícil de resolver solamente admite soluciones creativas o propias del pensamiento lateral. En el cuadro de Berthélemy cortar el nudo gordiano, significa resolver tajantemente y sin contemplaciones un problema. En concreto, descubriendo la esencia del problema, es cuando se puede revelar todas sus implicaciones y por ende llegar a su solución.
En el caso del proceso de investigación como herramienta indagatoria en las diversas disciplinas formativas, conducentes a títulos de educación superior, se refiere, este nudo lo ha venido imponiendo las normas internas de las universidades y el sectarismo ególatra de algunos académicos. Nunca se ha pensado de forma clara y seria, en los últimos dos siglos, desde un plano institucional, en el método. Hay escaramuzas de pensadores eminentes, pero hay una ausencia total de reflexión, de digerimiento del papel que el método tiene en la construcción de la verdad en un contexto determinado. Y se hace alusión a la “verdad” como una meta o referente de llegada de un proceso de investigación, para nada significa verdad absoluta y universal, eso solamente se da en algunos comportamientos de la materia, y bajo condiciones específicas-manipuladas, porque en el amplio espectro de la realidad todo es posibilidad.
El método ha pasado por varias etapas, o tradiciones como le gusta indicar a Miguel Martínez Miguelez, para el método a colindado con la exactitud, la imposición de espacios controlados que lleguen a un término aceptado por varias escuelas o grupos científicos; para otros, el método está en la dinámica de los investigados y de los eventos o hechos que se investigan, ahí se da en entendimiento y valoración por parte de líneas de investigación que respaldan la intención de ese método, más no así sus conclusiones o aparentes verdades. Un ejemplo de éste último caso es la investigación acción participativa que dependiendo la tradición tiene un acercamiento o alejamiento del consenso de los grupos interdisciplinarios que le dan aval en las academias.
Pero este método ha estado en una modernidad que lo concentró a cuatro paredes, cerrado a cualquier posibilidad de influencia del entorno y del investigador; luego vino la idea de la postmodernidad y las banderas de que en el método, o la escogencia del método todo tenía valor, se hizo una apología del método libre, de la escritura automática como vía para llegar a la verdad.
Y como cosas de Dios, aparece el libro “Los Tiempos Hipermodernos”, del Gilles Lipovetsky, el cual expresa que lo posmoderno ha llegado a su fin y hemos pasado a la era hipermoderna, caracterizada por el hiperconsumo, el ser humano aunque orientado hacia el hedonismo, disociando la tradición y afronta un futuro incierto. La dinámica social ha supuesto, expresa Gilles, una democracia sin firmeza, alejada de sus principios humanistas y plurales, donde los derechos humanos son desvirtuados y colocados a la disposición de quienes los violan y donde se ha dado la fractura en la identificación con el otro, eso ni hablar de la distancia del hombre con la naturaleza. Ante esta realidad el método imperante debería ser de complementación, de síntesis entre lo cualitativo y cuantitativo, no puede apreciarse la realidad y sus problemas, desde la óptica cerrada de una escuela o tradición investigativa. Debe prevalecer la investigación cooperativa en método y la visión multidisciplinar de los eventos de estudio.
Pero como sino hiciera falta, otro vino a alterar la cosmovisión en los nuevos tiempos del método. Se trata de Zygmunt Bauman y su libro “La modernidad líquida”, donde expresa que en el mundo hay precariedad en los vínculos humanos, y se ha creado una sociedad individualista y privatizada, marcada por el carácter transitorio y volátil de sus relaciones. El amor, destaca Bauman se hace flotante, sin responsabilidad hacia el otro, se reduce al vínculo sin rostro que ofrece la Web, y se instituye una sociedad líquida siempre cambiante, incierta, y cada vez más imprevisible, dando acompañamiento a la decadencia del Estado del bienestar. En esa sociedad cosmopolita, sin valores y atestada de cosas inútiles que crea el hombre para mantener satisfecho sus deseos de consumo, se da la necesidad de crear un método que pueda lidiar con la complejidad de las multi-relaciones humanas. Un método que vaya más allá de lo cualitativo y cuantitativo, que aborde por escalas el estudio de la realidad y que haga posible una interpretación de los eventos de estudio que el hombre necesita ir develando para posesionarse de su realidad histórica, de una manera segura y sistemática; el método en este tiempo líquido renuncia a la objetividad y a la universalidad y apuesta a la expansión y a la multifocalidad de los problemas que confronta el hombre y el planeta.
Este ha de ser el tema de debate de los próximos veinte años: el método en el contexto de la sociedad líquida, entre lo material y el vacío, como delimitaciones del campo de trabajo del científico contemporáneo.