Insultando a Petkoff

“Gramsci se adelantó a su tiempo entreviendo que la
hegemonía ideológica era el camino para el predominio político.
Si se acepta con resignación perder la batalla de las ideas
se perderá también la batalla del poder.”

Justo Zambrana



Descalificar a través del insulto es una manera de avalar positivamente al adversario. Es como reconocer que el otro está en lo cierto; pero, como su catadura moral es despreciable, no le podemos aceptar en sus razones. Arroparnos con la emoción es vía expedita para olvidar que lo realmente importante es determinar si la verdad está de nuestro lado.

Evidentemente hay situaciones en las cuales lo fundamental es la conducta moral de quienes discuten. Por encima de cualquier otra consideración. Pero en estos casos la discusión no tiene sentido y es una pérdida de tiempo. A menos que se realice frente a un auditorio que demanda explicaciones.

Cuando descalificamos de entrada, abortamos la discusión y renunciamos a todas sus posibilidades creativas y esclarecedoras. Le brindamos un refugio a nuestro oponente y le dotamos de un parapeto en cual se ve hasta exonerado de demostrar lo que afirma. Le basta con decir: “Me insultan porque no tienen razones”. Esto no tendría mayor consecuencia si la discusión se dirime en el plano personal, en un escenario íntimo. Pero, en política, la cosa es diferente porque se desarrolla ante la presencia de un auditorio que aprueba o desaprueba; apoya o combate.

He visto con desagrado en algunos medios alternativos una antología de acusaciones vulgarmente rastreras contra Teodoro Petkoff. Gente cruzada de parte a parte por odios ancestrales, justificados o no –¡vaya usted a saber!- no es capaz de ubicarse en la actual fase del proceso venezolano y de ponderar en su justo valor la sana polémica en un ambiente democrático.

Creo que insultar a Petkoff es contrario a los intereses políticos de la Revolución Bolivariana, entre otras razones, por la siguiente razón de peso: Las posiciones políticas actuales de Teodoro Petkoff son equivocadas, contrarias a los intereses del pueblo, y no podemos desaprovechar la oportunidad que nos brinda su candidatura para demostrarlo. Esas opiniones tienen una relativa influencia sobre sectores de la sociedad que bajo ningún argumento debemos abandonar a la influencia del neoliberalismo y del atraso. Por si fuera poco, se mueven sobre la difamación de que los valores de la democracia y la reflexión son negados por la Revolución Bolivariana.

Si lo insultamos, se resta posibilidades al debate necesario. En lugar de intercambiar ideas, tendríamos que gritarnos insultos. Y, en relación a este arte, hay gente que tiene mayor capacidad que otras para ejercitarlo con fuerza corrosiva de proporciones demoledoras.

Hemos estado clamando por una oposición seria. El Presidente de la República y el más humilde militante revolucionario han hecho suya esta exigencia: ¡Deseamos opciones políticas con las cuales puedan discutirse los grandes problemas nacionales y rechazamos a facinerosos y golpistas, que asumen el combate político como sabotaje a la democracia!

Saludemos la posibilidad del combate ideológico y del fortalecimiento de nuestras ideas y propuestas. Hagamos de las elecciones presidenciales un escenario para la consolidación de la Revolución Bolivariana también en el plano de las ideas.

Email: rhbolivar@gmail.com


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Rafael Hernández Bolívar

Psicología Social (UCV). Bibliotecario y promotor de lectura. Periodista

 rhbolivar@gmail.com

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