Cuando se produjo el tremendo estallido social de 1989, en los arranques del infeliz segundo mandato del pseudo-estadista Carlos Andrés Pérez, los estudiosos de la materia se mostraron unánimes en reconocer que el referido suceso detentaba la condición de auténtico fenómeno sociológico, nunca antes visto en el curso de la historia venezolana desde su nacimiento como República. También coinciden al señalar el neto conjunto de factores que, a modo de detonantes altamente inestables, hubieran sido inofensivos aislados unos de otros, pero que, al unirse, formaron la mezcla explosiva que terminó dando al traste con el malogrado mandato de Pérez. Dejando de lado la insatisfacción colectiva y la crisis económica imperante, nos referiremos aquí a los factores de fondo: la pérdida de rumbo ideológico por parte del Gobierno de turno, y la ruptura de compromiso entre el Soberano y el Dirigente electo por éste.
En cuanto al primer factor mencionado, no es un secreto para nadie que, a lo largo de más de tres décadas, las toldas partidistas agrupadas en torno al Pacto de Punto Fijo fueron olvidando los respectivos postulados filosóficos y teleológicos que fundamentaron su nacimiento... si es que alguna vez fueron sinceros tales postulados. “Tierra, Pan y Trabajo”, la “Justa Distribución de la Riqueza”, el “Mandato del Pueblo”... gradualmente, se convirtieron en frases huecas y desprovistas de significado. Los que militaban en torno a esos slogans terminaron borrándolos de sus memorias. En su lugar aparecieron entonces, cada cinco años, los sonoros mensajes de rescate: El Cambio Va, Ese Hombre Sí Camina... Más frases huecas, considerando que quienes las enarbolaban como banderas solamente tenían como objetivo fijo el asalto al Trono de Miraflores y el mandato hegemónico de turno, y para ello se requería a toda costa el voto mayoritario del “Pueblo Soberano”, conducido como una manada de borregos a las urnas electorales para apoyar al partido verde o al partido blanco. A ese extremo llegaron las cosas: la vil manipulación de la mentalidad del colectivo, provocada y auspiciada deliberadamente por el Gobierno de turno, con el exclusivo propósito de sumir y mantener al venezolano promedio en una especie de limbo desprovisto de ideas y de inquietudes políticas, a modo de lavado de cerebro orientado hacia un estrechísimo horizonte alternativo a presentarse cada cinco años: “¿votaré verde... o votaré blanco?”. Resultado: una nación administrada y dirigida sin rumbo y sin visión de futuro, carente de dirigentes y de líderes nuevos desprovistos de la mentalidad mezquina y corrupta propia de los muy mal llamados forjadores de la Democracia venezolana.
El segundo factor de fondo arriba mencionado surge como consecuencia del anterior. En la medida que el Pueblo aprendió a depositar ciegamente el Poder en unas y otras ávidas manos para ser “representado” –recordemos aquello del ‘gobierno representativo’ postulado por nuestra extinta Carta Magna de 1961-, aprendió otra cosa, nefasta para los jerarcas del Pacto de Punto Fijo y que finalmente obró como un justiciero boomerang devolviéndoles el golpe. Aprendió a mentalizar y a considerar al Gobierno de turno como un ente muy lejano, por allá arriba, ajeno a los ‘pequeños’ problemas del colectivo. Al venezolano promedio de hace apenas década y media, al culpar al Gobierno por sus malos manejos, su creciente corrupción y la creciente crisis socioeconómica, ni por asomo se le ocurría la idea de que, en realidad, se estaba culpando a sí mismo. Se sentía tan divorciado del proceso de dirección y control del país, en manos de dirigentes que no tenían ninguna relación con él, que no sentía ni asumía compromiso alguno con esos dirigentes y con la gestión gubernamental desempeñada por éstos. Vistas así las cosas, es forzoso concluir que, en realidad, el Pueblo Soberano no tenía ninguna “representación” en los dirigentes de turno. El Gobierno Representativo así reflejado en nuestra Constitución Nacional no representaba al Pueblo sino a los apetitos e intereses del Partido apoderado de la Silla Presidencial.
Bajo la presión de la crisis producto de la anti-administración que estaba llevando al país rumbo a un derrumbe socioeconómico (análogo al que casi sufrió la hermana República Argentina por causa de los dictados del FMI), el pueblo patrio, sometido a una presión intolerable, salió a la calle a manifestar de modo violento su justificado descontento, sin percatarse de que, a final de cuentas, al protestar contra el Gobierno por el cual había votado, estaba ejerciendo activamente su Soberanía tantas veces negada y anestesiada por los corruptos dirigentes de las ahora cuasi-extintas Toldas tradicionales. El posterior enjuiciamiento de Carlos Andrés Pérez y su vergonzosa expulsión de la Presidencia de la República fue la manifestación de remate del naciente sentimiento de Soberanía Popular que, para sorpresa de quienes pretendieron haberlo destruido, no estaba extinto sino dormido, habiendo sido despabilado, gracias a Dios, por la presión de las circunstancias creadas por quienes creían haberlo eliminado de la mente y espíritu de los venezolanos.
Veamos ahora otros hechos históricos que terminaron de quitar la espoleta a la granada del descontento social. En el interín se verifica la intentona golpista contra el casi “raspado” Presidente Pérez, obrando como el último clavo del ataúd político que impulsaría su enjuiciamiento y expulsión. Los insurgentes con el Comandante Chávez a la cabeza, se convierten de inmediato en un tremendo símbolo interpretativo del renacimiento del Pueblo como depositario de la Soberanía. Es un hecho, registrado históricamente, que casi el 100% de los venezolanos se sintió identificado con ese pequeño grupo de valientes que hizo y casi logró lo que todos queríamos o hubiéramos querido hacer. La semilla del MBR-200 contenía el germen ideológico trazador de un rumbo político nuevo y diferente que, a su vez, traducía los sentimientos del Pueblo y lo convertía en participante directo de la dirección y administración del país. Los resultados posteriores –increíblemente impulsados por un Rafael Caldera que, justificando públicamente la acción del Comandante Hugo Chávez en el hemiciclo del extinto Congreso Nacional y procurando luego su indulto creyendo que obraba en provecho político propio, demostraba una vez más cuán divorciado estaba de la mentalidad del colectivo venezolano al que decía “representar”- son el remate lógico del formidable proceso de RESURGIR DE LA CONCIENCIA SOCIAL, marcado por el aplastante y jubiloso voto mayoritario a favor del novísimo Movimiento V República (MVR) que, arrollando las formidables maquinarias verdiblancas, convirtió a Hugo Chávez Frías en nuestro nuevo Presidente; la extinción del corrupto y dañino fósil mal llamado Congreso Nacional; la formación de la Asamblea Nacional Constituyente, y la obtención de una flamante y avanzada Constitución Nacional del Pueblo y para el Pueblo, una de cuyas numerosas innovaciones consistió en despojar al Gobierno de su carácter tan falsamente “representativo” (el Caballo de Troya de los cuasi-extintos Partidos tradicionales), tornándolo en Gobierno participativo, donde el Colectivo adquiere el derecho de intervenir directamente en el forjamiento de la futura Venezuela que, con dificultad pero con decisión, está surgiendo cual ave Fénix de sus cenizas producto de los desgobiernos anteriores, aspirando a convertirse, Dios mediante, en el país pujante y próspero que todos queremos tener.-