Cuando en 1998 ganó Hugo Chávez las elecciones, rápidamente, demostró su interés de empoderar al pueblo, lo cual se manifestó en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999.
Y aunque para ese momento la ideología que ahora conocemos como chavismo estaba en construcción, el líder manifestaba su devoción por el pensamiento del árbol de las tres raíces: Bolívar, El Libertador; Simón Rodríguez, el maestro republicano; y Ezequiel Zamora, el general del pueblo soberano.
Por consiguiente, pronto, se transformó en enemigo del Departamento de Estado de EEUU cuando las regalías de la vieja PDVSA peligraban. Por ello el paro petrolero de 2002 después del golpe del 11 de abril de ese año.
A lo anterior le siguió la descalificación de estado terrorista; el cuestionamiento a la democracia y a la libertad de expresión en Venezuela; la vinculación con los grupos beligerantes, como las FARC, para crear el escenario mediáticamente adecuado para el ataque al estilo Irak.
Luego de que tanta frontalidad no les sirvió con Hugo Chávez, se fraguó otra forma de ataque, debilitar la economía venezolana, para demostrar que el socialismo fracasó, cuando las empresas empezaban a aliarse para acaparar o detener la producción de los alimentos regulados.
Y se fraguó lo peor, el control de la moneda venezolana respecto al dólar se perdió, apareció la equivalencia irreal, mediante la demandada página web que opera desde Miami, maniobrada por venezolanos golpistas residenciados allá y líderes de la tolda opositora de acá, demostrando que la estrategia ha sido vulnerarnos económicamente para llamar a una invasión, tal como se evidencia en los desafortunados comentarios del Jefe del Comando Sur de EEUU, el general John Kelly.
Al mismo tiempo, se mantiene el decreto de Obama de que somos una amenaza, las declaraciones de voceros de la Casa Blanca para seguir descalificando nuestra democracia, mientras se viola nuestro espacio aéreo, tal como ocurrió recientemente.
En definitiva, ya a los Estados Unidos la doctrina Monroe, que versa "en América para los americanos", no les funciona; los argumentos de su discurso injerencista pierden fuerza, sus invasiones le pesan y sus reservas se agotan, mientras dejan en evidencia que su blanco es la Venezuela de Bolívar, por su petróleo y riquezas.