Independientemente de los errores que se hubieran cometido y que incidieron en el desenlace electoral del 6 de diciembre, no se puede ignorar la realidad galopante representada por la guerra económica, un monstruo que busca corroer las bases de la transformación política que ha venido fomentándose en el país desde el año 1998.
Que el resultado electoral no opaque el detonante que ha constituido la guerra psicológica, económica, de bloqueo indirecto, al cual ha estado sometido nuestro país. Los hilos no tan invisibles que han manejado la situación, lo han hecho con la pericia del experto en estas lides, de allí la gran amenaza que representan los poderosos del imperio yanqui y todo el caudal de influencia económica existente a su alrededor.
Sin embargo, para lograr el objetivo de influir el cuerpo colectivo, debe haberse estudiado desde el punto de vista sociológico al venezolano: nuestras costumbres, debilidades, necesidades. Esto se refleja en la forma instintiva como el cuerpo social ha reaccionado ante las posibilidades de generar ingresos significativos en forma rápida, dedicándose a “negocios” no convencionales, como es el bachaqueo o el contrabando de extracción.
Luego del proceso electoral da la impresión de que se hubiese acentuado la situación, en detrimento de quienes se ven obligados a buscar productos que no ubican normalmente en los anaqueles de los comercios, y que a falta de tiempo deben por imperiosa necesidad abastecerse pagando un costo anormal por productos regulados.
Es justo en esos espacios donde se ha suscitado una verdadera guerra. Grupos de personas articuladas se han armado de una red de apoyo para sostener el mercado del bachaqueo, con los contactos exactos para saber cuando llega azúcar, caraotas, papel higiénico, o cualquier otro producto que la gente considera esencial. En medio del caos, se reanima el sistema decadente. Se oxigena la estructura capitalista y vuelve a tomar otro aire. Porque aún con los avances de la transición hacia el modelo socialista, de haberse establecido un paradigma nuevo, con estructuras de participación popular que antes no existían, con avances que han disminuido la brecha de la tecnología de la comunicación e información, con las amplias posibilidades para acceder al conocimiento y al estudio, todo esto no ha podido sacar de raíz la injerencia en nuestra psiquis del poder capitalista.
Si no basta observar, como en medio de la crisis, la publicidad de productos (que no se ven en los comercios) sigue vigente. Los bancos ofrecen tarjetas de crédito y aumentan el límite de consumo, aunque las tasas de interés asfixien al consumidor. Este existir entre un mundo irreal y el soñado, ubica en el desespero a un ciudadano acostumbrado a comprar y luego desechar con facilidad lo adquirido, adaptado a ciertas marcas o determinados productos. Después de todo, el capitalismo es una forma de concebir la vida.
Basta pasearse por el mapa electoral para percatarse como en las ciudades fronterizas, con mayor movimiento comercial o con actividad aduanera, la oposición obtuvo resultados favorecedores. Tales fueron Lara, Carabobo, Anzoátegui, Nueva Esparta, Mérida, Distrito Capital, Miranda, Zulia, Táchira, Aragua, Vargas, Falcón, Bolívar, Mongas, Trujillo. Cabría analizar el comportamiento de la población vista como consumidor, y hasta qué punto la guerra económica reflejó su influencia en su decisión electoral. Igualmente es importante ubicarse en el contexto de los municipios, en cuales obtuvo la victoria el chavismo y donde ganó la oposición. Así, conjugando estos factores, puede haber un indicativo acerca de las perspectivas del elector y los intereses que considera le fueron lesionados en el marco de la situación económica del país, que es decir en gran parte, guerra económica.
Así pues, la tarea es sostener el voto duro chavista evidenciado en el 43% de la población electoral; asimismo, analizar la correspondencia de ese porcentaje con respecto a la militancia del PSUV, revisar cuantos nuevos votantes participaron para determinar en qué medida el nuevo elector se identifica o no con la propuesta del socialismo.
Y por supuesto, tomar todas las medidas que contribuyan a recuperar la credibilidad en las instituciones, terreno este que se venía labrando y ha entrado en una fase de decadencia ante el escenario económico que obnubila en gran medida la conciencia social.
El esfuerzo mancomunado de la dirigencia en todos sus niveles, la acción inmediata de los gobernantes, incluidos los Alcaldes, legisladores y Concejales, y la revisión de las distintas instancias del poder popular, han de pasar por los consabidos pasos de la rectificación, en sus tres dimensiones, al cuadrado.
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