Camaradas, he permanecido en silencio, reflexionando, quizás y, preguntándome, a la vez, sobre la palabra revolución como sustantivo... ¿Qué es? No he querido acompañarla de ningún verbo, ni siquiera de ningún adjetivo... Yo sólo soy una escritora y poeta que quiere compartir estas líneas de reflexión.
El Revolucionario no pone condiciones para salir a la batalla y ya está cansado del falso y del demagogo que engaña con su discurso lleno de mentiras en las que sólo él está obligado a creer... ¿Hasta cuándo, camaradas, vamos a seguir a estas personas (que todos conocemos, pero pocos denunciamos) que andan vestidos de rojo para lucrarse y obtener un bien personal, que están más atentos de la oposición que la misma oposición y manejan, casi, el mismo discurso y copian en sus acciones todo lo que critican, transformándose en el héroe de algunos pocos, no tan preclaros de lo que es un verdadero revolucionario? Nada más alejado de lo que es un combatiente. Estos personajes llegan, incluso, a obtener un puesto; no de trabajo, sino de verborrea mal sana que daña la filosofía de nuestra lucha.
Desvistámoslos en la práctica, en el debate de ideas, en el intercambio de conocimientos... No les dejemos ni un orificio por donde puedan entrar... Este develamiento es crucial en estos tiempos de lucha en contra del supuesto debilitamiento de nuestra fuerza política.
Para reconocer al demagogo no hace falta sino verlo en su accionar diario: es capaz de pasar por encima del verdadero revolucionario, aprovechándose de la necesidad del otro para ganar adeptos... Pero en la verdadera lucha siempre llegará de último con su disfraz...
Compañeros, no nos dejemos engañar más, no necesitamos falsos héroes sino verdaderos líderes.