La realización de las elecciones el pasado 6D, no significaron la finalización de la conflictividad social. Sin duda, el déficit político acumulado, pero sobre todo las tensiones creativas, no tendrán fácil resolución en el escenario venezolano.
La Venezuela bolivariana se encuentra en una situación de empate catastrófico, entendida tal como lo define nuestro amigo el Vice-presidente de Bolivia, Álvaro García Linera, como una etapa de crisis del Estado, caracterizado por tres hechos: 1) confrontación de dos proyectos políticos, 2) confrontación en el ámbito institucional y 3) una parálisis del mando estatal y la irresolución de la parálisis. Particularmente, estos elementos requieren un análisis particularizado. Con respecto a los dos proyectos políticos, habría que hacer distinciones segmentadas. Es decir, tanto en el denominado proyecto bolivariano como en el proyecto neoliberal relanzado de la MUD, hay distinciones.
En el proyecto bolivariano, nos encontramos con por lo menos dos tendencias contradictorias, que le han restado su impulso vital. Por un lado, los reformistas que no buscan quebrar las lógicas de la estructura del capitalismo rentístico, sino que más bien lo han profundizado, escudados bajo las etiquetas de la democracia participativa. Por el otro, un conjunto de actores tránsfugas, que han penetrado el impulso popular que tuvo el movimiento bolivariano en la etapa de 1998-2004, que han lucrado y explotado sus relaciones dentro del estado, mimetizándose ante la debilidad ideológica existente y que ya advirtió en algún momento el propio Chávez en su Golpe de Timón. Hay una tercera y cuarta contradicción, representada por sectores ortodoxos de izquierda, que reproducen la lógica de una "dictadura del proletariado", reproduciendo los errores tácticos y estratégicos que llevaron al fracaso del modelo cubano y por último, los que buscando el impulso hacia la transición del socialismo, que es una transición a largo plazo, se han visto reducidos y minimizados al máximo. La conjunción de la inacción impulsada por las tendencias una y dos, aunado al dogmatismo de la la tres, ha devenido en este empate catastrófico.
En el caso de la oposición, la situación no es mejor. El único punto es común, es su resistencia al chavismo-madurismo actual, pero en su seno encontramos elementos neoliberales (Primero Justicia), con actores socialdemócratas (UNT, AD, entre otros) y actores de una izquierda insurgente en los 70 (Bandera Roja), que al parecer a olvidado a los enemigos que los persiguieron y secuestraron. No hay claridad en este proyecto, más allá de la típica receta de apertura al capital, flexibilización de la economía, reducción de los beneficios del Estado de Bienestar, privatizaciones y eliminación de subsidios. Fuera de esos puntos, no hay verdadero proyecto país. Realmente el problema consiste en que ambas fuerzas han perdido su impulso de captación electoral.
En el caso del proyecto bolivariano, el Polo patriótico y el PSUV, se registró una pérdida de votos superior a los 2 millones de votos (2.575.832), en relación con el último resultado electoral de octubre de 2012 (8.191.132). Por su parte, la oposición ha crecido apenas en 359.066 votos desde la elección de abril 2013. No se trata por lo tanto de un típico triunfo, producto del "voto castigo" clásico, entendido como la proyección de los votos de una entidad política a otra. En el caso del 6D, el voto castigo se expresó como voto nulo y abstención, que había sido muy bajo en las elecciones previas (octubre 2012, abstención 19,51% y votos nulos 1,89%; en abril de 2013, abstención 20,32% y votos nulos 0,44%, en diciembre 2015, abstención de 25,83% y votos nulos 4,77%).
Es nuestro criterio, que esta paralización es una paralización de proyecto alternativo a la paralización del propio estado rentista. Eso sin negar, los importantes aportes que en materia social ha realizado el Gobierno Bolivariano, en términos de proyecto histórico, el impulso que llevó a victorias contundentes a Chávez, entre 1998-2012, se ha visto afectado y con ello, la entereza ética-política también. Es esta caída recíproca, del proyecto bolivariano por sus errores, omisiones y falta de acción crítica y de los lineamientos del proyecto neoliberal de la MUD, por el desprecio a lo popular, lo que causa este empate catastrófico que adquiere mayor impulso en el enfrentamiento parlamentario (poder legislativo) que se vio en la juramentación de la nueva Junta Directiva de la Asamblea Nacional, este 5 de enero de 2015.
La parálisis ante la crisis del proyecto de Estado rentista, es tan grave en el Bloque Patriótico (PSUV y Polo Patriótico) como en la MUD. Ambos sectores están estancados. El Bloque patriótico no ha logrado superar el golpe histórico de la pérdida electoral del 6D, que lanzó un duro mensaje crítico en un "voto castigo"sui generis, que requiere respuestas en términos de organización popular. El Bloque de la MUD, provechando una lectura maniquea del triunfo electoral, asume que el mismo representa una oportunidad de superar, por medios diversos la hegemonía en el ejercicio del poder político que mantiene el bloque patriótico. El resultado, a menos que alguno de los dos actores y proyectos políticos actué eficientemente movilizando y "enamorando" al electorado clave (que se abstuvo o voto nulo el 6D), es que se puede generar un clima de conflictividad política e inestabilidad terrible.
Se dibujan varios escenarios. Un primer escenario, donde la parálisis momentánea es superada por la MUD, movilizando y enamorando con una propuesta de transición política, que se sustente en un referendo revocatorio, que les resulté favorecedor y dónde se pospondría la resolución de la crisis, que no es una opción propuesta por los sectores opositores. Un segundo escenario, dónde el Bloque Patriótico propone respuestas y reorganización de sus bases de movilización y logra reactivar la economía, con una opción parecida al modelo chino y vietnamita, basado en el apoyo popular surgido de la revisión del funcionamiento y la depuración de las tendencias centrífugas que amenazan la unidad popular o una tercera opción, dónde ante la incapacidad de ambos sectores para imponerse se pospone la crisis, hasta que sea desatada su resolución por un conjunto de protestas de gran magnitud, que faciliten la formulación de una "tercera opción" popular y democrática, que escape de los intentos de control de ambos bloques con pretensiones de poder.
Como sea, no hay duda que estos seis (6) meses, serán de una alta conflictividad, movilización y confrontación discursiva y política, entrando en el momento de fuerza, denominado por García Linera como Punto de Bifurcación. En este punto de bifurcación, sólo el movimiento popular puede lograr la estabilidad y la gobernabilidad, que termine con la crisis del Estado rentista y su lógica capitalista. Es el verdadero inicio de una cierta transición postcapitalista. ¿Hay voluntad en el campo bolivariano, en la nomenklatura política? Tiene que haberlo, de lo contrario se puede presentar una regresión histórica, de viejas formas de capitalismo rentista excluyente. Sólo retomando el protagonismo y el liderazgo ético político que encarno inicialmente el proyecto bolivariano, hay posibilidad de profundizar el punto de bifurcación a favor de lo popular-revolucionario.