La emancipación es la conciencia de esta igualdad, de esta reciprocidad que, ella sola, permite a la inteligencia actualizarse en virtud de la comprobación. Lo que atonta al pueblo no es la falta de la instrucción sino la creencia en la inferioridad de su inteligencia. Y lo que atonta a los “inferiores” atonta al mismo tiempo a los “superiores”. Porque sólo comprueba su inteligencia aquel que habla de un semejante capaz de verificar la igualdad de las dos inteligencias.
Ranciere
Luego del 6 de diciembre de 2015, no es sólo la revolución bolivariana lo que ha quedado herida de muerte, sino que a raíz de la designación de Henry Ramos Allup como presidente del Poder Legislativo para el primer año del período 2016 – 2021, la patria como un todo se encuentra sumida en una profunda coyuntura que podría llevarnos a escenarios peores a los vividos en nuestra historia contemporánea, y eso incluye lo ocurrido desde 1989.
Hoy, no se trata de ver el cambio de actores desde los estrados y aposentos de la Asamblea Nacional, sino es ver el cómo los traidores a semejante barbarie política tanto a Chávez como al pueblo, quedaron enquistados como “representantes” de un fracasado modelo político en términos de haber desviado en sólo tres años las ideas originarias plasmadas en la constitución de 1999, las cuales han llevado a Venezuela a un estado de postración social que se ha convertido en una bomba de tiempo para el porvenir de la paz y la estabilidad democrática.
Luego de la muerte de Chávez, se ha generado sobre el seno de quienes se disputan el poder una confrontación política sin cuartel. Al parecer ninguna de ambas fuerzas, han comprendido que ya sin Chávez en ese juego político, nunca, una “fuerza” podrá superar a la otra en la forma de imponer sus ideas y modelos económicos. Así ocurrió durante 2014 con “La Salida” cuando fuerzas reaccionarias pensando que apostando a la desestabilización podrían salir de Maduro, por el hecho de éste haberse impuesto por sólo el 1,5% de los votos sobre el entonces candidato opositor. Ahora, con los resultados políticos revertidos, la otra parte, es decir, la perdedora, recurre a mal llamadas “protestas”, las cuales para nada difieren de las alas radicales de los guarimberos opositores. Una forma de protesta es peor que la otra, porque en nada ayudan a resolver los problemas, sino en contrario éstos son agravados, lo que equivale a decir, habrá más inflación, más escasez, más hambre, más pobreza, y mayor campo de acción para las mafias y corruptos.
Nicolás Maduro y Diosdado Cabello han querido deslastrarse del poderoso voto de censura que les dio el pueblo en las recientes elecciones parlamentarias. No se trata que los chavistas se hicieron opositores. ¡No! Fue que ese pueblo rechazó la doctrina del madurismo o diosdadismo (al final es lo mismo) empleando precisamente el manto y figura de Chávez para avalar el fracasado capitalismo de Estado que han desarrollado, el cual, si pudiéramos sintetizarlo, lo denominaríamos como antisocialismo.
Es simple, la gente está harta de mentiras, promesas, y de forma contradictoria, el gobierno en vez de escuchar esas voces, surgen reclamos de traición desde lo más alto del poder sobre el pueblo porque no habrían votado por sus candidatos del “bloque de la patria”, lo que en esencia significa que todo aquel objeto de sospecha con un voto considerado “apátrida” debe perder cualquier beneficio que derive del Estado. ¡Vaya justicia social!
Por ello, cuando vemos las trampas jurídicas que buscan interponer, los hoy perdedores, a través del Tribunal Supremo de Justicia, en una especie de summum ius, summa iniuria; verbigracia, habría que recordarle a ese grupo de “juristas” y “afectados”, quienes, en la ejecución excesiva sobre la aplicación del derecho, máxime en contra de decisiones provenientes por el voto popular, pudiera terminar por convertirse en un exceso de injusticia, y revertirse tal acción en contra de los proponentes. Hablando “claro y raspao”, sería vulnerada la voz del pueblo que como decía el propio Chávez, es la voz de Dios.
La hematemesis que brota desde la semántica de algunos actores políticos, y esto incluye a los representantes opositores, sólo nos está llevando hasta un punto sin retorno. Podemos predecir el comienzo, pero nunca sabremos cómo será ese final. Cuando la soberbia supera la razón, no sólo se producen derrotas humillantes como las que acaban de recibir las fuerzas que aún se mantienen leales a Chávez, sino que lo poco que nos queda de tales acciones deben promover cambios o giros de teoría y praxis política distintos a los que originaron la pérdida del apoyo popular. Lo contrario es apuntalar al adversario y liquidar moralmente a las fuerzas de un pueblo. O hay cambios verdaderos y no simples maquillajes que vuelven a repetir los errores, o estamos en los últimos días del gobierno de Maduro. A propósito de ser ciego. Quien tenga ojos que vea.