"No habrá pobres ni ricos, ni esclavos ni dueños, ni poderosos ni desdeñados, sino hermanos que sin descender la frente se traten bis a bis, de quien a quien".
Ezequiel Zamora (correspondencia, Barinas, 12/12/1859).
Nota: a 156 años de la muerte de Ezequiel Zamora, General del Pueblo Soberano, incorporamos aquí unas breves líneas que escribimos años atrás sobre el significado histórico de la gesta popular que encabezó Zamora. Puede verse el artículo completo en un artículo de aporrea (Ezequiel Zamora y las luchas populares por una revolución democrática; http://www.aporrea.org/actualidad/a4316.html).
El estallido de la Guerra Federal en 1859 fue más que una lucha por la implantación del sistema federal de gobierno
[1], y se manifestó principalmente como una insurrección campesina que planteaba las mismas aspiraciones de las rebeliones de esclavos en 1812-1814. Su antecedente más inmediato lo constituyó la rebelión campesina de 1846-47, en la cual había tenido destacada participación el mismo Ezequiel Zamora. La guerra federal significó el epílogo de este terremoto social que se desató en el proceso de disolución del sistema colonial español en Venezuela.
Como afirmó Armas Chitty, "la Federación completó la guerra de independencia, pues la misma ansia igualitaria que pregonaban los soldados de Zamora, los encarbonados de Espinoza y los llaneros desnudos de Zoilo Medrano puede apreciarse en los mismos llaneros que llevaba Boves al combate" (1969: 107). O como dijo Vallenilla Lanz : "Zamora, por su gran pericia militar, por su desprendimiento, por su heroísmo, por la dureza de su carácter y por el influjo que tuvo en nuestras masas populares, a nadie más que a Boves puede comparársele..." (1994: 193).
Los objetivos de la insurrección campesina que se desarrolló desde el 20 de febrero de 1859 y que estuvo encabezada por Ezequiel Zamora se referían a la igualación de las clases sociales, el reparto de tierras, supresión de contribuciones, echar del gobierno a los opresores y terminar con la oligarquía. Como bien dice Brito Figueroa, para las masas campesinas ese era el verdadero significado de la palabra Federación (o Feberación, como erróneamente decían los campesinos analfabetos).
Se ha argumentado que estos objetivos no aparecen en los programas principales de la Federación, aunque sí aparecen en multitud de cartas, proclamas, alocuciones y órdenes generales de Zamora y de sus más inmediatos colaboradores. Compartimos aquí la opinión de Brito Figueroa, al decir que dichos programas eran producto de acuerdos entre las fracciones del liberalismo, es decir, de acuerdos entre los revolucionarios zamoristas y los conciliadores seguidores de Falcón y Guzmán Blanco; esto explicaría la ausencia de las principales consignas de Zamora en dichos programas (Brito, 1981: 472).
Entre esas consignas de Zamora destacan: "Horror a la oligarquía", "Oligarcas temblad", "Tierras y hombres libres", "Igualación social", "el imperio de la mayoría", de acuerdo a las investigaciones de Federico Brito Figueroa y otros autores como Villanueva, Irazábal y Pérez Arcay.
El biógrafo de Zamora, Laureano Villanueva, menciona la conocida frase de Zamora:
"Lo que debe cogerse son los ganados, bestias y tiendas de los godos, porque con esas propiedades es con lo que ellos se imponen, y oprimen al pueblo. A los godos se debe dejar en camisa, pero la gente del pueblo, igual a usted, se respeta y se protege". (1955: 250).
El mismo Villanueva se refiere a las motivaciones de Zamora: "Su ambición constante consistía en servir al pueblo, a la manera de Tiberio Graco, con ciertas ideas utópicas de socialismo y de igualdad de bienes" (1955: 162).
Para Zamora la Federación implicaba una profunda democratización de la sociedad. Sus palabras de febrero de 1859 son muy elocuentes a este respecto:
"La Federación encierra en el seno de su poder el remedio de todos los males de la patria. No. No es que los remedia, es que los hará imposibles... Volveremos la espalda, ya para siempre, a las tiranías, a las dictaduras, a todos los disfraces de la detestable autocracia" (Landaeta, 1961: 286).
Zamora significó un liderazgo diferente al ejercido por los caudillos tradicionales que surgieron en Venezuela a lo largo del siglo XIX ; como afirma Catalina Banko: "Con Ezequiel Zamora nace otro tipo de caudillo, cuyo poder no se sustenta en la propiedad latifundista, al estilo de Páez o de los Monagas, ni en el control coercitivo de la masa campesina, sino en bases programáticas identificadas con la causa federal y la ‘regeneración’ de Venezuela" (Banko, 1996: 189).
Zamora representaba los genuinos intereses de las masas campesinas, de los desposeídos, que nuevamente enarbolaban la "guerra social" que había desatado Boves en 1813, con el fin de destruir el poder político y económico de la oligarquía, y construir en cambio una nueva sociedad basada en los principios políticos del liberalismo burgués, cuyo respeto y aplicación estricta, pensaba Zamora, permitirían la felicidad del pueblo[2].
"El carácter de Zamora es el de un hombre sobrio y dueño de sí mismo. Su conducta privada es casi monacal. No bebe. No juega. Come sobriamente. Su cultura no es muy amplia, pero conoce bien su oficio militar. Un poco de Historia Antigua y mucho de historia nacional le sirven para dialogar con gentes cultas, que seguramente han debido asombrarse de la cultura de este jefe de montoneras". (Mujica, 1982:125).
Podemos agregar que Zamora no realizó una reivindicación específica de la obra de Bolívar, ni se auto calificó como heredero del libertador en particular; Zamora se refirió a la culminación de la obra de "los patriotas de 1811", hablando siempre en plural.
La manifestación particular de la revolución federal renovó las atrocidades que contra los vencidos cometían uno y otro bando; para el ejército gubernamental implicaba castigar a los rebeldes, y para los federales la violencia era nuevamente el arma justiciera contra la opresión socioeconómica y la dominación política de los oligarcas. Zamora intentó controlar esta violencia, como lo demuestra el fusilamiento de Martín Espinoza a mediados de 1859, por las atrocidades que este jefe federal cometía contra la población civil.
Como dice Villanueva, "el intento de Zamora era valerse de aquellas montoneras para sostener la guerra, mientras la suerte le proporcionaba modos de formar un ejército reglado, con que maniobrar y destruir los del gobierno en acciones campales y decisivas" (1955: 223).
En la Guerra Federal coexistieron dos intereses en el bando liberal[3] : unos, que deseaban promover la constitución de un régimen de libertades formales, democrático burgués, que limitara el poder que hasta el momento había mantenido la oligarquía heredera de los mantuanos de la colonia; este sector estaba integrado en lo fundamental por personajes ilustrados y que pertenecían a sectores sociales poseedores (sobre todo terratenientes), y estaba liderizado por Juan Crisóstomo Falcón y Antonio Guzmán Blanco. Los otros, la mayoría, los campesinos y algunos intelectuales radicalizados, que pregonaban las reivindicaciones igualitarias que permanecían sin cumplirse desde la guerra de independencia; esta era la fracción que encabezaba Ezequiel Zamora.
Es evidente que la ausencia de una obra política por parte de Zamora explica sus debilidades teóricas; por ello tuvo que apoyarse en los intelectuales del liberalismo para darle contenidos programáticos a su revolución campesina y popular. Un análisis biográfico de Zamora permite concluir que sus méritos militares y organizativos superaban con creces a su formación política.
Los principios liberales de la federación, compartidos por Zamora, pueden analizarse en el pronunciamiento de la ciudad de Barinas, luego que ésta fuera ocupada por las fuerzas militares de Zamora el 18 de mayo de 1859 (Castillo, 1996: 14). En dicho pronunciamiento se establecen como "principios del Gobierno Federal" lo siguiente:
"La abolición de la pena de muerte. Libertad absoluta de la prensa. Libertad de tránsito, de asociación, de representación y de industria. Prohibición perpetua de la esclavitud. Inviolabilidad del domicilio, exceptuando los casos de delitos comunes judicialmente comprobados. Inviolabilidad de la correspondencia y de los escritos privados. Libertad de cultos... Inmunidad de la discusión oral de todas especies. Inviolabilidad de la propiedad. Derecho de residencia a voluntad del ciudadano. Independencia absoluta del Poder Electoral, que ni antes de su ejercicio ni después de él dependa de ninguno de los funcionarios de los demás ramos de la administración. Elección universal, directa y secreta del Presidente de la República, del Vicepresidente, de todos los legisladores, de todos los magistrados de orden político, y de todos los jueces. Creación de la milicia armada nacional. Administración de justicia gratuita en lo secular. Abolición de la prisión por deuda. Derecho de los venezolanos a la asistencia pública en los casos de invalidez o escasez general. Libertad civil y política individual; consciente primero en la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley; y segundo, en la facultad de hacer sin obstáculo todo lo que la ley no haya expresamente calificado de falta o delito. Seguridad individual: prohibición del arresto o prisión sino por causa criminal precedida evidencia de la comisión de un delito, y los indicios vehementes de la culpabilidad" (Landaeta, 1961: 321).
Como se puede ver, son cuestiones fundamentales de la democracia burguesa que aún hoy muchas de ellas esperan por cumplirse en Venezuela. El hecho de que haya pasado más de un siglo y aún no se haya ejecutado a plenitud dicho programa democrático burgués, revela fehacientemente el carácter revolucionario de dichas propuestas al ser enarboladas por el movimiento insurreccional campesino que encabezó Zamora.
No compartimos la opinión de Carrera Damas al establecer que el "Programa de Zamora era una mezcla abigarrada de ideas conservadoras con supuestos propósitos revolucionarios populares" (1985:21); y que en contraste, el "Programa de Falcón" expresaba en términos inequívocos la naturaleza del radical cambio sociopolítico que perseguía la federación (p.23).
Carrera Damas se limita aquí a valorar las propuestas democrático-burguesas que institucionalizó la federación con la Constitución de 1864 (y que él considera que recoge la "formulación definitiva del proyecto nacional venezolano", ob.cit., p.27). Al mismo tiempo, sugiere que las propuestas revolucionarias del Programa de Zamora "no eran alcanzables". Pero olvida considerar que más allá de la lucha por implantar los principios liberales, la Guerra Federal era una lucha contra las clases dominantes, por aniquilar su poder económico y político, objetivo que se puso al alcance de las fuerzas militares de Zamora luego de la batalla de Santa Inés, en diciembre de 1859.
Al respecto mencionamos estas palabras dichas por Zamora: "...todo con el propósito de infundir a la tropa amor al pueblo y odio a los ricos, aunque fueran liberales...". (Carrera Damas, 1985:22). En la Batalla de Santa Inés, el 9 de diciembre de 1859, Zamora derrotó al cuerpo de ejército principal del gobierno central. La estrategia de Zamora en esta batalla es considerada una obra maestra del arte militar, imitada incluso por academias militares norteamericanas[4].
La muerte de Zamora, en enero de 1860, y la inoperante conducción militar de Falcón, que condujo a la derrota de Coplé, el 17 de febrero de 1860, impidió la inminente y aplastante victoria federal que se había anunciado gracias al genio militar de Zamora en Santa Inés[5]. Esta es la realidad de los hechos, el triunfo de la insurrección campesina era perfectamente realizable, y con él, muchas de sus consignas como la de "horror a la oligarquía", "igualación social", y el "imperio de la mayoría". Es obvio que no podía esperarse la instauración de un régimen democrático popular, inexistente en ese momento en país alguno, en una sociedad agraria como la nuestra.
En contraste con la imagen que de Zamora tenían los jefes federales, Juan Crisóstomo Falcón no queda muy bien parado ante la historia. Héctor Mujica dice al respecto: "Es bien claro desde el comienzo que tanto Falcón como Guzmán Blanco representan la conciliación, la posibilidad de un entendimiento con el enemigo" (Mujica, 1982:122).
El mismo Emilio Navarro dice sobre Falcón lo siguiente:
"Por el conocimiento que tuve del General Juan Crisóstomo Falcón desde sus primeros días en la política, comprendí que este jefe era sumamente superfluo en la línea política...mi padre, el Coronel Carlos Navarro, como el modesto y sabio José Melitón Toledo andaban en pos de él, evitándole una multitud de flaquezas que diariamente cometía Falcón en Coro, con los enemigos del partido liberal, uniéndoseles en sus complots, ofreciéndoles sus servicios, méritos y prestigios a sus propios enemigos. Sólo con la ambición de figurar representaba este tristísimo papel, que los legítimos liberales trataban de disimular" (ob.cit., p.108).
Falcón fue acusado en su momento por una buena parte de los jefes federales de ser el responsable directo de la muerte de Zamora. Brito Figueroa en su obra Tiempo de Ezequiel Zamora asume estas acusaciones, y concluye que Zamora fue asesinado por un espaldero de Falcón, de apellido Morón. Según otro jefe federal, el Coronel Joaquín Rodríguez, afirmaba que Guzmán Blanco, disgustado con Falcón en una ocasión, afirmó que este era responsable directo del asesinato de Zamora.
Lo más probable es que un eventual triunfo de Zamora hubiera conducido a la consolidación de una nueva clase dominante, pero el dinamismo que hubiera aportado al desarrollo del país pudo haber sido mucho mayor al que desarrollaron los liberales timoratos como Falcón y Guzmán. Probablemente nuestro desarrollo dependiente y subordinado al imperialismo extranjero hubiera tenido facetas más favorables a los intereses nacionales y populares.
La prematura muerte de Zamora, el 10 de enero de 1860, favoreció que finalmente prevalecieran quienes deseaban un cambio puramente formal, el cual se concretó con la firma del Tratado de Coche, el 24 de abril de 1863. Con este tratado se concretó un simple cambio de opresores en el gobierno, sólo que en lugar de conservadores y constitucionalistas, se proclamaron liberales y federales. Pero la estructura económica, la que constituía el fundamento material de la oligarquía, continuó intacta, y al lado de los viejos apellidos que controlaban la riqueza territorial agraria, monopolizaban el comercio y la usura, comenzaron a figurar apellidos de origen "oscuro" (Brito Figueroa, ob.cit., p.478).
Al igual que en 1814, la muerte del líder que guiaba el movimiento revolucionario de las masas, Ezequiel Zamora, dejó inconclusas las aspiraciones del campesinado. La Federación bajo la conducción de Falcón y Guzmán Blanco terminó siendo una caricatura de lo que originalmente había delineado Zamora. Nuevamente, la ausencia de un sólido liderazgo colectivo que continuara la lucha cercenó las posibilidades de triunfo de los desposeídos.
Zamora, con sus acciones, llegó a infundir verdadero terror a la oligarquía. Al ocurrir su muerte, el alivio que sintieron fue tal que Juan Vicente González llegó a escribir: "Bala afortunada. Bendita sea mil veces la mano que la dirigió". Opiniones así nunca fueron dirigidas en cambio a otros connotados jefes federalistas como Falcón y Guzmán Blanco. La causa era que Zamora no representaba exclusivamente los ideales federales y liberales; principalmente defendía la causa de los desposeídos, su guerra era una guerra contra los poderosos, contra los oligarcas en general, y su objetivo era la igualdad social, objetivo difuso que correspondía al imaginario de la época en una sociedad agraria como la nuestra.
El triunfo de la Guerra Federal no fue en modo alguno el triunfo de la causa por la que luchaban los campesinos alzados bajo el mando de Zamora. Una vez más, al igual que en la guerra de independencia, las aspiraciones de los desposeídos quedaban inconclusas, y lo más que se alcanzó fue la formalidad de las leyes. La esencia del Tratado de Coche fue la de acabar con la insurrección campesina que amenazaba seriamente la estabilidad de las clases dominantes.
Como dijo Carlos Irazábal: "El triunfo de la guerra fue también la traición a la insurrección del pueblo. Este es el contenido de clase del tratado de Coche, cuyo objetivo sustancial fue poner fin a la guerra y estrangular la revuelta de la masa campesina" (Irazábal, 1980:252).
A este respecto Carrera Damas, en su afán de defender el proyecto nacional burgués, plantea:
"El Tratado de Coche es un paso coherente en la dirección fundamental seguida por la clase dominante desde 1811-1812, y tal consistía en restablecer y consolidar la estructura del poder interna, desquiciada primero por las guerras de independencia y amenazada luego de definitivo colapso por la Guerra Federal. Fue la conciencia de esta posibilidad inminente lo que condujo a poner término a la contienda". (Carrera Damas, 1985:27).
Sin embargo, el triunfo de la federación terminó de destruir el complejo material e intelectual de la colonia (Irazábal, 1980:254). Por ser algo más que un enfrentamiento entre poderes y proyectos políticos, la federación tuvo hondas repercusiones sociales, pues las reclamaciones federalistas fueron identificadas con la lucha contra la opresión en sentido global, en lo económico, político y social (Banko, 1996: 191). La federación tuvo una amplia significación para la sociedad venezolana de la época, pues no fue solamente un modelo político para la organización de la República, sino que se convirtió en sinónimo de libertad para los sectores desposeídos. Lo que se inició como un enfrentamiento por el poder político entre dos fracciones de las clases dominantes, se convirtió en una auténtica guerra social contra la opresión de las clases oligárquicas.
La Revolución Federal tuvo como una de sus principales consecuencias el consolidar las bases del igualitarismo social que caracteriza a la sociedad venezolana actual (Pérez Arcay, 1977: 166). La derrota militar y política de los godos (derrota que fue sólo parcial)[6] permitió el desarrollo posterior de ese sentimiento igualitarista, aunque en términos socioeconómicos haya surgido una nueva oligarquía dirigente que se apoderó de las tierras y de las instituciones financieras y comerciales.
La Guerra Federal le dio culminación formal a las promesas hechas por la oligarquía durante la independencia, aunque en los hechos se haya mantenido la misma estructura de poder socioeconómico. El federalismo fue una revolución triunfante en lo ideológico, y esa circunstancia permitió a la burguesía aplacar la rebelión social por varias décadas.
Cuando hemos dicho que el actual proceso de cambios debe evitar un nuevo Tratado de Coche, estamos alertando sobre la posibilidad cierta de que el proceso chavista termine siendo pura ideología, y las estructuras que sustentan la dominación política y económica del capitalismo globalizado simplemente sean renovadas para un nuevo engaño contra el pueblo. Y cuando alertamos sobre la necesidad de consolidar un liderazgo colectivo del proceso de cambios para garantizar su continuidad en el tiempo, estamos cuestionando el liderazgo mesiánico que hoy nuevamente se ha entronizado en las fuerzas populares, y proponiendo la necesaria reconstrucción política y organizativa de un movimiento popular revolucionario que asuma el rumbo de la revolución popular en Venezuela.
[1] "La guerra federal adquiere progresivamente un nuevo matiz en la medida que los sectores explotados se incorporan a la lucha en busca de sus propias reivindicaciones". Catalina Banko. Las luchas federalistas en Venezuela. 1996: 177.
[2] Ver al respecto las proclamas de Zamora del 7/3/1859 en Coro, del 29/3/1859 en San Felipe y otros documentos que aparecen en la obra de Landaeta Rosales, Biografía del valiente ciudadano General Ezequiel Zamora.
[3] "Existió entonces una nítida diferencia entre dirigentes y masa en lo concerniente al contenido de la federación" (Irazábal, 1980:251).
[4] Véase a este respecto la obra de Jacinto Pérez Arcay sobre la guerra federal.
[5] Zamora tenía bajo su mando, al momento de su muerte, a 23.500 soldados de los tres ejércitos federales que lo habían reconocido como Jefe. Luego de Santa Inés la oligarquía caraqueña inició planes urgentes para huir hacia las Antillas (Brito Figueroa, 1981:435).
[6] Carrera Damas hace énfasis en que la "solución política" de la guerra federal, antes que la solución militar, salvó a la oligarquía criolla del colapso total como clase dominante.