No podemos negar que al momento de conocer los resultados electorales, sentimos una especie de latigazo que causó muchas y diversas reacciones: dolor, frustración, incertidumbre, con estas emociones contenidas, los revolucionarios comenzamos un proceso reflexivo que nos llevó inicialmente al análisis individual, íntimo, privado si se quiere, todo con el fin de establecer responsabilidades e identificar prácticas que nos han traído de modo sistemático a los escenarios actuales, así; el análisis se convirtió en rumor de multitudes y busco el espacio público para expresiones de diversa índole.
Allí pudimos establecer las dimensiones de nuestra participación en el proceso de construcción que ha sido la revolución bolivariana y su claro objetivo de romper con el carácter representativo del poder político.
Hoy, tenemos el firme compromiso de asumir desde la perspectiva popular, la construcción de un nuevo tipo de relaciones que establezcan como principios fundamentales: la solidaridad, el bien común, la contraloría social y el ejercicio corresponsable de la gestión de gobierno en manos de nuestros delegatarios.
Para quienes entendemos poder popular como la fuerza de la organización comunitaria y la elevación de los niveles de conciencia, es necesario considerar que más allá de las circunstancias traídas por un resultado electoral adverso y los gritos destemplados de los responsables principales. Contamos con una fuerza que no se ha desplegado en batalla y que tiene servidas las condiciones para hacerlo.
Desde todas nuestras expresiones orgánicas, la cuestión se nos plantea en torno a un cambio revolucionario, que ponga al poder popular comunal al frente de la sociedad y la construcción de un modo de producción libre de explotación capitalista y la gerencia sistemática de sus crisis. Esto nos conduce a la necesidad de elevar la conciencia de clase entre las mayorías, hoy por hoy organizadas. Dimensionar el papel protagónico que juegan y desnudar a los falsos redentores que frente a la actual crisis pretenden erigirse como salvadores del mundo cuando en realidad son agentes imperiales de los monopolios y los regímenes de la oligarquía financiera.