El retiro de las imágenes del Libertador del Parlamento Legislativo por Henry Ramos Allup obedece a un guión preconcebido como una muestra más de injerencia del imperio estadounidense.
Durante décadas, se nos dominó atacando nuestra identidad. La venezolanidad se representaba torpemente mediante unas alpargatas, maracas y traje típico. Y nuestro Bolívar estaba distante, solo en los libros, bustos y estatuas. Una Academia de la Historia lo mantenía alejado de nosotros. Nos hacían pensar que, con la Independencia de América, su papel había concluido, y se desconocía así su don de ver más allá de su tiempo.
Lo anterior no era casual. Respondía a una estrategia de dominación norteamericana después de la segunda guerra mundial. Su objetivo, imponer un modelo de democracia con una libertad individual condicionada a un patriotismo tergiversado, para garantizar aquello de una América para los americanos, como reza la doctrina Monroe.
Luego, a finales del siglo XX, en su ola más reciente, viene la globalización, donde la diversidad de los pueblos es el blanco de ataque de quienes buscan uniformar patrones de conducta. Ahí la identidad y la defensa de la patria estorban.
Hugo Chávez supo ver esto con claridad. Revaloriza los símbolos patrios. A la bandera le suma una estrella para incluir la provincia de Guayana. Significando el espíritu independiente del pueblo venezolano en el Escudo, el caballo indómito vuelve su mirada hacia la izquierda en señal de independencia. Con sentimiento patrio, nos enseña a cantar el Himno Nacional. Y humaniza el rostro del Libertador, con sus raíces mestizas y mirada profunda.
Al mismo tiempo, rescató nuestra PDVSA, antes en manos entreguistas a favor de los intereses trasnacionales; ahora soberana, beneficiando al pueblo a través de las Misiones. En definitiva, nos despertó la conciencia patria.