Para quienes se han erigido como representantes genuinos de una sociedad en batalla permanente y que han desplazado al sujeto político de este momento histórico, tal vez les resultara fácil hacer una nueva maniobra y terminar pactando con nuestros enemigos de clase, para quienes tratamos a diario de aportar por esa sociedad distinta en la que los derechos dejen de ser objeto de campañas electorales y se conviertan en ejercicio pleno de soberanía, nos resultara difícil aceptar volver a escenarios de representatividad ya superados.
El gran logro de nuestro proceso histórico, que nos tiene en el umbral de "un cambio de época" a decir de Rafael correa, ha sido y será la oportunidad real de avanzar en una propuesta de gobierno verdaderamente popular, este debe surgir de la profundidad del pueblo y su quehacer, de la identificación del potencial que despertó la condición creadora de una nueva identidad política, de un nuevo concepto de integración de los de abajo, en estructuras que buscan el fin primordial de la participación protagónica como punto de partida para el autogobierno desde el principio del mandar obedeciendo.
Esos nuevos códigos que han aparecido en nuestros espacios y que afianzados en la lucha contra los vicios heredados del clientelismo y el malabarismo pequeñoburgués hace que los teóricos de la dependencia enquistados en las instancias donde se toman decisiones, se comporten de modo irracional y pretendan secuestrar nuestra condición de pueblo constructor de nuevas realidades,
La evaluación permanente de nuestros avances, nos permitirá reconsiderar el papel que en este nuevo contexto político, deben jugar nuestras expresiones orgánicas, para ello se hace necesario construir un plan de acciones mínimo que contribuya por un lado a frenar actos de la derecha envalentonada por la borrachera electoral y por el otro impedir que se materialice un pacto de poderes que deje de lado al pueblo organizado y dispuesto a echar las bases de un nuevo modelo económico y social, cuyo fundamento principal se estableció en el contrato social que es nuestra constitución, discutida y aprobada por todos nosotros en referéndum popular.
