Alquimia Política

Libertad de expresión es igual a revolución

Estimados lectores, tengo un nudo en la garganta y un profundo malestar hacia algunas voces institucionalistas que hoy ven en el ejercicio del discurso de opinión periodística, un enemigo a seguir y a perseguir. Hay varios casos que sirven de ejemplo a esta situación, sin embargo, no es mi papel caer a cuenta de ellos, cada caso obedece a una lógica de la denuncia distinta. Lo que cuestiono es que se persiga, se abra un expediente, se procese a un ser humano por su opinión política o social acerca de la realidad de su tiempo. No puedo estar de acuerdo con la censura “incondicional”, si algo está mal hay que decirlo, hay que llevar hasta sus últimas consecuencias la revisión, rectificación y el reimpulso. Para aquellos que leen entre líneas, estoy diciendo que soy revolucionario (no acomodadizo), pero que no por ello soy conforme, soy rebelde y exijo que la revolución se lleve por el camino del medio y no por los atajos de los corruptos y recién vestidos de poder que ven en quienes hacemos un trabajo intelectual y crítico, el mayor de los enemigos a combatir.

En un aspecto puntual, concibo la libertad de expresión en el contexto de su propiedad conmutativa con la revolución; la libertad de expresión es igual a la revolución, a los procesos de transformación radical de los pueblos. Mi condición de hombre de academia e intelectualidad, me obliga a involucrarme con mi tiempo. Es un asunto de deber, de conciencia y de vocación. Algo que va en los genes y exige, desde cualquier escenario, la posición franca y directa que responda a las necesidades de una generación que está marcando la huella de los próximo cien años. Negarme a opinar acerca de lo que estamos haciendo mal por la temeridad de que alguien se moleste y asuma una conducta de persecución hacia mí o mi familia, es morir en vida. Ese temor no puedo tenerlo, no debo sentirlo y no me permito que me afecte. Si por lo que he escrito alguien me considera un enemigo de la sociedad o del sistema político, que tenga el talento de rebatir mis ideas por la misma vía y no busque por salidas violentas e injustas, callar mi pensamiento que es la única garantía de que existo y que aún conservo mi dignidad. Exijo, eso sí, que lo que escriba o diga, se me adjudique exclusivamente a mí. No busquen a “Dios por los rincones”, soy el dueño absoluto de lo que callo y de lo que digo; menos obedezco a orientaciones de grupos o de individualidades, tengo personalidad y valores propios y no me arrodillo ante ningún semejante porque creo en la igualdad y en la justicia.

Expreso estas ideas porque estoy cansado de que algunas personas de mi círculo íntimo vean con temor mis escritos. Cuando escribo lo hago con conocimiento de causa, con lectura y dominio del tema. No improviso ni acuso a nadie, cada quien que vaya al infierno o al cielo con su consciencia. Pero quiero dejar por sentado que lo que he escrito en mi espacio Alquimia Política (columna que me acompaña desde 1988), es y será siempre para llamar la atención y crear vías reflexivas que permitan mejorar las cosas, nunca buscando agredir ni maltratar la condición humana de nadie, pertenezco a una clase de seres humanos que respeta la dignidad humana y sobre todo que cumple sus deberes, pero, eso sí, exijo mis derechos.

Finalmente, por si alguien aún, en sus lecturas entre líneas no se ha enterado, soy el único responsable de lo que escribo y si algo quieren conocer o saber de por qué lo hice, aquí estoy para responder por mis actos; soy responsable total y radicalmente, de cada palabra y de cada conexión neurológica que da con una idea, la cual transformada en pensamiento busca, como lo dijo el maestro Pablo Neruda, confesar que “…he vivido”.


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Ramón Eduardo Azócar Añez

Doctor en Ciencias de la Educación/Politólogo/ Planificador. Docente Universitario, Conferencista y Asesor en Políticas Públicas y Planificación (Consejo Legislativo del Estado Portuguesa, Alcaldías de Guanare, Ospino y San Genaro de Boconoito).

 azocarramon1968@gmail.com

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