La política real supera en la mayoría de los casos la racionalidad, las esperanzas y hasta la religión e ideología. Hay que estar alerta con ella.
Por ejemplo, en Europa antiguos enemigos electorales se piropean mutuamente, para conservar el poder político un poquito más. En ese continente un cambio de gobierno de derecha a izquierda, no significó que no continuaran las intervenciones en Siria, después de haber bombardeado sin misericordia a Libia. Nada cambia.
Connotados discrepantes, de pronto, aparecen en prensa hablando bien mutuamente y ahora buscando coincidencias para atacar juntos a un tercero. El axioma "el amigo de mi enemigo es mi enemigo" se ajusta de acuerdo a las circunstancias políticas. Ante la creciente debilidad del aliado, muchos prefieren irse neutralizando hasta cambiarse de bando a fin de salvaguardar sus intereses (¿o su pellejo?).
La debilidad de la formación, la militancia en la circunstancia son el caldo de cultivo para que el antes come candela de la izquierda descubra su verdadera esencia. Es la depuración natural y necesaria en la política.
Todo liderazgo ideológico debe evitar la soberbia que no permite ver las jugadas políticas de los que andan "en lo suyo". El liderazgo puro, el positivo, es humilde, se forma en la concepción de darlo todo por la causa, de lo contrario cae en lo personal y corre el riesgo de dejar de lado a los verdaderos aliados, a los radicales que creen que la unión se práctica a partir de principios de honestidad, bienestar social, lealtad y patriotismo.