Periodistas de "izquierda", voceros de la derecha, rumorólogos y hasta sectores del campo revolucionario han hablado recientemente de la posible renuncia del presidente Nicolás Maduro como mecanismo "solucionador" de la crisis actual. Somos de la opinión que una renuncia de Maduro profundizaría al máximo la crisis dentro del proceso revolucionario y prácticamente terminaría de "hundir el barco" que le encomendó Chávez en diciembre de 2012.
Hugo Chávez impuso, a través de sus 14 años de gobierno, un liderazgo unipersonal que funcionó basado en sus dotes dirigenciales y en su capacidad para unir a sectores políticamente diversos y antagónicos en función de impulsar la revolución bolivariana y su horizonte socialista. Pero una vez fallecido Chávez la posibilidad histórica de mantener ese liderazgo unipersonal estaba negada de plano, pues ninguno de sus más inmediatos colaboradores reunía características personales que les permitiera darle continuidad a esa forma de conducir la revolución.
La muerte de Chávez obligaba a repensar la forma de liderazgo del proceso bolivariano y a ejecutar un nuevo mecanismo de liderazgo colectivo que permitiera, en un escenario de debate democrático, mantener la unidad de los revolucionarios y controlar las tensiones hegemónicas que necesariamente iban a surgir luego de la muerte del comandante. Esa idea ya la formulamos en marzo de 2013, en un artículo que publicamos en aporrea: "Poder del pueblo y continuidad del proceso revolucionario" (http://www.aporrea.org/actualidad/a160175.html).
Allí afirmamos que "la garantía de continuidad del proceso revolucionario dependerá del surgimiento de nuevas formas de liderazgo popular colectivo que nazca al calor de la difícil confrontación política que será la característica de los meses y años venideros". Pero Nicolás Maduro no siguió ese camino de democratizar el liderazgo revolucionario, y ha tratado en vano durante tres años de imponerse como figura sustituta de ese liderazgo unipersonal que heredara de Chávez, sin tener de cerca las cualidades positivas del comandante, como hemos podido comprobar en los numerosos errores y omisiones de la gestión de gobierno madurista.
Pero los errores de Maduro no pueden llevarlo a tomar el camino fácil de la renuncia y lavarse las manos de la terrible crisis que su incapacidad política ha generado en el país. Hay que tener presente que Hugo Chávez logró resolver, el 8 de diciembre de 2012, la cuestión de quién lo sucedería en el liderazgo presidencial venezolano. Pero dejó sin resolver el problema más amplio de cómo conducir el proceso y el orden de mando sucesivo en caso de que faltara Nicolás Maduro.
Por tanto, si Maduro renunciara, no existiría ya mandato alguno de Chávez para determinar quién le da continuidad a ese "liderazgo unipersonal" que torpemente ha sido continuado por la dirigencia pesuvista. Estallaría dentro de la cúpula chavista una crisis disolvente, peleándose sus diversas fracciones para ver quién logra erigirse como el nuevo "salvador" de la patria bolivariana.
Se ha mencionado en días recientes de unas supuestas presiones exigiendo la renuncia de Maduro, que provendrían de los gobernadores militares "chavistas". Esa posibilidad la contemplamos ya en el mencionado artículo del 2013, al establecer que la muerte de Chávez habría el campo para "una amplia conspiración del imperio por penetrar a los distintos liderazgos civiles y militares del chavismo para irrumpir desde allí propiciando la caída del proceso revolucionario". Agregábamos en este entonces que "en la lucha interna dentro del chavismo tratará de influir todo el tiempo el imperialismo y sus aliados internos. Las fuerzas imperiales buscarán siempre el momento propicio para intentar acabar con la revolución bolivariana".
La estrategia del gobierno de los Estados Unidos, intentando corregir los errores que lo llevaron a fracasar en la conspiración que derrocó momentáneamente a Chávez en abril de 2002, puede incursionar con una nueva conspiración que utilice figuras de renombre dentro del propio chavismo, para engatusar al pueblo e imponer un gobierno regresivo que se muestre como continuador de la revolución. Sería un golpe contrarrevolucionario que se presentaría como un acto para fortalecer y salvar la revolución.
Ya en 2013 alertamos de ese peligro, "como un "posible" escenario futuro: un gobierno regresivo que fuera encabezado por figuras provenientes del chavismo; este gobierno pudiera ser producto de elecciones o de acciones de fuerza".
Por tanto, si fuera cierto que los gobernadores militares chavistas están presionando a Maduro para que renuncie, ese acto sólo puede provenir de una conspiración gringa encubierta. Si Maduro renunciara para "facilitar la resolución de la crisis", sencillamente se plegaría a la estrategia yanqui para terminar de destruir el proceso revolucionario bolivariano.
La renuncia de Maduro conduciría a nuevas elecciones presidenciales, y alguno o algunos de estos gobernadores militares chavistas, seguramente se lanzarían como los nuevos "salvadores de la revolución", pero llevando escondido en el paltó el mandato de sus amos imperiales.
Nicolás Maduro tiene la responsabilidad histórica de cumplir hasta lo último el mandato que le diera Hugo Chávez el 8 de diciembre de 2012. Sólo puede ser sacado de Miraflores si ocurriera una rebelión popular que lo sustituyera por su manifiesta incompetencia y procediera, ese poder popular movilizado, a reconstituir la revolución profundizando el programa revolucionario legado por el comandante Chávez.
Cualquier conspiración militar o civil que busque la renuncia de Maduro, debe ser enfrentada, y la conducta del propio Maduro debe ser la misma que mantuvo Allende en Chile, resistir hasta la muerte, si es necesario. Es obvio que no apoyamos que Maduro siga manteniendo la política equivocada que hasta el momento desarrolla. Es imperativa la rectificación a tono con el Golpe de Timón que ordenara Chávez el 20 de octubre de 2012.
Las medidas tomadas recientemente no son suficientes ni apuntan a resolver la grave crisis económica en desarrollo. Mientras no se resuelva la cuestión del diferencial cambiario no se podrá combatir la especulación, el desabastecimiento y el contrabando que han perforado todos los controles gubernamentales. Un dólar a 10 y otro a 200 y tanto, es la puerta abierta para que la corrupción que ha impregnado casi toda la esfera gubernamental siga haciendo negocios sucios, destruyendo nuestras escasas reservas internacionales y profundizando los desequilibrios económicos.
Maduro no debe ni puede renunciar. Debe rectificar. Su eventual salida del poder abrirá las puertas para que el imperio yanqui retome el control de Venezuela, y quedará en manos del pueblo venezolano el organizarse sobre parámetros renovadores para retomar el poder político y ejecutar una nueva revolución bolivariana y socialista.
Maracaibo, Tierra del Sol Amada. 21 de febrero de 2016