Quien no quiera aceptar que Venezuela juega un papel preponderante sobre el desarrollo político y económico de la región, fundamentalmente desde que Chávez llegó al poder, es porque desconoce la realidad social e ideológica de los pueblos. Fue Chávez con su liderazgo incuestionable, más allá de sus errores, quien impulsó cambios y rupturas de gobiernos sobre América del Sur a partir del siglo XXI.
Pero una vez que Chávez fallece y queda en el poder Nicolás Maduro, Venezuela entró en una profunda crisis económica y social. En sólo tres años el país presenta niveles catastróficos de empobrecimiento. Tenemos la inflación más alta de mundo. Una terrible escasez de alimentos, medicinas y repuestos para vehículos. Asesinos y delincuentes se pasean con impunidad por las calles y avenidas en cualquier hora del día. Las cárceles están controladas por los llamados “pranes”. La corrupción, tráfico de influencias, y hasta el narcotráfico invadió casi todos los espacios del gobierno. Incluso las policías y fuerza armada son parte de una degradación moral y ética. Y ante ello, tanto el ministerio público como el poder judicial se convirtieron por acción u omisión en capas amorfas que promueven la complicidad de un seudo-Estado como de los antisociales.
Maduro con su nefasta conducción del país, junto con Cabello y la cúpula del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) liquidaron la revolución bolivariana. Maduro al llevar a Venezuela a un estado de ingobernabilidad presenta al mundo una población que debe pasar horas y horas bajo el sol o la lluvia para adquirir alimentos. Pacientes que mueren en los hospitales sin recibir los medicamentos, o una educación que ha dejado de brindarle alimentación a los niños y adolescentes. Ni hablar de los salarios que percibe toda una población, los cuales en una economía dolarizada, se han convertido, quizás, en los más paupérrimos de la región.
Semejante realidad, primero tocó una campanada cuando el candidato del peronismo, perdió con Mauricio Macri las elecciones presidenciales en Argentina, luego cuando el propio Maduro sucumbió hasta con los dos tercios de los diputados por parte fuerzas opositoras en las elecciones parlamentarias (período 2016 – 2021), y ahora con Evo Morales, quien, a pesar de los excelentes resultados que muestra la economía boliviana en los últimos años, ha perdido abrumadoramente un referendo para presentarse como candidato para un tercer período presidencial.
Tales resultados indican que Venezuela, aunque se intente tergiversar la realidad desde Televisora del Sur (Telesur) o Venezolana de Televisión (VTV), tales medios han perdido su credibilidad, al igual que el discurso y la retórica de Maduro con su “guerra económica”. Por el contrario, entre más se niegue la verdad, al parecer peores son los resultados, lo cual ha terminado por destruir hasta las esperanzas que la revolución bolivariana había logrado generar en cualquier país de América Latina. Todo eso ha sido asesinado por el gobierno de Maduro. Es la quiebra de un espejo cuya aposiopesis en vez de ser reflexiva, termina siendo cada vez más autoritaria, es decir, otro elemento negativo para quienes veían en Venezuela una alternativa distinta al capitalismo y las llamadas democracias representativas.
Maduro con su acciones destructivas no sólo ha enterrado las conquistas sociales logradas por Hugo Chávez, sino que sus políticas negativas están siendo reflexionadas por los pueblos de la región, quienes están prefiriendo decisiones que giran en 180 grados contra aquellos que fueron considerados los aliados de la revolución bolivariana.
Hoy, Maduro es un factor negativo no sólo para nuestro país, sino que Cristina en Argentina y Evo en Bolivia han comenzado a sentir el fracaso de asociarse con un presidente que ha llevado a Venezuela a su muerte económica, política y social. A propósito de ser ciego. Quien tenga ojos que vea.