Se encuentra en pleno desarrollo e in crescendo el plan con que imperialistas y cipayos buscan la desestabilización y deslegitimación del proceso revolucionario. Aunque saben que no pueden frente a nuestro pueblo, cuyo nivel de conciencia y decisión ahora reconocen y los llena de desesperación, el filo estratégico se dirige principalmente a crear un bulo de impacto internacional, con la esperanza de engañar al mundo y situar definitivamente a Venezuela dentro del eje maligno de Mr. Bush. Así podrán seguir desconociendo la voluntad popular, volver a gritar fraude en diciembre y mantener una “política” que es más bien una empresa demencial y bandidesca. La cuestión es que no tienen otra y están dispuestos a persistir, confiando en que a la larga la acción corrosiva de una quinta columna que se hallaba potencialmente enquistada en el aparato estatal y han ido trabajando con creciente dedicación, y cuyas manifestaciones son cada vez más descaradas, les abrirá brechas para su penetración destructiva.
A la vista están los movimientos convergentes. Personeros de triste memoria llaman abiertamente a “calentar las calles”; se inician actos violentos contra misiones diplomáticas europeas en Venezuela y venezolanas en Europa; seudodirigentes con prontuario delictual insertos en el movimiento estudiantil para aprovechar su combatividad, atacan y hieren con armas de fuego a fuerzas de seguridad pública que actúan con profesionalidad y respeto, e intentan violar y vejan a una mujer policía, buscando desenlaces mortales que como en abril de 2002 puedan imputar al gobierno (y que no conseguirán, pues no se trata de la “democracia” puntofijista, en la cual cada manifestación dejaba varios estudiantes y trabajadores muertos y heridos); las fechorías de todo tipo –que incluyen asesinatos, secuestros, asaltos y robo de droga decomisada-- cometidas por delincuentes colados en cuerpos policiales, ¿serán acaso simples coincidencias?; el sicariato alquila sus manos criminales a lo que parecen ser mafias económico-políticas; la conjura internacional se desborda calumniando la política integracionista bolivariana y especialmente a su líder el Presidente Chávez, convertido irrespetuosamente en pieza de campañas electorales sucias y tildado de intervencionismo, mientras sus acusadores no pueden ocultar su minusvalía ética o su miseria de lacayos (su librea, hubiera dicho Rubén Darío); los medios exacerban todo eso responsabilizando al “régimen”, como les gusta decir casi orgásmicamente; el Embajador (así con mayúscula, pues se pretende con derechos privativos) camina por aquí y por allá y está antepresente siempre en los sitios “calientes”.
Y entre tanto la quinta columna se prodiga en dar alimentos a los cuervos: funcionarios que retardan todo, o todo lo hacen deficientemente; que dan trato despectivo, grosero o amenazante a los ciudadanos y a subalternos suyos probos y responsables; que cobran por cualquier servicio público, incluso “comisiones” multimillonarias por dar o renovar permisos de funcionamiento a instituciones que los requieren, a veces con desvergüenzas de barraganato a la manera cuartarrepublicana (amparados en el miedo de las víctimas, que no se atreven a denunciarlos por temor a represalias); boicots a cooperativas y programas populares; desconsideración con personas de tercera edad que buscan ejercer su derecho a pensiones; engorde de recursos; alusiones burlonas al presidente, etc.
Las misiones de salud, educación, alimentación, vivienda y otras han sufrido en muchos casos que de alguna manera trascienden las perversiones de estos delincuentes, buena parte de los cuales lucen atuendos rojos y fraseología radical sin profundidad ni ética. Son éstos los enemigos más peligrosos del proceso revolucionario. No hay modo de exagerar al respecto. Sólo ellos podrían, en el supuesto de que la acción revolucionaria sea incapaz de atarles las manos, resquebrajar el amor del pueblo por su líder. El combate contra esa depravación tiene carácter vital y hay que empeñar en él todos los recursos morales, ideológicos y políticos, toda la pasión y el compromiso de quienes se proponen transformar la sociedad. Y entre tanto la conjura de los contras --que buscarán potenciar en la medida en que avancemos hacia diciembre-- se estará alimentando de ese pudridero.
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