La alienación clasista trasciende los tiempos

La alienación que provoca la opresión clasista.

Los padres, las personas mayores de edad, los supervisores, maestros y maestras, patronos y patronas, todos suelen alienarnos hasta de buena fe.

Esa alienación prende particularmente en las sociedades clasistas donde simétricamente la opresión ejercitada por la clase poderosa y dominante aparece reflejada en todos los dominados. Hay un temor escondido que se confunde con respeto por las personas que alguna vez medió en nuestras decisiones.

El máximo poder de alienación se lo arrogan los padres sobre sus hijos.

Hay libros de primera calidad y de segunda; un alumno formado en libros de segunda suele sentirse marginado aunque así no lo vea conscientemente.

Las clases sociales ejercen su voluntad y la imponen sobre sus dominados. Es así como la figura del empleador o del patrono inspira respeto, obediencia y hasta temor más allá de la simple relación laboral dentro y fuera del centro de trabajo. Es difícil hallar un asalariado que no se muestre cabizbajo ante su patrono, jefe, director, supervisor, instructor, etc.

Políticamente, los gobernantes de origen humilde se hallan vacilantes en la comisión de su mandato frente a personas a quienes ha respetado y obedecido toda su vida porque ellas pertenecen a la clase de poder económico. Si sus ancestros fueron trabajadores domiciliarios o artesanos al servicio de esas respetadas casas o mansiones de los ricos, el respeto que sintieron por estos sus antepasados suele heredarlo su descendencia.

Ahorita hemos estado presenciando en historia viva, en formación, cómo a nuestros gobernantes de procedencia humilde les cuesta mucho ejercer justicia ante delincuentes pertenecientes a la clase de poder que hemos conocido desde hace siglos. Es evidente la lentitud, las trabas y las vacilaciones que, por ejemplo, abogados y fiscales insumen cuando el reo o el sospechoso pertenecen a la clase de poder. Este es el origen e tantas corruptelas o matracas.

De partida, a un asalariado le resulta incómodo juzgar o sancionar al patrono, sino todo lo contrario. A lo sumo, es la propia Ley del Trabajo elaborada por la misma clase dominante la que prevé sanciones cuando el patrono incurre en faltas contractuales, pero no es el asalariado el que así lo dispone. En cambio, el patrono puede hacer y deshacer con sus asariados, y, si este no conviene, lo manda a pasar por caja que es el único vínculo que ata un patrono a un trabajador. Es como devolver la mercancía que presente defectos, porque el asalariado es para el patrono una sencilla mercancía.

Corolario: Antes de hacer la patria debemos ser libres y esta libertad se llama estar desalienados.Nuestros próceres eran hombres libres, pertenecían a la clase mantuana y esclavista, de allí su desalienación ínsita para arremeter y vencer a los realistas de marras. El caso presente no es así, y por eso es aconsejable una limpieza mental para arrancarnos nuestras debilidades como miembros de la clase marginada y así poder ejercer a plenitud nuestras responsabilidades gubernamentales y profesionales.



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Manuel C. Martínez


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