Ahora que tenemos una mayoría parlamentaria opositora con aspiraciones presidenciales integrada por políticos que vienen de la Cuarta República –inspirándome en el libro Resistencia y Participación, de Iraida Vargas-Arenas, publicado en 2007 por Monte Ávila Editores- ofrezco algunas reflexiones sobre el tipo de participación que tendríamos los venezolanos si ellos alcanzaran su objetivo.
Cuando la mayoría de los individuos no comparte deberes, derechos y responsabilidades, tampoco se identifican unos con otros: no tienen valores y puntos de vista compartidos. En este escenario, existe mucha exclusión y, por ende, poca participación. De ahí que todos los sectores de la vida social deben participar: si lo hace sólo una minoría, imperará la desigualdad.
En una democracia representativa, como la que nació a raíz del Puntofijismo, pocos participaban. Los partidos políticos AD y COPEI privilegiaban la satisfacción de sus necesidades. No buscaban solución a los problemas colectivos. Lo que pasaba en las comunidades y barrios no importaba.
Al mismo tiempo, en esas comunidades y barriadas, interesaba más tener una parabólica que una vivienda en óptimas condiciones. No existía una conciencia de clase. El débil se identificaba con el más fuerte aunque gracias a él estuviera en una condición de pobreza.
En aquel tiempo, la participación, además de poca, era circunstancial, sólo en cada elección cada 5 años. Participar es más que eso, que ser consultado y opinar. Involucra la capacidad de poder decidir sobre todo aquello que al individuo le atañe directamente.
Esa participación directa que involucra la toma de decisiones, es la que aparece descrita en el artículo 5to. de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, donde se hace referencia al Poder Popular. Entonces, si la MUD de la Asamblea Nacional llegará alcanzar su meta, volveremos a ese pasado de exclusión.