En apariencia es el pueblo quien está detrás del bachaqueo, cuyo nombre bien no lo define, pues quienes lo practican son asesinos: ponen en riesgo la salud y juegan con el hambre de los venezolanos. Y mientras la derecha en Venezuela con apoyo de la internacional genera la matriz de crisis humanitaria, se activa una nueva modalidad de desestabilización que hace de esta plaga su instrumento.
Desde horas tempranas, estos hampones están esperando que lleguen los productos. Ellos reciben su mensaje y se instalan. Tienen mucho tiempo porque no trabajan; viven de sus servicios hamponiles, de aprovecharse de las necesidades del prójimo.
Prueba de lo anterior, es el automercado Día a Día, de la avenida Andrés Bello, donde siempre están llegando productos pero las colas son infernales. Hace poco se descubrió que empleados de esta cadena pactaban con bachaqueros. En Pérez Bonalde, cerca de la plaza que lleva su nombre, igual opera esta mafia. También en Quinta Crespo.
Cuando se hacen operativos policiales agarran a indocumentados y nacionalizados. No es que no haya venezolanos; pero, con mucha probabilidad, después de un censo, abundan los primeros. Además, deben estar los paramilitares: están bien armados y criminalmente organizados.
En concreto, el bachaqueo no subsiste por sí solo. Hay quien genera este comportamiento delictivo, como las cadenas comerciales al estilo de Farmatodo, Locatel, Unicasa, Central Maderense, entre otras, que buscaron otra manera de sacar provecho conspirando contra el Gobierno. Y, a la movida, hay que decirlo, se suman agentes policíacos quienes se hacen la vista gorda por unas cuantas monedas.
En resumen, más que castigar al bachaquero per se, al que le sale cárcel por un buen tiempo, y a quienes lo dejan delinquir, estos negocios que pactan con él deben recibir fuertes sanciones porque su objetivo es accionar otra forma de golpe de Estado.