La manufactura y su derivada, el trabajo industrializado, han convertido al trabajador en un monstruo cual fabuloso guion de Menenio Agripa[1].
Algunos Economistas tenemos una cosa clara: No se mueve una paja debajo del sol de los territorios penetrados desde antes por los imperios romanos y por sus predecesores, y luego por los sucedentes: españoles, portugueses, belgas, alemanes, franceses e ingleses, no se mueve una paja, decimos, que no haya recibido a la fecha por la parte de la hegemónica clase burguesa de alto rango nacional e internacional, la censura, su edición, modelaje, la promoción y la rentabilidad exigida o impuesta unilateralmente, o sea, al margen de las opiniones "prosaicas" de los obreros y de los pensadores con apreciaciones propias.
Sobre la base de tales apreciaciones acerca de la cultura capitalista, en materia de justicia, del Derecho privado heredado limpiamente de la Roma Imperial y de las instituciones burocráticas propias del Estado Burgués consagrado en la rancia Francia monarquizada hasta los tuétanos, en esa materia, enfatizamos, impera la más monstuosa y amputadora división del trabajo, una división que comenzó ingenuamente como división técnica de los procesos de trabajo según sus variadas fases de manufacturación, pero que industrialmente se consolidó como el mayor desmenuzamiento de la creatividad del trabajador en una suerte de fabulosa emulación concebida por Menenio Agripa[2].
Esta división del trabajo, que nos ha convertido en funcionarios monstruosos, se concreta en casos como estos: Existen tribunales y jueces por montones, cada uno de ellos con una fulana competencia individualizada que blinda los radios de acción de cada funcionario a cuya cabeza de halla el juez Chucho, Jacinto o José, y ninguno de ellos o puede tener injerencia en los de sus colegas formales.
Las Alcaldías son asaz proverbiales en este divisionismo laboral burocrático ya que tienen sus personalísimas competencias geográficas yrfespónsabilidades enb servicios públicos monopolizados y, paradójicamente, libres de competencia alguna. Poseen estatutos puntuales y locales y con sus ordenanzas absolutamente indeformables ya que nadie fuera de la misma Alcaldía puede meterse con ellas, de manera que se hallan de hecho y de Derecho hasta por encima del poder Ejecutivo Nacional. Algunas, aunque ilegalmente, han contraído Créditos Públicos, así de omnipoderosas e independientes y únicas se han manejado. En fin, todo un desaguisado aburguesado.
Por su parte, los Ministerios asumen funciones cuyas competencias les impiden inmiscuirse en las de los demás Ministerios. Cierto que hay Gabinetes complejos, pero con estricto respeto de cada una de sus competencias.
Las gobernaciones están incapacitadas para resolver problemas fronterizos en territorios inmediatamente más cercanos que la distancia de ellos de sus correspondientes capitales de estado.
Los tribunales de hallan monstruosamente mutilados para ejercer justicia fuera de sus estrechas jurisdicciones, cual párroco que no puede comulgara ni bautizar niños que no sean de su competencia parroquial.
Es que dentro de la abultada burocracia nacional reinan monopolios impenetrables entre sí, y en casos excepcionales el protocolo o la filtración de cualesquiera intromisiones frenan e impiden al final de cuentas las posibles y hasta necesarias colaboraciones de una Alcaldía con otra; la de un estado con otros, la de un Ministerio con otro u otros; la competencia de un tribunal con otro, la de un fiscal con otro.
Toda esa monstruosa anarquía burocrática ha sido perfectamente diseñada, moldeada, editada e impuesta por el imperio, ayer español y hoy yanqui. Divide, divide y vencerás, afirma el capitalista.
07/05/2016 11:05:22 a.m.
[1] Fábula parabólica: http://www.bloganavazquez.com/tag/menenio-agripa-discurso-plebe-cuerpo-humano/
[2] Ver Nota anterior.