Fútbol e igualitarismo deportivo

La naturaleza social del hombre supone y ha supuesto el control parlamentario. Hemos necesitado comunicarnos entre sí, y sólo mediante el diálogo gestual y lingüístico en sus variopintas versiones se ha podido cubrir esa necesidad.

Pero los hombres nos segregamos, hicimos tiendas separadas, y estas divisiones extrafamiliares terminaron en la máxima clasificación de los pueblos dentro de sí, y hasta con rango universal o catolizado. Surgieron, como hasta ahora, las CLASES SOCIALES.

Dadas esas clases, los hombres ahora nos diferenciamos y hablamos numerosas e intraductibles lenguas y locuelas; compramos mercancías de variada calidad en diferentes mercados acordes con nuestra capacidad mercantil; y terminamos recibiendo una cultura tecnocientífica istemáticamente diferenciante.

De resultas, ahora ni siquiera dentro del seno familiar fluye una franca comunicación, particularmente cuando se da diferentes grados de escolaridad, e involucra variadas especialidades universitarias.

Pero nuestra necesidad parlamentaria o comunicación esta allí, subyace insatisfecha en nuestro recóndito genotipo. Entonces aparecen los medios deliberadamente introducidos de cara a mitigar aunque sea fantasiosamente este faltante humano.

Es así como nos ha llegado el DEPORTE, y nos viene al pelo. Y es que realmente sentimos satisfecha la necesidad de comunicarnos libremente, sin complejos culturales, sin cortapisas idiomáticas ni curriculares, cuando cada aficionado a un deporte cualquiera puede parlamentar con sus vecinos y familiares mediante un lenguaje y un inventario de voces, fenómenos y estadísticos asequibles por todos, desde el analfabeto o medianamente formado hasta el mejor y más avanzado de nuestros universitarios.

En resumen, el deporte ha logrado forjar el espejismo del igualitarismo social en una sociedad clasistamente dividida hasta en la manera de bañarse, porque: ¿con el FÚTBOL, por ejemplo, quién se atreve a desautorizar al *hijo de la panadera* si la participación parlamentaria ciudadana de este se reduce al avalúo de una que otra jugada de asombrosa calidad deportiva, llevada a cabo por el mejor de los goleadores, bateadores, pitcheres, salteadores, boxeadores, etc.?

Y semejante igualitarismo social prende mejor cuánto mayor sea el mercado de fanáticos que mediáticamente un deporte cualquiera haya conquistado.


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Manuel C. Martínez M.


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