Por antonomasia, decir de la derecha es decir de la burguesía, aunque, como sabemos, el apoyo electoral recibido por el liderazgo proderechista está formado por gente trabajadora que de una u otra forma escapó de las estadísticas de los invisibles, de los ranchos y de la miseria extrema durante los años de la posguerra mundial.
Todavía hasta los años 50 en Valencia, por ejemplo, sólo había unas poquitas empresas capitalistas: fábricas de medias, de aceites, tejidos de algodón-muy rústicos-tenerías, jabonerías de pobres-los perfumados siempre fueron importados- 3 o 4 telares que contrataban obreros y obreras sin reglamentos laborales y usaban maquinarias usadas que escapaban a todo control de seguridad [1]. Reglamento del Trabajo, si mal no recuerdo, data del año 1939, y muchos años después, se promulgó la Primera Ley correspondiente.
El matadero de carnes bovinas y porcinas, la fábrica de cemento, alpargaterías y talabarterías, además de pocas imprentas cargadas de trabajadores semianalfabetos en su mayoría y quienes conocían la "o" sólo por su redondez. Los poquitos que alcanzaban el honroso grado de bachiller alcanzaba lo máximo como intelectuales.
La mayoría de los trabajadores, pobres por excelencia, se metían a artesanos, otros halaban escardilla, y muy pocos hacían viajes y mudanzas en carro de mula. Otros operaban como "pico y pala", pero el grueso de ellos le trabajaba como personal doméstico a los ricos de esta mantuanísima Valencia, comerciantes en su mayoría y terratenientes o hacendados del campo y en la ciudad que tenían sus residencias personales y muchas viviendas aquí en esta ciudad.
Fue así como Valencia de fue coronando con cinturones de barrios, de gente pobre que solían recibir en comodato viviendas de sus patronos caseros a fin de tenerlos cerca, a la mano y todos los días desde tempranito.
Eso explica que hoy por hoy, todavía para esos descendientes de aquellos trabajadores, sigan viviendo en la misma casa de la periferia central de esta ciudad con alquileres simbólicos.
Es de inferirse que los descendientes de esos trabajadores de antaño se sientan muy agradecidos con la derecha. Les resulta muy riesgoso exponerse a represalias de la gente que le dio trabajo a sus ancestros y vivienda donde albergar y hacer familia de las cuales ellos hoy son sus descendientes.
Son escuálidos que siempre han estado supervigilados y están seguros de que tan pronto intenten o manifiesten algún tipo de simpatía por este proceso o por algún líder del mismo, sin duda alguna serían sacados de las listas de los "privilegiados" que supuestamente han sido hasta ahora.
La Gran Misión Vivienda, por ejemplo, para ninguno de ellos tiene mayor importancia, porque jamás tuvieron necesidad de ella ya que sus antiguos patronos se las ofrecían para que se las cuidaran y en ellas vivieran.
[1] Mi abuela presenció cómo la correa de un motor desprovista de protector le arrancó de cuajo la larga cabellera a una operaria.