En la constitución de 1931, estando aún vivo Juan Vicente Gómez, JVG, en su artículo 32, de las garantías a los venezolanos, se prohibía la propaganda del comunismo (párrafo final del ordinal 6). En la primera constitución post Gómez, la de 1936, ya bajo la presidencia del General Eleazar López Contreras, ELC, el rechazo al comunismo volvió a aparecer, en el mismo artículo y en el mismo ordinal. Pero esta vez a la condena del comunismo se le unió la condena a la anarquía, considerándose ambas doctrinas como contrarias a la independencia, a la "forma" política y a la paz social de la nación, por lo que sus seguidores eran perseguidos como traidores a la patria. Mientras la última constitución gomera establecía que la soberanía del pueblo se ejercía a través de los poderes públicos (artículo 40) en la del General ELC, a esta sentencia se le agregó un párrafo bien peculiar: "toda fuerza o reunión armada de personas que se atribuya los derechos del pueblo y peticione así, comete delito de sedición o rebeldía contra los Poderes Públicos y serán castigados conforme a las leyes. A pesar de todas estas disposiciones más intolerantes y represivas que la última constitución de JVG, a ochenta años del protagonismo del General ELC hasta los comunistas le conceden que fue un facilitador de la ampliación de las libertades democráticas. La anterior reflexión ilustra que no basta disponer de una Constitución de un signo u otro para que por obra y gracia de ella sola se cumpla. En definitiva es la voluntad de los actores, incluida la ciudadanía, la determinará si la constitución se cumple o no. Retrospectivamente parece factible juzgar no sólo al General ELC y sus correligionarios como adalides del progreso institucional del país, sino que en ese logro hay que incorporar también a sus adversarios quienes supieron dialogar a pesar de los impedimentos legales (constitucionales algunos como hemos señalado) y de las nada halagüeñas condiciones sociales y políticas que eran bien precarias no sólo en términos de paz sino de penurias económicas, como lo registran casi todos los historiadores que se han ocupado de analizar el periodo de JVG y el de su sucesor. La reflexión viene a cuento por la crisis que actualmente sufrimos todos en donde el liderazgo de uno y otro bando, gobierno y MUD, compiten por quien es más incapaz de procurar una solución al problema que agobia a la ciudadanía.
En la Constitución vigente, la de 1999, se establece con bastante nitidez y en numerosísimos artículos los derechos de los venezolanos, lo que, por un lado, le otorga a nuestra constitución el honor de ser una de las más avanzadas del mundo pero, por otro lado, genera, al mismo tiempo, un odio de parte de quienes no la aceptan. Fue ese odio, que continua vertiéndose en la voz de la mayoría de voceros opositores, lo que condujo en abril de 2002 a la suspensión de la "odiada" constitución. Les quedaba a los golpistas demasiada grande para cumplirla. Disponemos de una constitución excelente que hasta contempla los detalles de cómo salir de las naturales confrontaciones políticas y sociales que pueden presentarse en cualquier sociedad. Sin embargo, muchos venezolanos hoy tememos que de triunfar los mismos que ya derogaron a la constitución en el 2002, por más golpes de pecho que se den tratando demostrar su apego a la constitución, de volver al gobierno, desatarían una represión que engendraría más violencia de la que ya tenemos. La violencia actual es más social y económica que política, pues es producto de la crisis terminal del rentismo petrolero. Pero también las amenazas a la constitución están en el lado del gobierno, en el cual lamentablemente han tomado cuerpo las conductas de violencia verbal, contaminada con obscenidades, que se ha instaurado en el país.
Atrincherados en sus respectivas mediocridades, cada día los dirigentes de ambos polos se inhabilitan más para liderar el país, por lo que este saldrá de la crisis en la medida que se logré construir un nuevo liderazgo capaz de dejar a un lado la guerra del odio que sostienen actualmente quienes no pueden ver más allá de sus mezquinos intereses, justificándose cada uno pretendiendo ser los únicos intérpretes del pueblo. Cada dirigente de uno u otro lado se arrogan para sí, indebidamente, la representatividad de todo un pueblo, cuando las diferentes y recientes manifestaciones de calle confirman lo que se viene registrando en diversas encuestas serias en el sentido de que ningún lado tiene la hegemonía de la voluntad del pueblo. Mientras ese liderazgo se agota el peso en la conducción de la crisis ha estado recayendo cada vez más en sector militar. Si bien la incursión de los militares en asuntos estrictamente no militares está contemplado en la Constitución, los resultados obtenidos hasta la fecha no permiten establecer diferencias entre la calidad de la gestión de un militar o de un civil. Ingeniero, médico, historiador o administrador sea civil o militar pasa por el mismo proceso formativo. En donde si hay una comprobada falta de experticia en el mundo militar es sobre la economía, algo tan complejo que hasta en el mundo de los civiles es difícil encontrar los que "den pie con bolas". Es un simplismo rechazar la participación de un profesional en un cargo del Estado por el hecho de que sea militar, como también es un simplismo pretender que en algún país del mundo los militares se reducen a los cuarteles. ¿Quién puede creer que la OTAN o el Pentágono, o la Armada rusa son "subordinados" de los civiles? Basta recordar la confesión del Presidente Eisenhower al término de su mandato y su famosa sentencia acerca de la preeminencia del complejo militar industrial en el gobierno de EEUU.
Volviendo al "problema", y no al "caso", venezolano actual, si el liderazgo no militar, es decir el civil, el empresarial, el académico, el religioso y otros, no logra articular un consenso de gobernanza, tendremos a los militares más involucrados en la dirección del país, distrayéndolos de la función principal de la defensa territorial de la patria. Pasaría con la FANB lo que nos pasó con PDVSA tanto en la IV como en la V República. En la IV República PDVSA descuidó sus funciones de empresa petrolera por ser secuestrada para el proyecto político norteamericano de eliminación de la OPEP y como caballo de Troya para implantar el neoliberalismo. En la V República a PDVSA se le sobrecargó de actividades muy loables como el combate a le desigualdad y a la pobreza pero que le mermó las fuerzas necesarias para enfrentar su propia guerra con las otras trasnacionales del petróleo. Nos quedamos ahora sin el chivo y sin el mecate en materia petrolera en un momento geopolítico bastante delicado en esa materia. Eso mismo nos puede pasar por tener a Generales dedicados a supervisar si el barco tal llegó, o si se sembró en tal o cual sitio el maíz o las caraotas que necesitamos. El fracaso de los civiles no puede ser tapado por militares que tienen que salir a cubrirle las espaldas a tanta mediocridad y desidia. Se corre el riesgo de que se contaminen y ahí sí es verdad que podemos tener en peligro hasta la propia integridad territorial del país. Ojalá que el que parece ser la resurrección del General López Contreras se rodee de civiles capaces para que lo ayuden a salir lo más pronto del atolladero.