La Polarización en la picota

Todo el mundo habla mal de la polarización que vive el país, desde pretendidos ninís hasta chavistas y opositores. A la polarización la acusan de las idioteces y las justificaciones de marramucias que los incondicionales de cualquier bando repiten sin pensarlo mucho; aunque la idiotez y las fallas éticas sean, como los delitos penales, una responsabilidad personal.

Se acostumbra, luego de acusar a la polarización de "dividir al país y está destruyendo a Venezuela", continuar con el viejo pregón de los valores comunes, variedad de discurso abstracto nebuloso de opinión, que culmina en la jauja de la unidad total de los venezolanos. Son críticas de buena intención, inútiles pero bien intencionadas.

Pero la mayoría de los ataques a la polarización son de mala intención. Como el que condena la división que generó Chávez porque antes, en la IV, éramos muy igualitos y nos queríamos mucho y ahora por la polarización ni nos entendemos, y la culpa es de los malditos chavistas, que son unos ignorantes faltos de valores, aúlla el opositor que quiere despolarizar al país y asemejarnos a punta de plomo.

También hay mala intención en el "oficialista" que critica la polarización, pero la usa para ocultar su ineficacia y su corrupción, y peor aún para eternizarlos (porque sabe que con la polarización integra y cohesiona a los seguidores). Como esos alcaldes chavistas que pretenden encubrir su deplorable gestión con argucias de liderazgo, denuncias a la guerra mediática y llamados a la unidad.

Opositores y chavistas atacan la polarización de la boca para afuera para mostrarse más civilizados de lo que en realidad son y para ganarse a los intermedios que le tienen miedo a la sangre. En fin, en un país tan polarizado también las críticas a la polarización están polarizadas.

En los 60 el enfrentamiento político llegó a nivel de lucha armada. O sea, tiros, torturas, desaparecidos, muertos. Muchos adecos, anticomunistas crónicos, se dedicaron a la persecución y la tortura del contrario. Pero en cambio otros adecos ocultaron a perseguidos, pecevistas o miristas, porque eran familiares o amigos. A nadie se le ocurrió la bajeza de cacerolear a su adversario político mientras comía con su familia en un restaurant. Que la familia y el hogar del contrario eran sagrados.

La polarización de los 60, aunque fuerte y violenta, ocurría solo en el nivel político. Había la creencia de que la política era una manía personal de algunos ("A mí no me interesa la política").

Luego vinieron el Viernes Negro y el Caracazo. La sociedad ya no estaba para separaciones de Muralla China. Sobre todo esa que aísla la política del resto de la vida. Cada vez más la discrepancia fue social-económica-política-cultural.

Las caídas no nos hacen sabios, pero siempre hay una excepción. Y el desplome post Viernes Negro sí nos enseñó bastante, aunque cayéramos en ilusiones de tecnócratas y en los dolorosos experimentos neoliberales. Al menos el pueblo aprendió.

Entonces emergió esta polarización de raíz social, basada en visiones contrapuestas.

Unos desprecian a la inmensa mayoría de la población, practican el racismo social y quieren regresar a la vieja sociedad de la exclusión. No aprendieron nada de las últimas 3 décadas y creen que Mendoza es un genio de la industria, aunque en 50 años ni siquiera haya resuelto lo de las chapitas de cerveza sin divisas del estado. Quieren repetir las recetas FMI de los 90. Admiran a Obama, y justifican las políticas guerreristas e injerencistas de los EEUU.

Otra visión, la de los pobres, cree en una sociedad incluyente, en la participación de la mayoría y en la justicia social. Piensa que los yanquis deberían combatir su racismo y mejorar su atrasadísima y chucuta democracia en lugar de estar invadiendo a los demás países. Y que la Patria ni se regala ni se vende, ni se compara con un paquete de harina.

Dos visiones intensamente sembradas. Y no hay forma de que una de ellas desaparezca. Así que lo pertinente no es el ocioso deseo de que esos enfoques se fusionen en un gentil discurso vacío dizque integrador. Sino pensar cómo conviven con daño mínimo, por ahora.



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Orlando Zabaleta

Editor, escritor, articulista, publicista y diseñador gráfico.

 orlandojpz@yahoo.com

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