Hueso de luz (Un canto para la paz)

Camaradas, compatriotas, amigos, familia: La victoria mundial bolivariana de Margarita ha dejado en coma a los escuálidos. Sus voces tratando de negarla son tan insignificantes como enorme su necedad.

Por cuanto todos los gigantes del amor y la lucha, desde Jesús de Nazaret (y seguramente antes) hasta Hugo Chávez han unido la revolución y la poesía, y por cuanto la Paz es principio crucial del Mnoal y de los pueblos, me permito enviarles estos versos, escritos antes y reescritos ahora. Sus imperfecciones se equilibran por su condición de sinceros, que los hace potentes (válgame Rubén Darío). Allí van:

Canto al par de la noche, mi voz lleva el acento / desde ojos en vigilia, desde árbol, desde llanto / y aun sobre los escombros del latido y la sangre, / pueblo mío, padre mío, para tu germen alto. // Para ti en plenitud de canción o de río / impetuoso abrumando los riscos y la arena, / abriendo desde el vientre del fulgor y la espuma / empuje a la turbina buscando luz de estrella. // Porque sobre la ola se ha empinado la espiga / y su bondad de junco se transmuta en aliento, / porque de ti, del hijo del amor y la noche, / porque de ti, del ser, va creciendo mi verso. // Va llenando mis cuencas de ojos que ven, mi boca / de resistencia y pólvora y clamores, mis cuencas / agitan dardos, iras, palomas y esperanzas / para dejar mi canto de Paz sobre la Tierra. // Porque ya las palabras no conocen descanso / y hechas de roca o légamo, de poza o de torrente, / lanzan al orbe su preñez iluminada / para alumbrar la vida, para vencer la muerte. // Porque ya la semilla dijo a la tierra: ¡escúdame!, / porque en ti el despertar comienza, y ya no puedes / cargar más ese fardo de larvas y murciélagos / y de entrañas y buitres, gusanos y serpientes. // Porque desde el destino del napalm y la bomba / el horror se horroriza de las gritas marciales / y los ríos y el océano, las plantas detenidas, / el sol, el aire inquieren: ¿a dónde?, y tú: ¡a la sangre! // A la sangre regada sobre las frentes lívidas, / sobre la yerba inerte, sobre la madre ingrávida, / a las encrucijadas del dolor de crepúsculos / juntando calaveras y oscureciendo el alba. // Al silencio perfecto roto en alas de cuervos, / a la huesa infinita y al amor extinguido, / al corazón henchido de lutos sin descanso, / a lo de nada y yermo, lo de lóbrego y frío. // Dictan que los trigales no sean para tus manos, / pretenden que en tus labios la sonrisa no vuele; / por eso yo no puedo silenciar mis palabras, / por eso no podemos quedarnos con tu muerte. // ¡No podemos quedarnos! ¡Del óleo de las piedras, / del hierro de las fraguas chirriantes, del trabajo / de las manos y mentes, de los dientes y puños / y corajes unidos saldrá la paz cantando! // Saldrá para sembrar la risa de los niños, / para limpiar la herencia y hornear pan solidario, / para el día de iniciar la alegría y con ella / construir la cruz del Mal crucificado. //Padre mío, pueblo mío, yo pronuncio tu nombre / por todas las corrientes para tu germen alto, / por donde el sol y el viento y el agua sueltan rumbos, / por donde la montaña clava su agreste canto. // No podemos quedarnos frente al horror inmóviles, / barro del tuyo somos, es la nuestra tu suerte, / y pues ya las palabras no conocen descanso, / las mías arman su hueso de luz contra tu muerte.



Esta nota ha sido leída aproximadamente 1536 veces.



Freddy J. Melo


Visite el perfil de Freddy J. Melo para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter



Freddy J. Melo

Freddy J. Melo

Más artículos de este autor