Lo irónico de las acciones políticas opositoras, es que invoca el pasado para conjugan el futuro. Una lógica bizarra que solo existe en sus carcomidas conciencias imperiales, la cual imponen a sus acólitos como colofón un tiempo histórico que promete el ayer como mañana, como destino indeleble marcado por la eternidad que subyace del capitalismo como sistema, cíclico y delirante.

En términos sencillo, para la derecha lo único que cambia es la fecha del calendario, el marketing y las ganancias que acumulan. Lo demás, la vida, permanece inmutable con sus clases sociales. El pobre debe ser pobre para que el poder quede en manos de unos pocos elegidos por la providencia. Así la derecha transmuta "la solidaridad cristiana" y la retrotrae al altruismo de las migajas y sobras del festín de los poderosos. Por ello condenan la inversión social y maldicen como gasto infructuoso e innecesario toda acción en pro del colectivo.

Esa es su esencia, van derrocando sueños e imponiendo la tragedia como vida, como normalidad, parafraseando a Pablo Puebla: "Pobrecito mi patrón". Para muestra, veamos lo sucedido hasta ahora luego del asalto al poder de la ultra derecha en Argentina y Brasil y de las adhesiones automáticas de Paraguay y Chile, ella vuelve con la absurda lógica del libre mercado, la división de clases sociales y la exacerbación de los históricos odios que subyacen en las sociedades capitalistas subordinadas al hegemónico imperial.

Así los arrastrados de siempre han planteado esta guerra no convencional, con ella debilitan a los estados que no corresponden a sus designios e intimidan a los pobladores de estas tierras hasta ahogarlos en la incertidumbre del hambre y la escasez.

No entender esta realidad, nos pone en la trampa de moverlo todo para cambiar nada, de pesar en la instantaneidad de los hechos más que en la transcendencia de las estrategias que demanda la lucha. No aceptar que estamos en guerra es quedarnos inmóviles y dejar el campo abierto para que las alimañas de ayer retornen al poder.

En Colombia por ejemplo, vimos como la ultraderecha devora cualquier posibilidad de paz, en Venezuela estamos en medio de un pugilato ensordecedor que raya en la repetición infinita de media verdades contra toda aspiración de libertad. En Brasil silencian a los pueblo, mientras en Bolivia y Ecuador, la insensatez de los sectores medios juegan al descalabro de cualquier ápice de revolución.

Una acción a todas luces propia de una cruenta guerra a muerte contra el socialismo, fe y esperanza de todos los hombres libre. Contra los pueblos, contra los sueños del revolucionario que construye las alamedas por donde hemos de transitar rumbo a la historia viva de un mundo mejor. Contra usted que lee este artículo y se siente con el derecho de contradecir o coincidir con su contenido, contra el aletargado cuya conciencia se enreda con las tristes ilusiones pequeñas burguesas que les inoculan con saña e ideología su hegemónico amo hasta hacerlos invisibles y despreciables para sí mismo.

Estos tiempos que corren son una desgracia por sus efectos económicos en las mayorías y paradójicamente una excelente oportunidad para rearmarnos en nuestras convicciones y seguir avanzando. No permitamos que la tragedia neoliberal no mate los sueños, que nos confundan entre caer arrodillado a los pies de los mismos que ayer nos llevaron al 80% de pobreza, o lucha por la vida, contra estos sátrapas imperiales y sus cachorros criollos que al no tener nada que mostrar, se eyectan sobre el dolor con el fin de saciar su hambre de poder.

Viva la patria grande. Viva Maduro, Evo, Correa, Daniel Ortega, Raúl, Fidel y todos los hombres libres que luchamos por un mundo mejor. Nuestra lucha es por la vida y en ello dejaremos el último aliento.