Ante el crecido volumen demográfico que ha experimentado el país con las personas importadas de la vecina Colombia, Perú, Ecuador, Bolivia y otros americanizados, debemos buscar su origen cultural, las razones fronterizas o geopolíticas, cosas así, pero, la racionalidad a la que debemos sujetarnos es la estructura económica que une férreamente a estas ex colonias españolas.
Ocurre que más que unión filial, consanguínea, religiosa[1] o política, por ejemplo, de colombianos con venezolanos o mestizaje de unos con otros, como lo hemos visto, se trata de enlaces entre comerciantes de ambos países porque los capitalistas de Venezuela y los de Colombia, pongamos por caso, no difieren ni en un bolívar y menos en un peso: ambos son burgueses y capitalistas. Ambos son la continuidad del legado patrimonial de la Colonia Española de los tiempos posmedioevales. Y esto que decimos de ambos países rige para los capitalistas españoles y aquellos, y en general para todos las ex colonias mesosuramericanas y aquellos.
Asimismo, la cacareada hermandad entre las personas de, digamos, estimados ciudadanos trabajadores colombianos y venezolanos o de estos con los bolivianos o ecuatorianos, responde también a una comunidad estructural, dada su condición de proletarios. Razones por las cuales nuestras relaciones intramericanas deben ser rearquitecturizadas económicamente y dejar a un lado los lazos supraestructurales como los maneja el liderazgo político colombovenezolano en un equívoco e ineficaz reemplazo de las ligas o asociaciones clasistas.
[1] El concepto de ecumenicidad se obsoletizó, es demodé, digamos, desde que el capitalismo se instaló en el mundo, europeo, italiano en particular, y se comenzó a cultivar en las tierras occidentales de ultramar contra las que tropezó accidentalmente el "aventurero" Cristóbal Colón y otros colegas suyos.