Los que son mis contemporáneos y los que me anteceden generacionalmente si llegásemos a comparar nuestros modos de vida con las actuales generaciones podríamos asegurar, sin equivocación ninguna, que las condiciones en las cuales fuimos criados y educados en el llano apureño, fueron de una época con bastante limitaciones, así como de poco acceso a bienes y servicios, cosa muy distinta a la actualidad. Sin embargo, aquel tiempo fue muy pródigo en la trasmisión de valores humanos por parte de nuestros mayores hacía nosotros, en consecuencia aprendimos desde muy pequeños a darle significado y validación al agradecimiento, como práctica de una virtud humana dentro de nuestro comportamiento cotidiano.
Resulta pues que al obtener del otro un favor, beneficio, socorro, amparo, protección o defensa, entendíamos de inmediato que la deuda de gratitud estaba adquirida para con él o los benefactores. Aquello para nosotros era y es como si a partir de entonces suscribiéramos en nuestra memoria una especie de documento inexistente pero de enorme estimación e imborrable, en cuyo contenido estaba el compromiso imperecedero de retribuir los auxilios con nuestras acciones a otros en el futuro.
Precisamente nuestros viejos cada día hacían hincapié recalcando los aspectos valorativos de las virtudes que debían acompañar las acciones del quehacer diario. En este sentido entonces, me atrevo a aseverar que la sociedad actual de nuestro país, más que una crisis económica, padece una crisis de valores, que consecuencialmente deriva en la anterior. Esta afirmación por supuesto encontrará detractores en quienes han sido formados bajo el criterio de: "resuelve lo tuyo y lo demás no importa"; es entonces por lo cual quiero destacar el comportamiento actual de un importante número de extranjeros, particularmente de origen árabe, chino y colombiano quienes llegados en precarias condiciones a Venezuela, se llegaron al Apure y allí fueron tratados como coterráneos nuestros, se les permitió convivir y trabajar entre nosotros, levantaron fortuna y ahora pretenden tratarnos como sabandijas.
He recibido muchos comentarios de las habladurías de este tipo de personas, particularmente de los que tienen establecimientos comerciales, desprestigiando el gentilicio llanero y venezolano, insultando y degradando con la palabra la llaneridad y la venezolanidad. Se olvidan ellos que llegaron casi desnudos a estas tierras y fue la abundancia y la solidaridad llanera y venezolana la que posibilitó su actual estado de riquezas personales, puesto que sólo su trabajo y esfuerzo propio no fue la determinante para lograrlo, pues de haber sido así entonces debemos preguntarles: ¿Y porque no se quedaron a trabajar, producir y enriquecerse en su propio país?
Podrán todos ellos darnos cualquier respuesta argumentativa a su favor, pero ninguna tendrá la justificación para negar que se vinieron a Venezuela porque estaban entre sufrimientos, carencias y privaciones en su tierra natal y se vinieron a la tierra del abundante petróleo buscando mejorar su vida. Nadie quien viva en excelentes condiciones y pretenda estabilizar su existencia humana se va a salir de su casa para irse a casas ajenas, pasando penurias, por simplemente andar buscando aventuras. Eso se lo harán creer solamente a un idiota.
Obviamente que para no dejar dudas debo declarar mi rechazo al chauvinismo y la xenofobia, además apuntar que este comportamiento malagradecido no es imputable a todos los extranjeros, porque aquí hay muchas personas y familias enteras de origen foráneo a quienes reconocemos como virtuosos ciudadanos y defensores férreos de la venezolanidad, tal cual como si toda su existencia fuese originaria de estas tierras. Con ellos, entre los cuales tenemos muy estimados amigos, compartimos la alegría cuando logramos los éxitos y también la tristeza o el dolor cuando la desgracia o el fracaso nos golpea.
En consecuencia, con nuestro trabajo de opinión lo que pretendemos es llamar la atención sobre esta actitud de muchos comerciantes extranjeros en Apure hoy día, quienes casi cada 24 horas le suben el precio a los productos justificándose en que el dólar subió, sin embargo, cuando el dólar bajó no le bajaron el precio a lo que habían aumentado. Entonces cuando el cliente demandante del producto reclama el exagerado precio aumentado con porcentajes siderales, recibe por respuesta un insulto contra todo lo que significa el Apure y Venezuela.
Convoco entonces a la defensa de nuestro gentilicio, a darle respuestas contundentes a quienes pretenden tratarnos como perros callejeros dentro de nuestra propia casa y para ello pongo estos argumentos: En el caso de los árabes, de cualquier nacionalidad, si es verdad que en sus tierras de origen se vive mejor y están más desarrollados hoy día, bueno que esperan para regresarse a vivir felices entre bombas y balas, además de la caterva de locos suicidas que viven implosionandose para ir a conocer que ¡Alá es grande! En el caso de los Chinos, muchos de ellos groseros, por demás, que se regresen a tan lejana distancia a compartir su alto desarrollo industrial pero con tan estrictas normas, donde incluso hasta la cantidad de hijos está regulada. Y en el caso de los vecinos neogranadinos que andan poseídos por el espíritu de Santander, despotricando de nosotros, debieron quedarse a disfrutar el más de medio siglo de plomo parejo, acompañado de horripilantes asesinatos en su país, que apenas ahora parece amainar con el acuerdo de paz entre las FARC y el gobierno de ese país.
Insisto, no odio ni detesto a ninguna persona porque simplemente sea originario de otras latitudes ubicadas fuera de los límites fronterizos de Venezuela, al contrario soy defensor y convencido pleno de la importancia del intercambio entre las culturas diferentes, pero nuestra defensa y convencimiento tiene una determinante que regula la actitud hacia todos ellos, esa es la del respeto y el agradecimiento hacia las expresiones solidaridad internacionalista que les hemos dado. Si algunos de ellos no nos respeta y no agradece al gentilicio llanero y venezolano, entonces les respondemos sin ningún ambages: ¡Váyanse de nuestra casa…!